Se cree, generalizadamente hablando, que el consumo habitual de cannabis provoca cierta pereza y en casos extremos se llega a afirmar que este consumo viene acompañado de “pasividad, apatía, conformismo, introversión, perdida de ideales y ambiciones personales, falta de emoción e interés por las cosas y falta de cuidado personal”[i], ahí es nada. Incluso se ha descrito una patología derivada de este uso y denominada “síndrome amotivacional”. Pero ¿qué hay de real en todo esto? y, sobre todo, ¿qué han hecho los medios de comunicación para arrojar un poco de luz sobre el asunto?

Nuestro querido doctor Caudevilla respondía en 2012 a una consulta que llegaba a esta revista debido a los alarmantes mensajes difundidos en diferentes medios generalistas de esta forma: “Existen muchos motivos para dudar de la existencia del síndrome amotivacional provocado por el consumo habitual de cannabis (…) las referencias a algo parecido a este síndrome brillan por su ausencia hasta principios de los años 60. Este dato es sorprendente ya que el uso del cannabis como psicoactivo está documentado desde hace más de 8.000 años. Si lo buscamos sólo aparecen unos pocos estudios fechados a mediados de los setenta y de muy baja calidad científica”.

Sin embargo, ciertos “profesionales” y, especialmente, clínicas de desintoxicación se empeñan en patologizar adolescentes para así justificar sus dudosas actividades desintoxicantes. De hecho, la extrema descripción que he usado para introducir este artículo no es más que el comienzo: “A pesar de todos estos argumentos (se refiere, más o menos, a los explicados por el doctor Caudevilla) los clínicos no dejan de encontrase con casos de adolescentes y también adultos, fumadores habituales de cannabis, que presentan la sintomatología arriba descrita (…) el síndrome amotivacional adquiere una relevancia fundamental en la adolescencia. El adolescente que lleva fumando entre seis meses y un año empieza a convertirse en un individuo aislado y solitario, que deja de comunicarse con su familia, pero también con sus amigos. El consumidor se vuelve más independiente y se involucra menos en el entorno escolar. Su rendimiento escolar cae y empieza a dejar de ir a clase hasta que abandona sus estudios. El síndrome amotivacional es el responsable de la sensación de vacío que experimenta el consumidor de cannabis. Sólo el consumo alivia este efecto por lo que se pierde el interés y la motivación por el resto de las cosas de la vida. Toda la atención de la persona se dirige a la droga y sus rituales. En este sentido, es importante la detección precoz ya que en la mayoría de los casos este comportamiento se achaca a los cambios que provoca la adolescencia y la rebeldía juvenil”[ii].

Al leer esta descripción, escrita por una tal Raquel Martínez (Técnica Superior en Administración y Finanzas) para Clínicas Universitarias Síndrome en 2014, un escalofrío recorre mi espalda. Síndrome es uno de tantos centros autorizados para la atención y prevención de las drogodependencias en nuestro país y, como en muchos otros casos, su discurso es retrógrado y no responde a los nuevos estudios relativos al cannabis. De hecho, se inventan conclusiones científicas muy dañinas, así, a lo español.

Más allá de criticar este talante prohibicionista que tanto les conviene para justificar su existencia, detengámonos en la realidad. Aunque no soy fan del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales debido al rasero simplista y tristemente generalizado, es la herramienta creada por la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association o APA) para realizar clasificaciones y diagnósticos de trastornos mentales. Por más que busquemos no vamos a encontrar este trastorno por ninguna parte, así de sencillo. De hecho, el Manual de Drogodependencias de la Agencia Antidroga de la Comunidad Autónoma de Madrid (2002) lo define, entre otras ocurrentes cosas, como una “tolerancia ante las conductas desviadas” o un “desarrollo de conductas menos religiosas”, ahí queda eso.

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El DSM, sin embargo, sí afirma que el cannabis puede provocar “cambios psicológicos o comportamentales desadaptativos clínicamente significativos como el deterioro de la coordinación motora, la euforia, la ansiedad, la sensación de que el tiempo transcurre lentamente, el deterioro de la capacidad de juicio o el retraimiento social”[iii].

Concretamente en el caso del retraimiento social podría existir alguna relación con el tema que aquí estamos tratando. Es indudable, desde una perspectiva subjetiva, que se pueden experimentar sensaciones de introversión y timidez derivadas del consumo de cannabis, así como cansancio y pesadez, que puede desembocar en pereza y sedentarismo. Pero, siendo justos, cuando el cannabis provoca estas sensaciones los consumidores no disfrutan en absoluto de ellas y sería absurdo afirmar, como en el caso de la “clínica” arriba citada, que las sensaciones desaparecen con el consumo (haciendo alusión a la evidente adicción) pues es más bien al contrario.

A lo largo de los años en los que el mercado de semillas de cannabis y utensilios para su cultivo se ha ido expandiendo hemos profundizado más en el conocimiento de nuestra planta amiga y casi todo el mundo sabe que las plantas más sativas nos proporcionan sensaciones eufóricas y unos efectos más cerebrales, provocando precisamente la sensación contraria a las que se describen como síntomas del síndrome amotivacional; en el caso de las genéticas más índicas, el efecto es corporal y analgésico, por lo que los efectos sedativos y relajantes podrían relacionarse con cierta pereza, siendo ésta una relación casual e individual, por lo que resulta ridículo realizar una generalización sobre comportamientos sociales al respecto.

