El 8 de octubre de 1980 marcó el comienzo del fin para el mítico Bob Marley, quien apenas duró siete meses tras desmayarse antes de un concierto en Pittsburgh, hace hoy 34 años.

No sospechaba el icono del reggae que aquella sería su última presentación con su grupo The Wailers: el cáncer había condenado a muerte al intérprete de clásicos como “No Woman No Cry”.

Cuentan que lo recogieron del piso desplomado y soltando espuma por la boca, y los primeros análisis revelaron que sufría metástasis en el cerebro, los pulmones, el hígado y el estómago.

Quizás el artista de inconfundibles drelos fue víctima de su fe, pues par de años antes le detectaron un melanoma maligno en un dedo del pie, que los oncólogos recomendaron amputar y él se negó.

Visto en la distancia parece absurdo, pero Marley fue un “rasta” consecuente, y su credo prohíbe terminantemente cortarse cualquier parte del cuerpo, de ahí sus largas trenzas y barbas.

Los oncólogos del Memorial Sloan-Kettering Centre, en Manhattan, le dieron apenas un mes de vida al músico, quien canceló su gira y recurrió a varias clínicas en busca de un milagro salvador.

En su angustiada carrera contra lo inevitable recurrió incluso al brujo mexicano Rodrigo Rodríguez, el mismo que tampoco logró salvar meses antes al actor Steve McQueen, también víctima del cáncer.

Aterrado por el desenlace, Marley se bautizó el 4 de noviembre de 1980 en una Iglesia Ortodoxa Etíope, adoptando el nombre de Berhane Selassie, justo el apellido del gobernante africano que los rastas consideraba la reencarnación misma de Jesucristo.

El doctor jamaicano Carl “Pee Wee” Fraser aconsejó entonces a los Marley acudir a la clínica de Josef Issels, un antiguo comandante de las SS nazi, colega del criminal Josef Mengele en Auschwitz.

Hasta Baviera se fue Bob solo para que lo torturaran con cambios de sangre, dolorosas punciones y tratamientos que aceleraron su deterioro físico, al punto que ya era incapaz de tocar su guitarra.

A inicios de mayo de 1981, Issels le dijo a Rita Marley, esposa del músico, que todo tratamiento era vano: Bob se moría sin remedio, y el astro quería hacerlo en su Jamaica natal.

Pero Marley estaba tan grave que el Boeing 747 de Lufthansa tuvo que aterrizar en Miami y fue ingresado el 10 de mayo de 1981 en el hospital Cedar, donde murió al día siguiente, totalmente sedado.

Fue enterrado en un pequeño panteón del cementerio Nine Miles, con su guitarra Les Paul dorada, un balón de fútbol, unos brotes de cannabis (marihuana) y una Biblia.

Como buen rastafari, nunca hizo testamento porque consideraba que era como firmar tu propia muerte, pero esa es una verdad a medias: legó un rico patrimonio musical cuya influencia se antoja inmortal.

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