Dedicaremos este artículo sobre cannabis terapéutico a revisar las posibles repercusiones de la existencia de contaminantes biológicos sobre la salud humana. Revisaremos tanto los contaminantes más comunes (oídio y mildu) como microorganismos que producen patología de forma específica en humanos. Pondremos especial énfasis en las posibles consecuencias para usuarios terapéuticos del cannabis con inmunodepresión (tanto por VIH/SIDA como por consecuencia de quimioterapia).

La presencia de agentes biológicos (insectos, hongos, bacterias…) en muestras de cannabis es una de los asuntos más temidos por los cultivadores de esta planta. Tanto el cultivador amateur doméstico como el profesional saben que es uno de los problemas más frecuentes y se esmeran en evitar este tipo de situaciones. En esta revista se aborda de forma detallada el reconocimiento, prevención y tratamiento de las plagas más frecuentes en el cultivo de cannabis por parte de personas con conocimientos mucho mayores sobre el tema que los míos. Así, el objeto de este artículo no es describir todos los posibles contaminantes biológicos del cannabis ni centrarse en las formas de evitar que aparezcan en la planta o como tratarlo. Pero existen algunos patógenos concretos que pueden tener efectos sobre la salud humana, a los que dedicaremos este artículo.

Hongos y otros microorganismos pueden contaminar muestras de cannabis

La primera idea que hay que destacar es que, el hecho de que un alimento (o en este caso una planta) contenga bacterias u hongos no implica necesariamente que estos sean tóxicos. De hecho hay muchos ejemplos en la alimentación humana de este tipo de procesos. Bacterias como Streptococcus termophilus o Bacillus bulgaricus son responsables de los procesos de fermentación de la leche para dar lugar al yogur. La fermentación a través de agentes biológicos es un proceso frecuente en alimentos comunes como el pan o el vino, o tan exóticos como el miso, la salsa de soja o el natto (habas de soja fermentadas). El queso es otro producto que se obtiene a través de la acción de hongos, cuya presencia es más evidente en aquellos de color verde o azulado como el roquefort o el queso de Cabrales. Un ejemplo extremo es el casu marzu, un queso típico de la isla de Cerdeña en el que el proceso de fermentación se realiza a través de las larvas de la mosca del queso Piophila caesi. Las larvas eclosionan en el queso dando lugar a gusanos de varios centímetros. Aunque su comercialización está prohibida, no es difícil encontrarlo de forma artesanal en la isla.

Los hongos de la familia Aspergillus pueden producir enfermedades en humanos

Pero dejemos de lado estas delicias culinarias y volvamos al tema que nos ocupa. Como hemos señalado, la mera presencia de bacterias u hongos en las plantas o los alimentos no implica que éstos sean necesariamente perjudiciales para la salud. Pero existen casos en los que este daño sí puede producirse. Volviendo al ejemplo del queso, los quesos frescos artesanales preparados sin control sanitario pueden producir enfermedades como la brucelosis. Toxoplasma, Listeria o Salmonella son otros ejemplos de bacterias que pueden contaminar los alimentos y producir patología en humanos.

El cornezuelo del centeno es otro ejemplo paradigmático. El hongo Claviceps purpurea es un parásito que puede afectar a muchas variedades distintas de cereales y hierba, aunque el más importante es el centeno. Esta infestación de la planta da lugar a una disminución de la calidad del grano pero, lo que es más importante, libera toxinas (ergotamina y ergocristina entre ellas) que tienen efectos vasoconstrictores y neurológicos. El pan contaminado con cornezuelo de centeno fue causa de envenenamientos masivos durante la Edad Media. Se ha especulado con que los éxtasis místicos o los episodios de brujería tan frecuentes en el Medievo pudieran estar relacionados con cuadros alucinatorios inducidos por ergotamina, que es un pariente lejano de la LSD.

Se cree que el ergotismo por cornezuelo de centeno podría tener relación con cuadros alucinatorios en la Edad Media

Así, es muy importante diferenciar entre hongos y bacterias patógenos de  aquellos que no lo son a la hora de centrarnos en el cannabis. A nivel global el oídio (producido por Sphaerotheca macularis o Erysiphe communis) o el moho gris (Botrytis cinérea) son las enfermedades de la planta más frecuentes y temidas. La acción de estos hongos puede arruinar una cosecha pero no existen evidencias de que tengan efectos negativos sobre la salud humana. En estadios iniciales existen tratamientos químicos como el bicarbonato sódico que son inocuos para la salud. El tratamiento con determinados fungicidas y pesticidas sí podría dar lugar a consecuencias negativas para la salud humana, sobre todo si no se respetan las dosis, técnicas y procedimientos establecidos para el uso de estos productos. Pero, de forma general, la acción de este tipo de hongos es un problema más importante para el productor que para el consumidor. La acción de estos hongos puede dar lugar a un producto final con una calidad muy baja, pero en la práctica es poco probable que pequeños restos de estos hongos tengan consecuencias significativas para la salud. Tras hacer una revisión exhaustiva en las principales bases de datos médicas, no he podido encontrar un solo caso en el que se relacione enfermedad humana y este tipo de contaminantes. Si existe algún caso anecdótico no he sido capaz de localizarlo.

