El cannabidiol (CBD) es el producto de moda. Si durante años, con la popularizaron de las técnicas de cultivo casero de cannabis, las marcas de semillas competían por conseguir niveles elevados de THC en sus productos, desde que se inició la “moda” del CBD hoy la competencia se ha traspasado a conseguir variedades con cantidades lo más altas posibles de CBD.
Es difícil explicar la “moda” del CBD, de nuevo entrecomillada porque como tal es posible que también sea pasajera a medida que se vayan descubriendo propiedades de otros cannabinoides y la industria inicie una nueva competición (si es que no lo está haciendo ya) por conseguir variedades altas en nuevos cannabinoides pendientes de ser sus efectos mejor caracterizados. Probablemente esta moda obedece a diversas razones. Quizás la principal es que el cannabis se sitúa en una frontera indefinida entre la recreación y la automedicación (o autocuidado, como lo refiere tan acertadamente el antropólogo Antoniu Llort). De ahí que la tendencia a rebajar la psicoactividad del cannabis sea algo que agradece el mercado en el que compra el usuario medio. Otra, sin duda, es la concepción que se ha ido adoptando acerca del CBD como el “compuesto medicinal del cannabis”, y de nuevo entrecomillado porque su parte de realidad es solo parcial. Si bien es cierto que el CBD tiene sus propiedades terapéuticas indiscutibles, en ningún caso, o no en tantos como se dice, es ni mucho menos el componente medicinal del cannabis. El cannabis es una planta muy compleja, que contiene más de 100 fitocannabinoides y otros tantos cientos de compuestos activos entre terpenos, flavonoides, aminoácidos y un largo etcétera. Otra cosa es que, como serán algunos de los casos que veamos en este artículo, su uso como compuesto aislado pueda tener indicaciones terapéuticas específicas. Pero en este caso ya hablamos de medicina basada en compuestos concretos, no en medicina cannábica, por mucho que el CBD, como cualquier otro fitocannabinoide aislado de la planta, o producido por síntesis química, sea un compuesto cannábico.

El CBD tiene propiedades concretas, si bien no del todo bien estudiadas, sobre determinados síntomas y/o enfermedades y procesos fisiopatológicos orgánicos, como son sus efectos antiinflamatorios, anticonvulsivos o incluso su posible efecto neuroprotector. Pero estamos aún muy lejos de que estas propiedades se hayan explorado de manera científica por medio de ensayos clínicos, por lo que las evidencias de todas las propiedades médicas que se le atribuyen al CBD a día de hoy no pasan de ser, lo que se conoce en medicina, anecdóticas. La moda del CBD, y sus precios, está llevando a muchas personas a depositar esperanza y mucho dinero en aquellos que mi amiga, la doctora Raquel Peyraube, llama los traficantes de esperanzas. Y estamos asistiendo al asombroso fenómeno de la popularización del CBD de ver cómo se reproduce dentro de la paramedicina cannábica lo que tantos pertenecientes a esa misma paramedicina criticaban de la industria farmacéutica: un mercado en el que importa más el beneficio económico que el paciente. La realidad es que los estudios que hay a día de hoy con CBD se han hecho mayormente en animales. Los pocos (escasos) que se han hecho en humanos con CBD han sido, o están siendo, en determinadas epilepsias infantiles refractarias y en psicosis. Veamos ahora qué se sabe sobre el CBD y su tratamiento en problemas de salud mental.
El CBD como ansiolítico
La ansiedad es de lejos el principal problema que se enfrenta el ciudadano medio occidental. No vamos a entrar a valorar las causas, que comparten sin duda altos componentes sociales (probablemente más que cualquier otro problema psicológico), con sus correspondientes cargas genéticas, de personalidad y factuales de todo tipo. La ansiedad no es un trastorno psicológico de por sí, forma parte de la vida cotidiana de cada individuo y es una manifestación más o menos acentuada del nivel de estrés que cada persona esté experimentando en cada momento concreto de su vida. Pero la ansiedad se convierte en un síntoma cuando es acentuado, y esto ocurre en cada proceso patológico. Y por proceso patológico me refiero tanto a trastornos de orden psicológico como a enfermedades médicas. Es poco probable una gripe produzca ansiedad, pero si la gripe se convierte en neumonía puede que la cosa cambie y la persona ya empiece a preocuparse un poco más de lo normal. Cualquier trastorno psicológico, desde la depresión a la esquizofrenia, o cualquier enfermedad crónica, sobre todo el dolor crónico, cursan irremediablemente con ansiedad. Ansiedad que se entiende como un síntoma de la enfermedad, pero que en muchos casos de enfermedades que se cronifican se convierte en enfermedad en sí misma, y no tanto en un síntoma.
