Una investigación con resonancia magnética funcional revela que el LSD altera profundamente la comunicación entre redes cerebrales, diferenciándose de la MDMA y la d-anfetamina en sus efectos neurofisiológicos

Un nuevo estudio de neuroimagen publicado en Molecular Psychiatry aporta pruebas sólidas de que el LSD (ácido lisérgico) altera la conectividad cerebral de forma radicalmente distinta a la MDMA y la d-anfetamina. Aunque estas tres sustancias pueden clasificarse como psicoactivas y comparten algunos efectos subjetivos —alteraciones en la percepción, el ánimo o la cognición—, sus mecanismos de acción y, sobre todo, su impacto sobre los circuitos cerebrales revelan diferencias profundas. Esta investigación no solo matiza el uso generalizado del término «psicodélico», sino que también invita a replantear cómo categorizamos y estudiamos estas sustancias, sobre todo en el contexto terapéutico emergente.

El estudio fue dirigido por Mihai Avram, investigador senior en la Universidad de Lübeck, en colaboración con el laboratorio de Matthias Liechti en Basilea, Suiza, uno de los centros más activos en la investigación clínica con psicodélicos. El objetivo era realizar una comparación directa de los efectos del LSD, la MDMA y la d-anfetamina sobre la conectividad funcional del cerebro humano. Para ello, se utilizó una técnica de resonancia magnética funcional en estado de reposo (rs-fMRI), capaz de captar cómo se comunican distintas regiones del cerebro entre sí cuando el sujeto no está realizando ninguna tarea concreta.

Daño cerebral

Metodología rigurosa para un estudio comparativo

Veinticinco participantes sanos fueron sometidos a un protocolo cruzado y doble ciego. Cada uno de ellos recibió, en sesiones distintas y aleatorias, una dosis de 0,1 mg de LSD, 125 mg de MDMA, 40 mg de d-anfetamina o un placebo. Entre sesiones se respetaron los tiempos adecuados para minimizar efectos residuales, aunque los autores reconocen que no puede descartarse por completo la influencia acumulativa, un punto que abordan en las limitaciones del estudio.

El análisis se centró en tres dimensiones de la conectividad cerebral: la integridad de red (es decir, cuán cohesionado es el funcionamiento interno de cada red cerebral), la segregación entre redes (qué tan separadas o interconectadas están distintas redes funcionales), y la conectividad global (la influencia de cada región sobre el sistema cerebral en su conjunto). Además, se relacionaron estos patrones con la distribución de los receptores 5-HT2A —el principal punto de acción del LSD y otros psicodélicos clásicos— utilizando mapas cerebrales previos.

El LSD: una reorganización radical del cerebro en reposo

Aunque las tres sustancias produjeron una disminución en la integridad de redes como la visual y la frontoparietal —relacionadas con la percepción sensorial y las funciones ejecutivas—, el LSD fue el único compuesto que afectó significativamente a la red por defecto (default mode network, DMN). Esta red está vinculada al sentido del yo, la autoconciencia y los procesos de introspección, y su desorganización bajo los efectos del LSD ha sido asociada con experiencias de disolución del ego.

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Más allá de esto, el LSD incrementó de forma significativa la conectividad entre redes cerebrales que normalmente funcionan de manera más autónoma. En otras palabras, bajo los efectos del LSD, los límites funcionales entre distintos módulos cerebrales se difuminan, lo que podría explicar la sensación subjetiva de “unidad” o fusión sensorial que relatan quienes consumen este tipo de sustancias. Estas alteraciones fueron especialmente marcadas en regiones ricas en receptores serotoninérgicos 5-HT2A, lo que refuerza la hipótesis de que estos receptores juegan un papel central en los efectos del LSD.

Un hallazgo notable fue el aumento de la conectividad global en áreas como el tálamo y los ganglios basales, estructuras profundas involucradas en el filtrado de la información sensorial, la regulación motora y la motivación. Este patrón es coherente con la llamada “hipótesis del filtro talámico”, según la cual los psicodélicos alteran la función del tálamo como filtro de estímulos, permitiendo que una cantidad inusualmente alta de información —sensorial, emocional, interna— alcance la conciencia.

