Enfermas que padecen esclerosis múltiple o dolor crónico relatan los beneficios que les ha aportado el uso terapéutico de la marihuana tras años con medicamentos que no mejoraban su salud, y lamentan que aún no haya sido regulado en España

En España, aunque faltan las cifras oficiales porque su uso no está regularizado, hay más de 250.000 personas que utilizan el cannabis como tratamiento para paliar los efectos de sus enfermedades: cáncer, esclerosis múltiple, dolor crónico, algunos tipos de epilepsia o artritis, entre otras. Dos de esas pacientes han relatado para Público su experiencia, Mónica Ruera, que padece dolor crónico a causa de un síndrome de espalda fallida, y Pilar Arranz, con una esclerosis múltiple progresiva primaria.

“El cannabis ha sido para mí como una luz al final de un túnel”, repite varias veces Mónica para describir lo que ha supuesto para ella el uso terapéutico de la marihuana tras años sufriendo sin descanso un dolor terrible que ningún tratamiento médico era capaz de aliviar. Tanto ella como Pilar han participado en la Semana de Concienciación (que organiza el Observatorio Español del Cannabis Medicinal para impulsar en España una regulación que ya se ha cometido en otros muchos países del mundo, como Alemania, Italia, Gran Bretaña, EEUU, Canadá o Israel).

Mónica Ruera es economista y desde el embarazo de sus dos niñas, hace quince años, padece un dolor crónico neuropático causado por un nervio de la espalda que tuvieron que operarle dos veces. Su dolencia le obliga a estar 17 horas al día tumbada y el dolor que sufre es tan intenso que ni siquiera notó el que se produce durante un parto. Le han hecho 20 intervenciones quirúrgicas menores, le han inyectado morfina y corticoides por vía intravenosa dos veces a la semana, ha tomado una decena de pastillas diarias, antidepresivos, antiinflamatorios, derivados mórficos, pero nada de eso le ha permitido llevar una vida mínimamente confortable.

“Era abrir los ojos por la mañana y ver en mi cabeza todos los minutos del resto del día que me quedaban por delante sufriendo un dolor intenso permanente. Eso era absolutamente desolador para mí, teniendo además dos hijas pequeñas”, recuerda Mónica. Viéndola tan mal y sin ya más tratamientos a mano que pudieran aliviar su dolor, el médico de la Unidad del Dolor que le atendía en Madrid, donde ella vive, le recomendó que probara con el cannabis, cuyo uso terapéutico había conocido en un congreso en el que había intervenido Carola Pérez, la presidenta del Observatorio Español del Cannabis Medicinal.

Y ahí se encendió “la luz al final del túnel” para esta mujer. Acudió a la asociación Dosemociones y allí un médico evaluó su caso y le asesoraron sobre cómo tomar el cannabis para su dolencia: en aceite y vaporizado, con unas cantidades y modos de consumo que varían en función de su estado de salud, un tratamiento que incluso ella puede llegar a interrumpir durante un día y que no supera los cinco gramos al mes.

“Aunque necesite seguir estando tumbada 17 horas al día, puedo hacer cosas, algo que antes era imposible”

“Con el cannabis he conseguido desintoxicarme de todo lo demás. Puedo regular su uso, me permite tener momentos de alivio en mi dolor crónico. Es como magia. Aunque necesite seguir estando tumbada 17 horas al día, puedo hacer cosas, algo que antes era imposible, cuando yo siendo tan joven me había llegado a preguntar cómo iba a seguir viviendo de esa manera”, dice.

Ha dejado de tomar opioides

Ahora, Mónica Ruera tan solo toma un relajante muscular, aparte del cannabis, y ha dejado a un lado los opioides que estuvo administrándose durante años, Tramadol, aparte de la morfina que le inyectaban dos veces por semana, los cuales, debido a su poder adictivo, no son fáciles de abandonar. Y ella se niega a volver a recurrir a ellos, aunque desde la Unidad del Dolor le ofrezcan como único tratamiento posible fentanilo, un potente opioide sintético que ha originado miles de muertes en EEUU, a causa –en la mayoría de los casos– de una sobredosis accidental provocada por la necesidad de quien lo consume de aumentar la dosis para mantener el mismo efecto.

