Explorando técnicas avanzadas de retrocruzamiento para estabilizar y mejorar genéticas en el cultivo de cannabis

Tras conocer las bases de la selección, tanto teóricamente como en la praxis, vamos a entrar de lleno en una cuestión que parece polémica entre los criadores de cannabis narcótico: el retrocruzamiento. Mientras unos están a su favor y encuentran en ésta técnica la panacea de la estabilización, otros creen que no es así, y que debería ser el último recurso ante híbridos «indomables». Porque amigos, aunque sabemos que es obvio, hay que recordar una vez más que sin selección previa, no hay retrocruce posible.

Es difícil posicionarse en esta cuestión, y el autor procurará ser lo más objetivo posible en la exposición de los argumentos científicos que avalan una u otra opción y que sea el cannabicultor el que decida cuál es realmente el método más eficaz, no ya sólo para fijar uno o varios caracteres en la descendencia, sino para mantener ésta estable y vigorosa. Pero antes, debemos aclarar y recordar algunos conceptos.

La Hibridación

Como ya imaginará el lector, tras la selección ya sea de uno u otro tipo, la forma de mejorar y / o crear nuevas variedades es cruzando diferentes líneas puras, de manera que la recombinación genética produzca una descendencia, dentro de la cual, la mayoría de los individuos cumplen las expectativas.

A continuación vamos a exponer un protocolo idóneo, bajo nuestro punto de vista, para realizar una fecundación correcta que garantice el éxito:

1. Disponer siempre del material necesario para las operaciones (pinzas, tijeras…), alcohol para esterilizarlo entre operaciones, etiquetas y sobres de parafina, ideales para guardar el pólen.

2. El momento en que la flor macho tiene más carga de polen y éste es más fértil, es cuando la flor tiene las anteras a punto de estallar. Apartaremos el macho a la zona de cuarentena y recogeremos las flores en un platillo o placa Petri con polvo de talco neutro que posteriormente conservaremos de forma adecuada. Hemos de tener cuidado, pues un golpe de calor, por ejemplo, puede provocar una repentina apertura general.

3. Deberemos polinizar la hembra en su etapa pico de floración, esto es, entre los treinta y cuarenta días según genotipos. Hay que evitar polinizar las partes bajas (flores inferiores) así como las puntas de los cogollos. Tampoco hay que polinizar cogollos espigados si tienen muchas flores en el extremo. La polinización debería realizarse durante dos o tres días a distintas horas.

4. Cuando los estigmas estén receptivos, justo antes de que empiecen a arrugarse por la punta, aplicaremos sobre ellos una brocha de pelo fino impregnada en el talco con polen, con una cierta firmeza, forzando el contacto. Aunque el mejor indicador del momento óptimo es la propia flor, normalmente las mejores horas para realizar esta operación son las primeras de la mañana (encendido en indoor) y las últimas de la tarde (apagado en indoor). Evitar siempre las horas de mayor calor o insolación. La humedad relativa debería estar entre el 40% -50%.

5. En contra de lo que se suele creer, no es conveniente fecundar los cogollos completos, sino más bien las flores con aspecto más terso y fértil, arrancando las no polinizadas. Desgraciadamente, el número óptimo de flores a fecundar depende de cada variedad, el estado de la planta, etc…, por lo que sólo con la práctica llegaremos a conocerlo.

6. Si podemos, deberíamos elegir cada una de las líneas a cruzar teniendo en cuenta que si conseguimos al menos un marcador dominante en cada línea, podremos identificarlas sin duda en caso de algún error en la polinización o si ha existido alguna autofecundación accidental, al mostrarse ese carácter claramente en parte de la descendencia.

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7. Anotar exhaustivamente todos y cada uno de los datos, variedades, horas y días de polinización, etiquetado de polen, etc…

El protocolo anterior es aplicable a cruzamientos interespecíficos. A continuación, nombraremos los distintos tipos de cruzamiento que se pueden utilizar en el proceso de hibridación, aunque no entraremos en profundidad en su descripción.

Cruzamientos complementarios: Se realizan al objeto de reunir dos o más caracteres en un mismo genotipo, que suele ser una línea pura. Es el típico ejemplo de cuando queremos obtener semillas que produzcan plantas con, por ejemplo, sabor haze y coloración morada, a partir de un parental que muestra tonos morados y otro con sabor haze, ambos claramente dominantes (homocigóticos), y exclusivos, esto es, la morada nunca sabe a haze y la haze nunca se pone morada.

Como es evidente, este tipo de cruzamiento es susceptible de pasar en herencia también caracteres recesivos, por lo que se divide en cruzamiento doble recesivo y doble dominante.

Cruzamientos transgresivos: Como se vio en el número anterior, se utilizan para mejorar un determinado alelo dentro de la población, usualmente cualitativo, y que es imposible hacerlo dentro de esa misma población por haber llegado al techo genético para los genes que controlan el carácter. Por ejemplo, sería útil si quisiéramos acortar los tiempos de floración de una determinada línea. El efecto se produce cuando los genes que controlan el carácter en una y otra línea son distintos, lo que provoca que algunos individuos F2 muestren combinaciones génicas que no se daban en ninguno de los parentales para ese carácter concreto (tiempo de floración)

No confundir el cruzamiento transgresivo con la heterosis o vigor híbrido, ya tratado en capítulos anteriores, pues esta está referida a una recombinación más «general» mientras que el transgresivo se centra en un carácter determinado.

