Después de décadas de estigma, hay un resurgimiento de interés en los hongos alucinógenos por su potencial para la atención psiquiátrica.
En un despacho alfombrado, Alex Beck se acomodó en un colchón y, bajo la vigilancia de un guía entrenado, empezó a masticar un puñado de hongos “Pumpkin Hillbilly”.
Beck, un veterano de la Infantería de Marina que sufrió agresiones sexuales durante su estancia en las fuerzas armadas, llevaba mucho tiempo buscando sin éxito una manera de superar esos años de pesadilla. Ahora estaba preparado para un viaje diferente, un viaje psicodélico por las regiones más recónditas de su mente.
Cuando sintió que sus pensamientos empezaban a dar vueltas, su “facilitador”, Josh Goldstein, lo animó a rendirse y dejarse guiar por los hongos.
“Es como la idea de plantar una semilla y luego dejarla ir”, comentó.
Estigmatizados por la ley y la medicina durante el último medio siglo, los psicodélicos se encuentran en medio de un repentino resurgimiento, con un conjunto de investigaciones cada vez más grande que sugiere que los compuestos que alteran la mente podrían cambiar la atención psiquiátrica. Los gobiernos de varios lugares han empezado a abrir cautelosamente el acceso, y cuando los votantes de Oregón aprobaron un amplio plan de despenalización de las drogas en 2020, también respaldaron una iniciativa para permitir el uso de los hongos como terapia.
Este verano, el estado estrenó por primera vez un mercado legal de hongos de psilocibina, más conocidos como hongos mágicos. Lejos de los días de consumo ilícito en sótanos y furgonetas, el programa permite a la gente embarcarse en un viaje terapéutico, comprando hongos producidos por un cultivador autorizado por el estado y consumiéndolos en una instalación autorizada bajo la guía de un facilitador certificado.
Beck, de 30 años, fue uno de los primeros clientes de un centro del suburbio de Bend, en el centro de Oregón, que empezó a impartir sesiones este verano en un edificio que otros días de la semana ofrece servicios quiroprácticos.
En su juventud, Beck había experimentado con psicodélicos en su tiempo libre. Pero en la adultez, mientras luchaba contra su persistente estrés postraumático, se enteró de lo que parecían nuevas y prometedoras investigaciones sobre psicodélicos de origen vegetal para problemas de salud mental que no respondían a otros tratamientos. Se preguntó si podrían ayudarlo a despejar su mente de los horrores del pasado.
“Intento resetear mi cerebro para poder ver la vida de otra manera”, afirmó.
Las plantas y los hongos con propiedades psicoactivas se utilizan desde hace miles de años. Los usos más modernos en Estados Unidos surgieron en la década de 1950 con las prometedoras investigaciones sobre el LSD y la psilocibina, y las sustancias pronto se convirtieron en algo propio del movimiento contracultural, hasta el punto de que los líderes políticos se movilizaron para criminalizar su uso y detener la investigación sobre sus efectos.
Al alterar la actividad normal del cerebro, la psilocibina tiene el poder de distorsionar las percepciones, transformar los sentidos y doblegar las emociones. Los investigadores ven la posibilidad de dotar al cerebro de una nueva elasticidad, permitiendo a las personas escapar de los atolladeros mentales. Varios estudios han sugerido que pueden lograrse avances para las personas con problemas de salud mental, como el trastorno de estrés postraumático, la adicción a sustancias y la depresión resistente al tratamiento, sin las propiedades adictivas de otras drogas.
Para quienes llevan mucho tiempo trabajando en la investigación sobre psicodélicos, la repentina ampliación del acceso en Oregón y Colorado, junto con ciudades como Denver, Detroit, Minneapolis y Washington D. C., ha provocado una mezcla de euforia y temor. Oregón se ha decantado por un planteamiento intermedio, que no exige la supervisión de un médico ni un diagnóstico médico específico, pero sí una estricta supervisión de la oferta y el consumo.
Janis Phelps, directora del Centro de Investigación y Terapias Psicodélicas del Instituto de Estudios Integrales de California, dijo que ella y otros investigadores habían desconfiado del movimiento de despenalización. Muchos en este campo habían trabajado durante años para seguir siendo estrictamente científicos, con la esperanza de evitar las medidas enérgicas del gobierno, y para dar tiempo a la Administración de Alimentos y Medicamentos de que revise plenamente los efectos de la psilocibina antes de seguir adelante con las iniciativas para hacerla legal.
“Cambié de opinión”, afirmó. Aunque sigue preocupada por la posibilidad de que malos actores intenten introducirse en el sector con fines estrictamente lucrativos o aprovecharse de personas vulnerables, ha llegado a creer que la puerta abierta en Oregón podría hacer avanzar el uso de los psicodélicos de un modo que los criterios metódicos no podrían.
Charles Nemeroff, director del departamento de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Texas en Austin, dijo que sigue siendo cauteloso. La psilocibina es potente, con efectos inmediatos que duran horas, y resultados inciertos para los pacientes, señaló, recordando a una paciente suya que ha experimentado psicosis prolongada y ha perdido parcialmente la conexión con la realidad, después de tomar dosis de hongos. Los tratamientos le arruinaron la vida, comentó Nemeroff, quien afirmó estar preocupado por la falta de supervisión médica necesaria en el programa de Oregón.