Estamos sumergidos en un sector que cada vez se hace más complejo. De hecho, el cannabidiol (CBD), que muchos creíamos cannabinoide fuente de relajación y algunos falsos gurús se atreven todavía hoy a decir que puede obtenerse mediante la oxidación del THC al sol, produce efectos antaño inimaginables cuando está presente en las flores de cannabis de una forma significativa. Desde sensaciones en absoluto psicoactivas, que permiten realizar trabajos de alto rendimiento mental como escribir, leer o mantener una discusión provechosa y productiva; pasando por plantas que producen un ligero high  que nos permite disfrutar de las benevolencias del THC sin sufrir algunos de sus indeseados efectos secundarios, especialmente achacados por personas ansiosas; hasta ratios con elevados porcentajes de THC y bajos porcentajes de CBD que nos permiten elevarnos considerablemente más que en los casos anteriores sin dejar la tutela del CBD, que permite un vuelo no demasiado vertiginoso.

Los medios de comunicación, como siempre y por desgracia, hicieron un flaco favor a la popularización de estos dañinos y surreales efectos secundarios derivados del consumo habitual de cannabis, sin especificar, en ningún momento, a qué se referían con “consumo habitual” y dónde estaban los límites del control de riesgos.

El pasado 17 de diciembre de 2014 la psiquiatra Ana González-Pinto alertaba en El Correo sobre la capacidad del cannabis para “destrozar el cerebro de los jóvenes” (dónde estaría yo si esto fuera cierto) y, además de afirmar que “el consumo regular provoca pérdida de inteligencia” (curiosa barbaridad), advierte sobre el síndrome amotivacional[iv].

Si viajamos un poco más atrás en el tiempo, concretamente al 27 de junio de 2006, el doctor Miguel Gutiérrez, jefe de psiquiatría del Hospital de Cruces, afirmó con rotundidad en una entrevista para Diario Vasco que “el consumo diario de cannabis provoca síndrome amotivacional”. El tal doctor Gutiérrez, sin ningún pelo en la lengua y con unos cuantos en el bigote aseveró: “Desde el punto de vista psiquiátrico, hay una porción de individuos que, fumando a diario, desarrollan el síndrome amotivacional; es decir, pierden la motivación por todo[v].

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Y si, de un brinco, nos vamos al otro lado del charco, la situación no es absoluto más halagüeña. El 9 de mayo de 2011 el medio argentino Rio Negro titulaba una extensa noticia “Apatía y desgano, efectos secundarios del consumo de marihuana” y como subtítulo o bajada “Se consulta por el fracaso educativo y la desesperanza”. En el cuerpo del artículo se afirma que “También en el consumo de marihuana está descrito el síndrome amotivacional. Este síndrome, que señalaron McGlothlin y West en 1968, es uno de los trastornos psiquiátricos más frecuentes. Consiste en apatía, anergia (falta de energía), se suele ganar peso y se es extremadamente perezoso/a”. Eso sí, advierte de que no hay unidad diagnóstica (cuando debiera decir que ni siquiera es considerada una patología) y de que el dichoso síndrome está ampliamente discutido (cuando, más bien, debiera decir que no está aceptado).

Por enésima vez vemos como los medios de comunicación de masas se alejan de su principal objetivo: informar a sus lectores. Hoy, que la inmediatez gobierna más que nunca en los medios sociales, que los artículos se compran a cuatro pesetas y los mejores periodistas que he conocido malviven, debemos seguir exigiendo justicia informativa. La única forma de prestigiar nuestro trabajo es proporcionar a los ciudadanos lo que merecen: profundidad en las cuestiones que tratamos con la intención de arrojar un poco de luz y hacer más comprensible la problemática.

Por lo demás, espero que todos aquellos que hayáis decidido ser usuarios de cannabis hagáis un uso responsable de esta maravillosa planta, teniendo muy en cuenta los riesgos que conlleva su consumo desmedido, pues sin cierto control de estos riesgos es probable que la pereza, al igual que otros indeseables efectos secundarios, se hagan más presentes en vuestro día a día.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

[i] Raquel Martínez. (2014). Síndrome amotivacional del cannabis: ¿mito o realidad? 18/07/2015, de Clínicas Universitarias Síndrome. Sitio web: http://goo.gl/tpj14M.

[ii] Raquel Martínez. (2014). Síndrome amotivacional del cannabis: ¿mito o realidad? 20/07/2015, de Clínicas Universitarias Síndrome. Sitio web: http://goo.gl/tpj14M.

[iii] DSM-IV-TR. (2013). Trastornos relacionados con Cannabis. 15/07/2015, de American Psychiatric Association. Sitio web: http://goo.gl/J8SKDS.

[iv] Fermín Apezteguia. (2014). «El cannabis destroza el cerebro de los jóvenes». 18/072015, de El Correo. Sitio web: http://goo.gl/u1GOmv.

[v] Robert Basic. (2006). «El consumo diario de cannabis provoca síndrome amotivacional». 10/07/2015, de Diario Vasco. Sitio web: http://goo.gl/CpOyAq.

Acerca del autor

Xosé F. Barge se licenció en Periodismo en la UPSA. Posteriormente realizó el grado en Humanidades y se especializó en literatura distópica del s. XX. Es el Redactor jefe de Cannabis Magazine y El Cultivador.