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Los cambios en la vida de esta mujer han sido considerables desde que empezó a tomar cannabis hace tres años: ha podido recuperar parte de su vida social, salir de casa a comer, hacer algo de deporte e, incluso, viajar, una de sus aficiones favoritas de la que había tenido que olvidarse durante un largo tiempo. A principios de este año, antes de que se desatara la pandemia, ya se vio con fuerzas para emprender un largo viaje con su familia. Y en la elección del destino resultó decisivo el factor de la accesibilidad a la medicina. Por eso se decantó por Florida, porque en ese estado de EEUU es legal el uso del cannabis medicinal, que puedes obtener fácilmente en tiendas autorizadas.

Y esa facilidad para adquirir el cannabis es la que a esta paciente le gustaría poder disfrutar en España, donde ella lo compra en un dispensario terapéutico del que prefiere no decir el nombre para evitarle problemas, donde se ve expuesta a una multa de un mínimo de 600 euros por la aplicación de la Ley de Seguridad Ciudadana –Ley Mordaza–  a causa de la tenencia de drogas en la vía pública o en un aeropuerto cuando se va de viaje o cuando, durante el pasado confinamiento en el estado de alarma, estaban cerradas las asociaciones que lo dispensan con unas mínimas garantías y se obligaba a los pacientes a recurrir al mercado negro sin ninguna seguridad ni sanitaria ni jurídica.

“Solo queremos tener una calidad de vida digna, no somos delincuentes”

“Yo le diría al Gobierno, al ministro de Sanidad, que tuvieran un poco de empatía con lo que estamos sufriendo las personas que necesitamos el cannabis para nuestras enfermedades y que solo queremos tener una calidad de vida digna, que no somos delincuentes. Y nos preguntamos: ¿por qué en España esto no es legal? ¿Por qué en España se está produciendo cannabis para uso medicinal con autorización del Gobierno y aquí no se puede tomar y se tiene que exportar a otros países donde sus pacientes sí pueden tomarlo?”, se cuestiona Mónica Ruera.

Remedio para una esclerosis múltiple progresiva

A Pilar Arranz la vida le dio un vuelco en el verano de 2008, cuando le diagnosticaron una esclerosis múltiple progresiva primaria, una enfermedad degenerativa e incurable. Su trabajo como periodista, su autonomía personal, su salud, todo se vino abajo. Desde entonces, el cerebro se le ha ido llenando de pequeñas cicatrices a causa de los cortes del ‘cableado’ en las conexiones nerviosas y eso ha tenido múltiples consecuencias. “Le llaman –dice ella– la enfermedad de las mil caras, porque te puede atacar a cualquier parte del organismo. Yo he tenido disfagias de atragantarme, he estado tuerta tres años sin apenas ver de un ojo, he sufrido un cansancio agudo, agotamiento, de no poder hacer casi nada…”.

Para tratar de paliar esa maraña de afecciones, Pilar llegó a tomar 23 pastillas al día, calmantes, inmunodepresores, protectores para el estómago, pero aun así no conseguía aliviar las dolencias que se reproducían por todo su cuerpo. Hasta que descubrió el uso terapéutico del cannabis, algo que ya había experimentado años antes, cuando le operaron de una hernia discal y sintió con la marihuana un efecto analgésico que no le proporcionaban los relajantes musculares.

