Juan Zurita deberá pasar tres años y medio de prisión por tener en su finca cannabis sativa. Casi todo lo intervenido tiene un porcentaje entre el 0,18% y 0,81% de THC, el componente psicoactivo de la marihuana.
Juan Zurita dice de sí mismo que merece el Nobel, pero los jueces creen que es un narcotraficante de marihuana. Sentado en una terraza, se explaya desde la primera frase: “Yo sembré cáñamo por lo bueno que es comer cañamones, que viene en el libro del Dioscórides, y descubrí sus propiedades curativas”. A partir de ahí lanza una defensa militante del cáñamo. Cáñamo y marihuana son la misma planta, cannabis sativa, con mayor o menor contenido de THC. La policía encontró en su finca de Pórtugos (Granada) más de 120 kilogramos, de los que unos 500 gramos superaban el 1% de THC, el principal constituyente psicoativo del cannabis; el resto estaba por debajo. La marihuana habitual en el mercado oscila entre el 10 y el 20% de THC. “Que alguien me demuestre a mí que lo que yo vendo es droga”, dice. La Audiencia Provincial de Málaga cree que merece pasar tres años y medio en la cárcel.
Zurita vive en la Alpujarra granadina, donde la Guardia Civil le llama “Juan El Ecologista”. Con conocimiento de todos vende lo que cultiva en mercadillos alternativos, tiendas e Internet, para fumar o para infusiones. Si ha elegido una tapadera, Juan ha llegado a adoptar el papel de activista ecologista como modo de vida. Si es un narcotraficante es también un embaucador de primera. “¿Por qué no hay gasolina de cáñamo, que no contamina? La paz es cañamera. América era cañamera hasta que llegó Rockefeller. George Washington cultivaba cáñamo. El cáñamo está en las escrituras. Decir que cáñamo es marihuana es como decir que el ser humano es droga”. Está convencido de que es una planta con unas propiedades semi-milagrosas y de que una conspiración con intereses petroleros dificulta su cultivo. Es la misma tesis que defiende, por ejemplo, Woody Harrelson.
La ‘Operación Spoletto’: “En mi finca tengo mucho más”
El año pasado fue diferente: la policía encontró en su coche varias bolsas con tres kilos de lo que parecía marihuana. “Es cáñamo. ¿Queréis más? En mi finca tengo mucho más”, les dijo en comisaría. Al día siguiente los llevó a una tienda y a su finca de Pórtugos, donde la policía realizó un “registro voluntario”, según la sentencia. Los agentes decomisaron 120 kilos, le pusieron al golpe el nombre de Operación Spoleto y aparecieron en los periódicos posando con lo incautado.
El informe de la policía científica de Málaga analiza nueve muestras de lo que se le requisó. A todas las muestras, con independencia del porcentaje de THC, el informe las llama “marihuana” y no cannabis sativa. Una muestra de 50 gramos tiene un THC de 1,04%; otra, de 520 gramos, del 4,06%; 94 kilos tienen un THC del 0,81% y el resto está por debajo, con valores de hasta el 0,18%. El informe tiene un margen de error del 5%. El análisis no tuvo en cuenta el porcentaje de CBD, otro cannabinoide característico del cáñamo industrial que anula la potencia psicoactiva del THC, a pesar de que la ONU recomienda comparar los valores de THC y CBD para concluir si es droga. Por ejemplo, Sativex, un medicamento autorizado, tiene un THC del 50% anulado por el mismo porcentaje de CBD. En el procedimiento no se oyó a los peritos de Zurita.
Por esas cantidades, Zurita pasará tres años y medio en prisión. La sentencia fue ratificada por la Audiencia Provincial de Málaga, que dice que “no es objeto de discusión el hecho de que el acusado se dedique a la explotación de cáñamo”. “Ha insistido (…) en la ausencia de dolo, de la intención de cultivar marihuana, presentando al mismo como una persona ingenua y desprovista de intención o maldad alguna”, relata la jueza ponente. Según la sentencia, que se basa en jurisprudencia anterior, el porcentaje de THC de la marihuana varía entre el 0,4% y el 4%, de modo que Zurita es culpable de un delito contra la salud pública: narcotráfico. Ya se ha emitido orden para su ingreso en prisión, aunque ha presentado recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional.
“Si alguien vende una planta con el 0,8% de THC como marihuana se la tiran a la cara”
Los límites entre el cáñamo y la marihuana son, sin embargo, difusos. Los asesores jurídicos del Ministerio de Sanidad se remiten a una ley de 1967 aún en vigor y a la Convención Única de la ONU sobre estupefacientes de 1961. Como en esos textos no se establece porcentaje mínimo, el ministerio interpreta que toda planta de cannabis sativa, cualquiera que sea su porcentaje de THC, está sujeta al régimen de control de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios. El incumplimiento de ese régimen podría ser considerado siempre un delito contra la salud pública y sólo se exceptúa cuando el cáñamo se destine a fines industriales, “siempre que carezca del principio activo estupefaciente”.