El efecto ansiolítico del CBD es uno de los efectos más demostrados de entre todos los efectos psicológicos estudiados sobre el CBD. Los mecanismos neurobiológicos del CBD son complejos y están muy lejos de estar tan bien caracterizados como los del THC (que tampoco lo están por completo). El CBD inhibe la degradación de la anandamida y actúa sobre los receptores serotoninérgicos 5-HT1A, relacionados con efectos antidepresivos probablemente porque la activación de dichos receptores neuronales induce neurogénesis (o producción de nuevas neuronas precisamente en aquellas áreas cerebrales atacadas por las hormonas del estrés, como son el hipocampo y algunas áreas cerebrales frontales). Parece también que el CBD en el plano neurobiológico hace más cosas, pero la mayoría de ellas siguen siendo poco conocidas. En pruebas de efectos psicológicos, cuando se ha comparado su administración aguda con los efectos del THC, se comporta como un ansiolítico, no induce efectos psicotomiméticos y no tienen efectos sobre la memoria a corto plazo. Este efecto ansiolítico no se acompaña de sedación, ni de afectación intelectual, lo cual es importante para los pacientes que necesitan realizar trabajos en los que se requiera concentración. Si se administra antes de administrar THC, en comparación con un placebo, es capaz de prevenir el efecto psicotomimético del THC. Pero en estudios en los que el CBD y el THC se han administrado simultáneamente (por ejemplo por vía vaporizada), aunque algunos de estos efectos del CBD persisten, el efecto global de colocón (high) es idéntico a si se administra solamente THC. En este sentido es en el que hablamos cómo el CBD en su forma aislada y no en combinación con THC, o en su presencia en la planta, donde los efectos son necesariamente distintos pues, aparte del CBD, va todo el arsenal químico presente en la planta del cannabis. Luego lo que aquí hablemos acerca de los efectos del CBD aislado no es inmediatamente extrapolable a la modulación de los efectos que puede ejercer dentro de la planta. Tiene los suyos propios, pero sería necesario otro artículo diferente y específico para valorar dichos efectos. En este artículo en concreto nos quedaremos solamente con el CBD como tal, por mucha frustración que produzca tanto al lector como a quien escribe. Quizás más adelante, cuando haya más información científica al respecto, abordaremos ese otro aspecto, no menos interesante, del CBD como formando parte del efecto entourage de los efectos de la planta del cannabis en sí con todos sus compuestos bioactivos que se conozcan entonces funcionando a la vez.
El único ensayo clínico que se ha hecho hasta la fecha con CBD ha sido en un modelo de laboratorio de Trastorno de Ansiedad Generalizada, probablemente el trastorno psicológico que afecta a mayor cantidad de población occidental. El modelo que se utiliza para este tipo de estudios en con pacientes que tienen Fobia Social a los que se les somete a una prueba de hablar en público y se evalúa su nivel de ansiedad en determinadas fases. A diferencia del placebo, que arrojó puntuaciones altísimas en los momentos tanto anticipatorios de la prueba como durante la realización de la prueba en sí, el CBD (a dosis de 600 mg) bajó las puntuaciones en ansiedad hasta quedar equiparadas a las de los sujetos sin Fobia Social que fueron sometidos a la prueba. No hay más estudios con CBD en trastornos de la ansiedad. Luego cualquier extrapolación de un único estudio es obligadamente limitada. Si el CBD se comportara como un buen ansiolítico sería un fármaco perfecto por su bajo perfil de efectos secundarios y porque no altera las capacidades intelectuales, pudiendo ser de ayuda a los millones de personas que padecen ansiedad, sea por motivos psiquiátricos o por padecer enfermedades crónicas. Desafortunadamente, el CBD se absorbe muy mal por vía oral, necesitándose dosis que pueden llegar a ser de 1 gr diario. Si usted compra CBD para tratar su ansiedad a las compañías que ahora lo comercializan ya tiene una variable para saber si le están timando o no comparando la dosis que usted toma con la que es necesaria para obtener efectos ansiolíticos.
