Segundo y último artículo sobre lo que los poetas llaman el “hada verde”, los químicos la 4-Methyl-1-(1-methylethyl)bicyclo[3.1.0]hexan-3-one; 3-thujanone y tú y yo la absenta.

En la entrega anterior mencionábamos que los efectos de esta bebida dependen de la persona que la consuma, del contexto donde lo haga, de la forma en que lo haga y de las características concretas de la absenta que tome.

Al respecto de esta última cuestión cabe decir que, sorprendentemente, a día de hoy aún no se ha esclarecido con certeza si las tujonas aportan en realidad los supuestos efectos psicoactivos que se le atribuyen a la bebida (históricamente se ha considerado que el consumo del “demonio verde”, más allá de la embriaguez alcohólica, aportaba un plus de efectos alucinógenos debido a su contenido en tujonas).

Qué es la absenta

La absenta se elabora destilando alcohol (con un contenido final de entre el 60 y el 89%) sobre hierbas y flores medicinales y aromáticas: melisa, hisopo, regaliz, cálamo, cilantro, enebro, nuez moscada, menta, hierbabuena y, más recientemente, cannabis. En cualquier caso, sus ingredientes principales (conocidos como la Santa Trinidad) son el hinojo, el anís verde y la Artemisa absinthium –que es la que le da el nombre y el característico color verdoso-.  Algunas de esas hierbas (como por ejemplo el cálamo o la nuez moscada), ingeridas en cantidades suficientes, tienen por sí mismas propiedades psicoactivas. No obstante, entre todas, destaca la artemisa, cuyos usos medicinales y como droga se remontan a la antigüedad y se han dado en las más variadas culturas, desde los cheyenne hasta los griegos.

Las propiedades psicoactivas de la artemisa están, pues, fuera de toda duda. El propio Jonathan Ott atestigua que ha fumado sus hojas con resultados positivos, de modo que: asunto cerrado.

La supuesta psicoactividad de la absenta

El mecanismo y los compuestos por los que la artemisa resulta psicoactiva no están aún esclarecidos, aunque hace tiempo que se asume que es por su contenido en tujonas.

De igual modo que siempre se ha pensado que son las tujonas las que convierten a la absenta en una bebida psicoactiva. Sin embargo, como ya hemos apuntado, esto a día de hoy no ha podido confirmarse.

El problema, por una parte, reside en que la absenta fue prohibida en casi todo Occidente a principios del siglo XX. Y aunque hace años que se ha vuelto a permitir su comercialización, ha sido establecido un límite legal para el contenido de tujonas, dándose el caso de que dicho límite está claramente por debajo del umbral psicoactivo de estas sustancias. De modo que, en principio, las marcas actuales no valdrían para confirmar ni desmentir su psicoactividad.

A su vez, cuando se ha analizado el contenido en tujonas de botellas de principios del siglo XX (que, presuntamente, contenían cantidades elevadísimas del orden de los 200 mg/ml o superiores) se han encontrado concentraciones tanto o más bajas que las actuales (no se sabe si porque así eran de origen o porque la concentración inicial se hubiese degradado con el tiempo). Por otra parte, se ha visto que no pocas botellas antiguas, fundamentalmente las de marcas baratas (las más consumidas), presentaban adulterantes neurotóxicos como el antimonio y las sales de cobre (empleados para aportar un color verdoso similar al que da la artemisa). Por último, y para complicar más la cosa, hay estudios que apuntan que las tujonas se acumulan en el organismo, de modo que el consumo continuado de pequeñas dosis durante un largo período de tiempo podría, en algún momento, desencadenar efectos psicoactivos una vez que las tujonas alcanzasen su umbral tóxico.

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Esto último, de hecho, coincide plenamente con lo que recomendaba Aleister Crowley (confirmado consumidor de heroína, cocaína y alucinógenos, es decir, ningún novato en estas lides) para obtener los verdaderos efectos de la absenta. Recordemos, decía: «Consagre su vida por completo a la tarea; dedíquele seis horas diarias; empiece por degustar un poco del ópalo helado; repita hasta que todas las cosas cambien insensiblemente ante sus ojos… Puede pasar mucho tiempo hasta que el velo se levante».