“Me siento realmente incómodo con esto”, dijo, y añadió que podría borrar los progresos realizados en este campo. “Acabaremos volviendo a la era nixoniana en la que los psicodélicos ni siquiera podían estudiarse”.
Mientras que algún tipo de marihuana legalizada está autorizada en todos los estados, excepto en doce, creando una industria enorme y multimillonaria, el mercado de la psilocibina sigue siendo pequeño, con una perspectiva financiera incierta para los que se introducen en este. Solo cinco empresas están autorizadas a fabricar los hongos de uso terapéutico en Oregón, con trece lugares aprobados para albergar sesiones de dosificación.
Bend alberga dos de ellos. Uno ofrece una experiencia de tratamiento que llega a costar hasta 15.000 dólares, incluidos varios días dedicados a conocer al facilitador y el espacio similar a una casa adosada donde se realiza el tratamiento. Beck, que vive en Bend, se puso en contacto con otra organización sin fines de lucro conocida como Bendable, que ayuda a coordinar el tratamiento y pide a los clientes que paguen lo que puedan permitirse.
Una sola sesión cuesta cerca de 3000 dólares, lo que incluye una reunión preparatoria, una sesión guiada con los hongos que dura varias horas y una cita de seguimiento unos días después en la que el cliente analiza las lecciones de la sesión y cómo integrarlas en su otra terapia.
Amanda Gow, directora ejecutiva de Bendable, dice que cada día abre su correo electrónico para recibir mensajes de todo el país: una mujer de Kentucky desesperada por recibir ayuda para el trastorno de estrés postraumático de su marido, un padre del oeste de Oregón dispuesto a probar cualquier cosa para ayudar a su hijo adulto con depresión, una madre soltera de Bend que lucha contra un trauma infantil.
Muchos describen años de terapia, visitas médicas y antidepresivos, pero pocos progresos. La lista de espera incluye a cientos de personas.
Las autoridades de otros estados están pendientes de lo que ocurre en Oregón. Los votantes de Colorado aprobaron el año pasado una medida para despenalizar la psilocibina y encaminar al estado hacia un mercado terapéutico legal. En otros estados, como Texas, los legisladores han autorizado estudios sobre la psilocibina para tratar dolencias como el TEPT. La FDA concedió a la droga el estatus de “terapia innovadora”, lo que permite la revisión acelerada de sustancias que han demostrado ser muy prometedoras.Pero no está claro cuál es el mejor camino a seguir. Este año, los legisladores californianos aprobaron un proyecto de ley para despenalizar varios alucinógenos, pero el gobernador Gavin Newsom vetó la medida, alegando que el estado primero necesita establecer directrices de tratamiento reguladas. La Asociación Estadounidense de Psiquiatría ha instado a la cautela diciendo que, por ahora, los tratamientos deben limitarse a los estudios de investigación.
Goldstein, que trabaja con Bendable y guía sesiones para clientes, tuvo su primera experiencia psicodélica hace más de tres décadas y ha pasado los últimos años facilitando sesiones clandestinas con setas. No tiene título de médico, pero antes trabajó como director académico en un internado terapéutico.
No todas las sesiones que ha supervisado han sido agradables. Dijo que una clienta tuvo hace poco su primera sesión psicodélica y la odió, pidiendo que terminara al poco de empezar. Duró seis horas. Dijo que estas experiencias muestran la importancia de las sesiones guiadas, con alguien capaz de ayudar a la gente a navegar por la experiencia. Incluso una sesión difícil, dijo, puede ayudar a los clientes a comprender por qué estaban luchando tanto con lo que tenían en mente.
“Esos pueden ser mejores que los que solo ven arcoíris y unicornios”, dijo.
Para su sesión, Beck llegó por la mañana al despacho. Beck encendió una vela y Goldstein puso una lista de reproducción de música que traza el arco de una experiencia con psilocibina, comenzando con temas tranquilizadores con títulos como “Viajero de la flauta” y “Abriendo las puertas de la eternidad”.
Una vez que los hongos hicieron efecto, como Beck lo describió más tarde, sintió que empezaba a agitarse, pero Goldstein dijo que había permanecido en calma. Beck recordaba visiones de coloridos hilos que flotaban por su mente, envolviéndose alrededor de diferentes temas que se había preparado para abordar: la agresión sexual, el trastorno de estrés postraumático, varias relaciones difíciles.
Cuando el efecto de los hongos empezó a desaparecer tras varias horas, se le salieron las lágrimas. Le contó a Goldstein que se había dado cuenta de lo importante que era para él su familia. Por primera vez decidió que quería tener hijos algún día.
Al día siguiente, Beck y Goldstein se reunieron en un parque para hablar de la experiencia y de cómo integrarla en la terapia más tradicional de Beck.
“Me había aferrado a muchos traumas y problemas”, relató Beck. “Fue como si me hubiera liberado de un peso enorme”.
Aun así, queda mucho por hacer. Beck sigue con su terapia tradicional y planea aumentar la frecuencia de esas sesiones, que le han resultado productivas al tener más claro lo que hay que tratar. Los tratamientos se han complementado de manera mutua, explicó.
“Yo no diría que es una cura total inmediata”, concluyó. “Requiere trabajo”.
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.