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Sin embargo, en otro tipo de situaciones sí existen datos suficientes que indican que existen riesgos reales para los humanos en el caso de contaminantes biológicos. Es importante destacar que con “reales” nos referimos a documentados, verificados o existentes. Pero esto no implica que sean frecuentes de forma necesaria. Las situaciones que vamos a comentar seguidamente están respaldadas por suficientes datos científicos como para relacionarlas de forma razonable con el uso de cannabis, pero esto no quiere decir que sean riesgos que aparezcan con elevada frecuencia.

El oídium puede contaminar muchos vegetales, incluyendo al cannabis

La primera situación hace referencia a los hongos de la familia Aspergillus. Se trata de una familia de hongos filamentosos, compuestos de cadenas de células llamadas hifas, que agrupa más de 600 especies distintas y que pueden producir distintos tipos de enfermedades en humanos. Explicado de una forma sencilla, la enfermedad por Aspergillus puede producirse por dos mecanismos distintos.

El primero se trata de la invasión directa del hongo en los diferentes tejidos del organismo. Aspergillus es capaz de producir enfermedades sobre todo en el aparato respiratorio (en los senos paranasales, los bronquios o los pulmones), produciendo distintos cuadros como la aspergilosis pulmonar invasiva, la sinusitis por aspergillus o la traqueobronquitis invasiva. También son posibles la afectación del cerebro (meningitis), del oído externo (otitis) o las cavidades del corazón (endocarditis). Una característica de las infecciones por Aspergillus es que raramente afectan a personas con una adecuada función del sistema inmunológico. Las personas con inmunodeficiencias (por infecciones virales como el SIDA, tratamiento con quimioterapia u otro tipo de enfermedades) son las más susceptibles a este tipo de enfermedades. Además, Aspergillus puede producir problemas de alergia, sobre todo respiratorias: sus componentes son reconocidos como “extraños” por el sistema inmunológico y dan lugar a asma, espasmo de los bronquios y otro tipo de problemas alérgicos.

La posibilidad de que Aspergillus pueda colonizar cepas de cannabis está suficientemente demostrada. Aunque estos hongos se encuentran con frecuencia en el heno también pueden encontrarse en ocasiones en la planta del cáñamo y distintos estudios sobre cultivos celulares han mostrado el crecimiento de cepas de Aspergillus en muestras de marihuana. También existen casos de aspergilosis pulmonar invasiva  y aspergilosis alérgica en fumadores de marihuana, que en algunos casos son usuarios terapéuticos de cannabis asociados a inmunodepresión. Algunos síntomas del VIH/SIDA o las náuseas inducidas por quimioterapia son dos de las indicaciones más claras del uso médico de cannabinoides, y en las dos situaciones puede producirse inmunodepresión. Hay comunicaciones científicas en las que se han diagnosticado este tipo de problemas y además se ha detectado el crecimiento de Aspergillus en la marihuana que utilizaban los enfermos.

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Como suele suceder en estos casos, hay que ser prudentes a la hora de interpretar estos resultados ya que las enfermedes por Aspergilus también aparecen en inmunodeprimidos que no usan marihuana. De hecho parece estar más fuertemente asociada a la primera situación (inmunodepresión) que a la segunda (uso de cannabis). Así que es muy difícil aventurar hasta qué punto el uso de cannabis puede ser la causa o un factor importante. En cualquier caso y en la práctica es sensato extremar las protecciones y los controles de tipo microbiológico sobre todo el uso terapéutico de cannabis por parte de pacientes inmunodeprimidos.

Las Salmonellas son otro tipo de bacterias conocidas por causar distintas enfermedades. En nuestro medio y en el imaginario popular se asocian con el verano y las mayonesas aunque en realidad pueden producir enfermedad alimentaria por manipulación de aves, carnes, leche y algunos vegetales. Existen unas cuantas epidemias de Salmonella relacionadas con marihuana. La más famosa es una que se produjo en 1982 en Ohio, en la que se detectaron 82 casos en pocos días en una ciudad de ese estado norteamericano sin que se encontrara ningún alimento relacionado. Finalmente, se descubrió que lo único que tenían en común esos 82 ciudadanos era su dealer de cannabis y en el análisis de muestras de la marihuana se detectó esta bacteria en suficientes cantidades como para producir enfermedad.

Otras bacterias patógenas como E.coli o K.pneumoniae también se han detectado en muestras de cannabis y han producido casos de enfermedad grave. En algunos casos se han detectado bacterias fecales en muestras de hachís, en probable relación con su ingestión para pasarlas a través de una frontera. Este tipo de métodos son relativamente frecuentes en relación con el tráfico de otras sustancias como la cocaína pero en el caso del cannabis, al menos en este momento y en nuestro medio, no dejan de ser una excepcionalidad.

El queso es un claro ejemplo de alimento obtenido por la acción de microorganismos

Así, como decíamos al principio, hay que distinguir entre el grado de veracidad de un hecho, que en este caso es alto, y el riesgo real que supone, que es bajo. Los casos que hemos presentado en este artículo suponen situaciones poco frecuentes que, por este mismo hecho, llaman la atención y son publicados en artículos científicos, pero no forman parte de los riesgos frecuentes asociados al cannabis.

En cualquier caso y como suele suceder, el sentido común es el que impera. El cannabis para uso humano debería de estar sometido a controles biológicos y medidas higiénico-sanitarias que garanticen una calidad óptima del producto, a través de procedimientos de control como se aplican a otras plantas. Sería deseable que en las distintas normativas de regularización que se están manejando, impulsadas por colectivos y asociaciones, se hiciera referencia a este aspecto para garantizar la salud de los consumidores.

Acerca del autor

Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.