Pero para tratar los efectos de la esclerosis, esta mujer ha preferido buscar asesoramiento médico y científico sobre el uso medicinal del cannabis, algo que ha encontrado, como en el caso de Mónica Ruera, en la asociación Dosemociones. Gracias a esa ayuda profesional, ahora prepara cada día una vaporización de flores con un porcentaje de CBD y THC (componentes del cannabis) estrictamente indicado para sus necesidades, que repite de media entre tres y cuatro veces al día, dependiendo de su estado de salud, en un aparato que le advierte de cuando ha llegado a la temperatura de 185 grados fijada.

“Desde que tomo el cannabis así, desde hace dos o tres años, mi enfermedad se ha estabilizado. Siento alivio y bienestar mental. Me aplaca el dolor y, de alguna forma, me baja la espasticidad de los músculos que antes, de pronto, me provocaba un dolor en la mano”, asegura Pilar Arranz, quien ha pasado de ingerir 23 pastillas al día a tratarse únicamente con las vaporizaciones de cannabis y paracetamol.

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Esta mujer enferma de esclerosis múltiple afirma que, “para sorpresa de los neurólogos”, se encuentra estable, camina todos los días, ayudada de un bastón, entre cuatro y seis kilómetros, y ya no sufre cada dos por tres las disfagias y agotamientos que antes la dejaban ‘KO’ ni las caídas producidas por la repentina ‘desconexión’ de su pierna izquierda. Por esa razón, ella se considera a sí mismo una evidencia de los beneficios que aporta el uso medicinal del cannabis y le molesta una barbaridad que el Gobierno haya dicho, en una respuesta al PNV, que hacen falta más evidencias científicas para regular su utilización en España.

“Eso me parece hipócrita y una mentira cuando, además, hay una docena de países que ya lo tienen regularizado. ¿Me están diciendo que como enferma no use cannabis al mismo tiempo que conceden una licencia a cuatro empresas para que puedan cultivar y se lucren con ello? ¿Y yo qué soy, que ahora puedo caminar y llevo un año y medio sin tomar nada para mi enfermedad, un holograma, un milagro? La ignorancia es muy arrogante. Esa es mi respuesta a la respuesta del Gobierno”, dice enfadada Pilar.

“El cannabis no me ha cambiado la vida, me ha permitido vivirla. Lo que me ha cambiado la vida es la esclerosis múltiple”.

A juicio de esta paciente, además de aportar beneficios a la salud, el cannabis medicinal favorece el ahorro. En su caso, asegura que le ha ahorrado ya al Estado “miles de euros” en gastos de medicamentos que ya no necesita, en asistencia médica y hospitalaria, porque ha pasado de precisar atención en una decena de especialidades a solo requerirla en dos, urología y neurología, y hasta en el servicio de ayuda a domicilio que le adjudicaron por el reconocimiento del grado uno de dependencia, que suprimió en marzo porque ha ganado en autonomía. Sin embargo, Pilar Arranz quiere dejar muy clara una cosa: “el cannabis –subraya– no me ha cambiado la vida, me ha permitido vivirla. Lo que me ha cambiado la vida es la esclerosis múltiple”.

La presidenta del Observatorio del Cannabis Medicinal lamenta que los miles de pacientes que utilizan en España esta planta para el tratamiento de sus dolencias sigan marginados, sin poder beneficiarse de una regulación que acabe con la inseguridad jurídica y sanitaria que padecen. “Es una situación cruel. No puede ser que sigamos así, mientras en otros países esto ya está más que superado. Nos estamos quedando atrás”, recalca Carola Pérez.

La Semana de Concienciación que concluyó el viernes ha servido, a su juicio, para aportar más luz en medio de tanta oscuridad sobre el uso de una planta con fines medicinales y contribuir con más información al debate de la regulación con el anuncio, por ejemplo, de que la Sociedad Española del Dolor ha creado un equipo de investigación en cannabinoides. “Los pacientes no pueden esperar más a que el Gobierno encuentre las evidencias científicas que dicen que le faltan. Es un sinsentido absoluto y la bola de nieve cada vez es mayor”, advierte Carola Pérez.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.