Es muy importante cuando trabajamos en cruzamientos transgresivos asegurarse siempre que los parentales no estén relacionados entre si, por ejemplo, dos parentales F2 o líneas derivadas de cualquier cruzamiento anterior, pues habría entonces muchas posibilidades de que contengan básicamente los mismos genes y no se produzcan las recombinaciones deseadas.

Cruzamientos selectivos parciales: Se utilizan cuando se pretende fijar varios caracteres de una sola vez. Es muy poco usado en la crianza del cannabis, y cuando se hace suele ser con caracteres cuantitativos, algo más fáciles de manejar. El problema es que para alcanzar porcentajes de éxito razonables necesitamos tener una familia de tamaño gigantesco, al objeto de posibilitar que se produzca una nueva combinación génica que contenga los caracteres que deseamos y no otros. Se suele realizar al menos en dos etapas, seleccionando en la primera por fenotipo y buscando la homocigósis en sucesivos cruces.

Existen aún otros tipos de cruzamiento específicos para alógamas estrictas o parciales, que por el momento no son de nuestro interés.

Retrocruzamiento: Básicamente, es el hecho de cruzar un híbrido F1 con uno de sus parentales. Últimamente, parece que es una técnica ampliamente utilizada en la crianza de cannabis narcótico por parte de los bancos de semillas. Esta es una cuestión, que como se mencionaba al comienzo del capítulo, si vamos a tratar en profundidad.

Estos criadores caen en el error de utilizar el retrocruzamiento en el intento de fijar o estabilizar un carácter en el híbrido, cuando la cosa es al revés. De hecho, incluso en algunos casos llegan a caer en la trampa de los modelos matemáticos para intentar calcular el «nivel» de homocigosis como podemos ver en este hilo del cannabiscafe.net: http://www.cannabiscafe.net/foros/showthread.php?t=43408&page=1&pp=15

Este es un error que nunca debemos cometer, pues daremos al traste con nuestro proyecto. Más adelante veremos como realizar una selección de parentales correcta de manera que en caso de que retrocrucemos si tengamos garantías de que se producirá esa homocigosis para ese alelo.

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Entre tanto, en el gráfico adjunto, y siguiendo con el programa práctico de crianza que estamos siguiendo, exponemos la forma de realizar correctamente esta técnica al objeto de introducir un dominante o un recesivo en la descendencia «copia» del parental.

Por otro lado, también se menciona en los últimos tiempos la posibilidad de que al masculinizar hembras mediante la técnica del STS (Tiosulfato de Plata) u otras, y fecundar clones de la misma hembra con el polen conseguido, obtendremos homocigosis casi total o total en la descendencia. Esto es absolutamente falso, tanto si seguimos la corriente de los que defienden que el cannabis es dioico como la de los que defienden que es monoico dependiente.

En el primer caso, y suponiendo que hemos seleccionado un parental femenino de alta resistencia a la formación de flores macho para su masculinización, hemos de tener en cuenta que cuando producimos cigotos femeninos a partir de cualquiera de los métodos de masculinización conocidos actualmente para el cannabis, no tenemos garantía al día de hoy de que parte de la carga cromosomática correspondiente al sexo opuesto no pase en herencia. Esto implica que en una autofecundación provocada por estos métodos se pueden producir y de hecho se producirán en muchos casos, como han demostrado las diferentes pruebas realizadas, individuos entre la descendencia que mostrarán caracteres no visibles en el parental «único».

En el caso de que sea considerado monoico dependiente, el propio concepto impide que se produzca esa buscada homocigosis total, pues esta corriente también defiende que la carga genética correspondiente a cada uno de los dos sexos, aún en estado latente para el sexo no visible, es susceptible de ser transmitida en herencia a modo de «gen recesivo global», de forma que ante el estímulo correspondiente que despierte esa latencia en la generación siguiente, se producirá una nueva recombinación «inesperada» a través de la activación de la totalidad o parte de ese código genético que descolocará los alelos de sus loci originales al introducir en la nueva combinación parte del código latente tras su activación.

En definitiva, se recomienda invertir más tiempo y recursos aplicando programas de selección en sus diferentes modalidades para conseguir híbridos más estables y robustos, y utilizar los retrocruzamientos sólo en caso de que dispongamos de un ejemplar en el que nos gusta casi todo y solo queremos introducir alguna pequeña (o no tanto) modificación en su genotipo.

En la siguiente entrega comentaremos la cuestión del parentesco entre los individuos de una misma población y como utilizar este de forma recurrente a lo largo del programa de crianza sin tener que recurrir a retrocruzamientos repetitivos estrictos. En la parte práctica, veremos como pasar una batería de test por parte de un parental para medir su resistencia a mostrar flores del sexo «no dominante» y además veremos como detectar si un determinado carácter es homocigótico o no para dos parentales dados. Hasta entonces, buenos cruces.

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