Conclusión

La absenta comercializada actualmente tiene tan bajos niveles de tujonas y tan alta graduación alcohólica que antes de que el consumidor pudiera siquiera acercarse a los umbrales mínimos de los efectos alucinógenos de las tujonas quedaría noqueado por la embriaguez. Aún con todo, bebiendo absenta durante seis horas al día y consagrando su vida a ello, tal vez pudiera llegar el momento en que las tujonas acumuladas en su organismo alcanzasen el umbral tóxico y, entonces sí, a partir de ahí cada chupito le aportaría un viaje en toda regla. Usted mismo.

Formas de consumir absenta

Más allá de la cantidad que uno tome, durante cuánto tiempo, a qué ritmo, etc., hay muchos métodos para tomar esta bebida. Veámoslos.

Chupito: Pues eso… vaso de chupito y a pelo. Ideal para conseguir el efecto napalm en la flora bacteriana a lo largo de todo el tracto digestivo. Ten en cuenta, además, que, por término medio, la absenta tiene un 70-80% de alcohol. El tequila tiene unos 38-40%, el whisky del 40 al 62%… En otras palabras, que dos o tres chupitos vendrían a ser casi como tomarse cuatro o seis copas, sólo que de golpe y porrazo. Si te va la vida loca, por 9€, puedes comprarte esta ruleta de chupitos que anuncian por Internet: «¡La diversión está asegurada con el juego de beber Ruleta de Chupitos de Absenta! Gira la ruleta y prueba suerte apostando chupitos. Si aciertas, te lo bebes. Este artículo de fiesta es una réplica de… ¡la ruleta rusa en versión alcohólica!»

Francés: Te sientas en una mesa con una botella de absenta, otra de agua y un vaso mientras debajo de la mesa tu acompañante… bueno, ya tú sabes. Para hacer tiempo, este método requiere que eches un poco de absenta en el vaso y que luego coloques encima una cuchara con agujeritos –son cucharas específicas para esta bebida– y, sobre ella, un terrón de azúcar. Luego viertes poco a poco el agua fría sobre el terrón. Lentamente, gotita a gotita, hasta alcanzar la proporción de tres cuartas partes de agua por una de absenta, momento en el cual has de remover la mezcla con la cuchara. La bebida se volverá lechosa y podrás consumirla, bien de un trago, bien poquito a poquito pero, en cualquier caso, conservando siempre un rictus de impávido. Si haces cualquier gesto que permita detectar a los demás que han hecho efecto en ti las tujonas, pierdes. Entonces, otro ocupará tu lugar y serás tú el que pase a ponerse debajo de la mesa.

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 Checo: Igual que el francés pero con fuegos artificiales. Llenas el vaso con un poco de absenta. Le pones una cuchara encima, colocas azúcar sobre ella, le echas un poquito de absenta al terrón y le prendes fuego. Tienes un minuto hasta empezar a echar agua, conseguir el efecto lechoso y bebértela. Si pones caras raras, ya sabes: al pilón.

Las muñecas rusas: Llenas de absenta un vaso pequeño y lo metes dentro de uno grande vacío. Vas echando agua fría sobre el vaso pequeño hasta que la absenta se desborde al vaso grande y en el pequeño sólo quede agua. Retiras el vaso pequeño y le das caña al grande –como en la vida misma–.

Pirómano: Pides un chupito de absenta. Le prendes fuego con el mechero. Acto seguido pones la palma de la mano encima para apagarlo. Lo coges, te lo llevas a la nariz, inhalas los vapores alcohólicos y te bebes la absenta a cascoporro. Igual te echan del bar, pero también es posible que el camarero, con cara de alucinado, te diga: «Oye, que tenemos cóctels…». Pídele uno, hazme caso, que están de vicio.

Cóctels: Déjalo en manos de un experto. Que él mezcle la absenta con lo que estime oportuno. El secreto reside en conseguir que te metas un buen lingotazo de alcohol de 80 grados y que te sepa como una fanta. Te tomarás lo menos cinco, ya verás, y entonces te acordarás de aquella mítica frase de Oscar Wilde: «Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más terrible que puede ocurrir».

A mí, al menos, es lo que me pasó a la hora de documentarme en la Vinoteca Aravaco para escribir este artículo. Después del quinto cóctel por cortesía de la casa, me senté en la terraza y empecé a pensar: «Sí señor… veo las cosas como son: los árboles… estáticos, los coches… en movimiento, las personas… con sus perros y sus perras…», y en ese preciso instante me dije: «Buffff… mira, tío, si nos vamos a poner así mejor me voy a casa ». E, increíblemente, eso hice.

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.