Doctor tracking the evolution of the patient's brain on the tablet

 

 

 

 

 

 

La MDMA y la d-anfetamina: más cercanas entre sí que al LSD

Por contraste, tanto la MDMA como la d-anfetamina mostraron un patrón de conectividad cerebral sorprendentemente similar entre ellas, a pesar de tener mecanismos de acción diferentes. Mientras que la d-anfetamina estimula sobre todo el sistema dopaminérgico, la MDMA actúa principalmente sobre la liberación de serotonina, aunque también afecta a la dopamina y la noradrenalina.

Sin embargo, desde el punto de vista de la conectividad cerebral, ambas sustancias redujeron la cohesión de redes sensoriales y no alteraron significativamente la red por defecto. Esta similitud sugiere que los efectos “prosociales” o emocionales de la MDMA —a menudo etiquetada como “psicodélica”— pueden no reflejar una reorganización cerebral tan profunda como la que induce el LSD. De hecho, los datos de este estudio muestran que, en términos neurofisiológicos, la MDMA se parece más a un estimulante que a un psicodélico clásico.

Repercusiones para la clasificación y el uso terapéutico de estas sustancias

El estudio de Avram y su equipo subraya la importancia de establecer distinciones claras entre diferentes tipos de sustancias psicoactivas, más allá de los efectos subjetivos que generan. La tendencia a agrupar psicodélicos clásicos como el LSD o la psilocibina con otras sustancias como la MDMA, la ketamina o incluso la ibogaína puede resultar engañosa desde el punto de vista científico y clínico.

En contextos terapéuticos, estas diferencias son cruciales. Si bien todas estas sustancias pueden tener utilidad clínica, sus mecanismos de acción, efectos sobre la conectividad cerebral y duración de los cambios inducidos son muy distintos. Entender estos matices será clave para avanzar hacia una psiquiatría personalizada, donde se puedan elegir tratamientos psicodélicos en función del perfil cerebral y psicológico del paciente.

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Como explicó Avram, el equipo tiene previsto continuar con estudios comparativos entre otros psicodélicos clásicos como la psilocibina y la mescalina, con el objetivo de mapear de forma más precisa cómo cada sustancia altera el cerebro. A medio y largo plazo, el objetivo es trasladar estos estudios a poblaciones clínicas, para identificar qué patrones de conectividad pueden predecir una mejor respuesta terapéutica en trastornos como la depresión, la ansiedad o el trastorno de estrés postraumático.

Activación cerebral bajo los efectos del LSD

Un paso más en la neurociencia psicodélica

En definitiva, este estudio aporta evidencia clave sobre cómo el LSD actúa sobre el cerebro humano, diferenciándose tanto de la MDMA como de la d-anfetamina. Si bien los tres compuestos generan estados alterados de conciencia, el LSD lo hace a través de una reorganización más profunda y global del sistema cerebral, lo que lo sitúa en una categoría neurobiológicamente distinta.

Estos hallazgos refuerzan la necesidad de seguir investigando con rigor científico los efectos de estas sustancias, no solo para comprender mejor la conciencia humana, sino también para aprovechar su potencial terapéutico de manera segura, informada y eficaz.

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Acerca del autor

Raúl del Pino es un destacado psiconauta, escritor y autoridad en sustancias psicoactivas, especialmente psicodélicos.

Fundador de www.psiconautica.org en 1996, el primer portal en lengua hispana sobre drogas, se ha enfocado en los Estados Modificados de Conciencia y la Psicología Transpersonal. Autor del libro "MDMA, sexo y tantra", Raúl combina rigor científico con introspección personal, explorando la relación entre psicoactivos, sexualidad y prácticas espirituales. Su trabajo contribuye significativamente a la comprensión y uso responsable de sustancias psicoactivas.