En Reino Unido, un proyecto de ley puede dar esperanza a millones de personas que sufren innecesariamente y permitirles elegir su camino terapéutico

Durante gran parte de mi vida adulta he tenido que levantarme cada mañana luchando contra la esclerosis múltiple. A veces es una tarea ingrata: mis piernas cruzadas como una tijera, estranguladas en un espasmo del que me esfuerzo en salir.

Estoy convencido de que el cannabis me ha permitido vivir una vida más normal de la que hubiera tenido sin él con este dolor constante. Siempre lo he fumado. Pero en los últimos años he estado haciendo aceite de cannabis y convirtiéndolo en líquido. Unas gotas de mi brebaje especial mitigan cualquier molestia, me aclaran la mente y me ayudan a dormir sin espasmos.

Pero fumarme un porro o hacer este brebaje de cannabis podría llevarme a cinco años de cárcel según la legislación actual sobre narcóticos. El estigma de tener antecedentes penales no es ético ni justo para ninguna persona que viva con esclerosis múltiple o cualquier otra dolencia que pueda ser aliviada con el cannabis, como la enfermedad de Parkinson, el trastorno por estrés postraumático o el cáncer.

Desde que a principios de los años setenta comenzó la ” guerra contra las drogas”, millones de personas con problemas médicos han recibido un pésimo trato. Alabado durante siglos por sus beneficios terapéuticos, el cannabis fue injustamente demonizado, puesto al nivel de la heroína y la cocaína para dejarlo fuera del alcance de la sociedad.

Pero esa guerra se perdió hace mucho. Se estima que el mercado mundial de drogas ilegales mueve unos  400.000 millones de dólares al año. Esa cifra, que simboliza el fracaso total de la política, no tiene en cuenta los miles de millones desperdiciados en combatir las drogas.

Varias fuerzas policiales de Reino Unido, entre ellas las de Durham,  despenalizaron en la práctica el uso personal del cannabis para reorganizar sus recursos cambiando las prioridades. La opinión pública está a favor de un cambio legislativo, especialmente en lo referido al cannabis de uso medicinal. Es probable que esta tendencia crezca aún más tras la lucha de la madre del niño de seis años aquejado de una rara forma de epilepsia al que le denegaron el permiso para ser tratado con aceite de cannabis.

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Gracias a los cambios legislativos en partes de Estados Unidos, Canadá y https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/feb/23/criminalise-cannabis-pain-bill-reform&referrer=https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/feb/23/criminalise-cannabis-pain-bill-reform#3857d66634a5″ target=”_blank” class=”mce”> Alemania, el uso medicinal del cannabis es ahora legal en esas zonas. El cambio de política ha permitido a muchas personas elegir su propio camino terapéutico, lo que a su vez ha posibilitado a otras tantas escapar de la adicción a los opioides recetados.

El Gobierno de Reino Unido parece reacio a seguir ese modelo. Pero desde 1998  GW Pharmaceuticals ha obtenido el permiso para producir Sativex. El medicamento para enfermos de esclerosis múltiple se deriva de plantas de cannabis, en su mayoría cultivadas por British Sugar. Es un paso adelante, pero ha provocado el desarrollo y la venta de cannabis de uso medicinal a un precio exageradamente alto.

Sólo un puñado de personas aquejadas de esclerosis múltiple lo recibe: el National Institute for Health and Care Excellence, responsable de autorizar los medicamentos que usa la sanidad pública, lo considera demasiado caro. Un año de suministro puede costar más de 5.800 euros. Para beneficiarse de él, hay que vivir en algunas partes de Gales o pagar a médicos privados.

La fórmula de cada frasco de 10 ml de Sativex incluye los principales componentes del cannabis: THC y CBD (2,5 mg de cada uno). La botella cuesta 140 euros y dura un promedio de 10 días. Veintiocho gramos (una onza) de cannabis medicinal me cuestan unos 290 euros y tienen más de 900 mg de cada componente. Una vez extraído en aceite de cannabis y convenientemente dosificado, puede producir unas 350 botellas de un producto que hace el mismo trabajo por un precio mucho más reducido.

Claro, al hacer el atomizador infrinjo la ley. Pero eso pone de relieve la hipocresía de la postura del Gobierno y su desinterés en facilitar una reforma real. El proceso de producción no es ni mucho menos física nuclear y en muchos países el cannabis es una hierba común. No debería costar un ojo de la cara y parte del otro. La gente es rehén de una ley anticuada.

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Hay mucho en juego en la próxima y segunda lectura del proyecto de ley de Paul Flynn, que aboga por la legalización del cannabis para uso médico. Si finalmente se convierte en ley, será un día histórico para las personas que viven con una enfermedad crónica o dolor constante.

Las grandes farmacéuticas y las grandes empresas de la industria, como British Sugar, pueden tratar de proteger sus intereses resistiéndose al mercado libre regulado de cannabis para uso medicinal. Victoria Atkins, responsable de las medicinas en el Gobierno, ha dejado claro su rechazo a cualquier tipo de reforma en las leyes sobre el cannabis medicinal (dicho sea de paso, su marido Paul Kenward, es el director general de British Sugar).

Pero Flynn tiene muchos partidarios de su lado. Tal vez legalizar el cannabis medicinal sea algo personal para mí, pero debería serlo para todos nosotros. Hay más de 11 millones de personas que viven con discapacidad en el Reino Unido. El envejecimiento de la población significa que pocos evitarán el dolor que se avecina. Los beneficios conocidos en Estados Unidos y en todo el mundo nos ofrecen un modelo sobre el que empezar a trabajar.

James Coke es escritor y autor del blog thedisabledchef.com

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Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.