El CBD en el tratamiento de la esquizofrenia
Diversos estudios observacionales en los que a usuarios habituales de cannabis se les han administrado pruebas neuropsicológicas y entrevistas psiquiátricas y se les han tomado muestras de pelo para analizar el ratio CBD/THC, han encontrado que aquellos sujetos con mayores ratios de CBD/THC tenían menos síntomas de tipo psicótico y puntuaban mejor en las pruebas neuropsicológicas. Ya hemos comentado también el estudio en el que una dosis de también 600 mg de CBD oral es capaz de prevenir el efecto psicotomimético de una dosis de 10 mg de THC intravenoso. La esquizofrenia es una enfermedad devastadora, con una alta tasa de suicidios. Los fármacos al uso son cada vez más eficaces, pero tienen también un perfil de efectos secundarios que hace que muchos pacientes abandonen los tratamientos, o los lleven de forma intermitente. Un estudio comparó cuatro administraciones diarias de 200 mg de CBD (total 800 mg/día, 20 pacientes) con un antipsicótico llamado amilsuprida (19 pacientes), encontrando un mismo nivel de eficacia pero sin que aparecieran efectos secundarios. GW Pharmaceuticals ya publicó en 2015 que estaba realizando ensayos clínicos con Epidiolex (la marca de la empresa que contiene solo CBD), pero a día de hoy no ha hecho públicos los resultados, solo anunció en 2015 en su página web que había encontrado resultados positivos en un ensayo clínico en el que se trató a 88 pacientes con CBD (en la nota de prensa no se mencionaban dosis). Desde entonces no hemos vuelto a saber nada, pero de estar funcionando, con toda seguridad será un fármaco que revolucionará la psiquiatría. De momento, lo que tenemos es eso: estudios escasos en los que, de nuevo, se necesitan dosis muy altas (lo cual no implica en este caso, como en otro tipo de fármacos, más efectos secundarios, sino un coste muy alto –o efecto secundario económico y no farmacológico– tal y como están los precios del CBD hoy día en el mercado paramédico).
CBD en el tratamiento de las adicciones
Voy a partir de la base de que las adicciones no son ni problemas mentales, ni problemas del cerebro, sino hábitos perjudiciales para el organismo que se construyen como todos los hábitos, por aprendizaje. Las conductas se desencadenan cuando algo en el ambiente nos las recuerda: un adicto a la cocaína ve una tarjeta de crédito y le apetece meterse un tiro. Antes de ver la tarjeta no estaba pensando en ello. En investigación animal se ha encontrado que el CBD administrado a ratones entrenados para consumir drogas, cuando se les expone a claves contextuales que les hagan asociar la clave (por ejemplo una luz roja) con la recompensa (apretar una palanca para recibir una dosis de cocaína), las claves contextuales dejan de tener efecto sobre la búsqueda de la recompensa. Esto mismo se ha visto en un grupo de exadictos a opiáceos a los que, una vez finalizado su tratamiento de desintoxicación, se les administró CBD (400 y 800mg, según el grupo) o placebo, encontrándose que ante claves contextuales que recordaban su consumo el CBD era capaz de eliminar completamente el craving (o deseo irrefrenable de consumo). Efecto que perduró durante siete días. Los sujetos que recibieron CBD también dejaron de tener puntuaciones de ansiedad, una posible explicación a la desaparición del craving.
En resumen. El CBD es un fármaco prometedor para algunas condiciones psicológicas y psiquiátricas y seguirá, con toda seguridad, ofreciéndonos sorpresas reconfortantes desde un punto de vista terapéutico. Pero las fases de estudio actualmente son muy tempranas. Este artículo no pretende disuadir al enfermo desesperado de que tome CBD para alguna de las indicaciones explicadas. Si algo sabemos del CBD es que es un fármaco bastante seguro. Algo más de cuidado tendrá que tener si lo combina con otros fármacos, pero el mundo de las interacciones farmacológicas pertenece a otra galaxia en la que no vamos a entrar. En el estudio hecho con dependientes a opiáceos no se encontraron interacciones adversas con fentanilo, pero en el resto de estudios se carece de información sobre contraindicaciones farmacológicas. El mensaje principal de este artículo es el foco en las dosis. Como se ha visto, las dosis que requiere el CBD para ser efectivo, al menos por vía oral, son muy altas, de 400 mg para arriba. En forma sublingual, que en principio requeriría menos dosis por evitar la metabolización hepática, al venir en forma de aceite es imposible mantenerlo en las mucosas y pasa a la vía oral. Por lo que las dosis recomendadas por vía sublingual pueden no ser suficientes para lograr el efecto terapéutico. La otra opción es vaporizarlo: dosis de 16mg se han mostrado efectivas en producir efecto psicológico, pero el CBD en cristal ya alcanza precios astronómicos y la vía vaporizada requiere de repetición de tomas. Mientras no bajen los precios, o haya una regulación del mercado, el tratamiento con CBD seguirá siendo inaccesible para muchos y/o ineficaz para otros tantos de acuerdo con las dosis presentes en muchos de los productos de venta al público hoy día.
Acerca del autor

Jose Carlos Bouso
José Carlos Bouso es psicólogo clínico y doctor en Farmacología. Es director científico de ICEERS, donde coordina estudios sobre los beneficios potenciales de las plantas psicoactivas, principalmente el cannabis, la ayahuasca y la ibogaína.




