Según esa interpretación, todo cáñamo es, en principio, droga. Sin embargo, en la web del Plan Nacional Sobre Drogas, en el portal del propio Ministerio de Sanidad, se define así la marihuana: “Obtenida de la trituración de flores, hojas y tallos secos, posee una concentración de THC entre el 1 y el 5%”. Hay más cifras contradictorias. El Tribunal Supremo dice en una sentencia de 2011 que la concentración “propia” de THC en la marihuana está entre el 0,8% y el 4%, lo que excluiría casi todo lo aprehendido a Zurita teniendo en cuenta el margen de error. En un folleto editado por el Ministerio del Interior se explica que el THC en la marihuana va del 4% al 20%. Y un informe de la comisión clínica del Ministerio de Sanidad dice que la marihuana contiene “habitualmente” entre un 1-5% de THC, el hachís entre un 15-50% y el aceite entre un 25-50%.
Además, esos porcentajes pueden estar desactualizados. Durante los últimos años se ha producido un incremento notable del porcentaje de THC en la marihuana por la experimentación genética y las técnicas de cultivo, según los expertos. En los últimos invernaderos desarticulados en Málaga crecían plantas con THC superior al 20% y en páginas donde se ofrecen las mejores variedades ninguna baja del 12%. El manual de la ONU sobre cannabis explica que es “frecuente” la hierba con THC superior al 10% y el Instituto Nacional de Toxicología ofrece estos datos en su memoria de 2014: el 7,53% de muestras analizadas presentaban una riqueza menor del 5% de THC; el 63,18%, una riqueza entre el 5-15%; y el 29,14%, entre el 15 – 25% de THC.
No parece que nadie crea que lo que compra a Juan Zurita es marihuana. “Es ridículo. Si alguien vende una planta con el 0,8% de THC como marihuana se lo tiran a la cara”, explica David Álvarez, de SinSemilla en Málaga. David Rabé, secretario de la Federación de Asociaciones Cannábicas, explica que el porcentaje de THC en la marihuana oscila entre el 12 y el 17%. “Eso es cáñamo industrial, el porcentaje es ínfimo. Nadie lo querría”, dice de las plantas de Juan Zurita. Desde la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides, dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, dicen que con ese porcentaje “nadie lo consumiría para uso recreativo”. “0,8 no coloca ni aunque te fumes 10 kilos”, comenta Miguel Arrillaga, que también cultiva cáñamo industrial. “Yo me comí un kilo de cogollos con huevo y no hay sobredosis. Quien diga que coloca miente. Y debería ser condenado a plantar cáñamo”, opina Juan.
“La normativa no tiene en cuenta que las plantas son un ser vivo”
Normalmente, Juan compra semillas certificadas de cáñamo con THC inferior al 0,2% y origen en Francia, porque en España no se producen. ¿Qué pasó esta vez? Esas semillas se acabaron el año pasado porque varios países y grandes empresas compraron hasta agotar las reservas, y él acabó adquiriendo semillas no certificadas con origen en China, lo que podría explicar que superaran el 0,2% de THC.
Otra posible explicación es la variabilidad genética. Dicen quienes le conocen que Juan “es muy de la tierra”: no siempre planta semillas certificadas, sino que guarda las propias y eso puede producir modificaciones. Además, los niveles de la semilla pueden variar en la planta según las condiciones del lugar. “La normativa no tiene en cuenta que las plantas son un ser vivo. Los cannabinoides son una reacción a la radiación solar. Aunque Juan compre la semilla certificada es inevitable que cultivando en La Alpujarra suban los niveles de forma natural”, explica Ramón Servia, un ingeniero agrícola que cultiva cáñamo en Galicia. “Según esa sentencia, por una leve variación yo pasaría de ser un emprendedor a un criminal”, razona.
“Prefiero sembrar cañamón que no sembrar, porque quiero verde”, dice Zurita antes de levantarse de la mesa a entregar un folleto a un señor. “Siempre les digo: “¡Siembra verde a tu niño que tú te has cargado el planeta!””.
La tercera posibilidad es que este hombre sea un narcotraficante que vende marihuana que no coloca por 16 céntimos el gramo, y que toda su historia sea una tapadera.
Acerca del autor
Ramón Servia
Ingeniero técnico agrícola de profesión, desde el año 2012 ha llevado a cabo diferentes experiencias relacionadas con el cáñamo industrial, buscando ahondar en el conocimiento de los diferentes aspectos del cultivo y las variedades certificadas disponibles. Ha actuado como perito judicial en varios casos relacionados con el cannabis y es colaborador habitual en publicaciones especializadas en el sector.