Tercera entrega de esta serie de artículos en la que abordamos distintas cuestiones relacionadas con la pureza y la adulteración de la cocaína atendiendo a las consultas que, profesionales y usuarios, suelen hacerse, muchas veces sin encontrar respuesta.

¿Existe relación entre el peso de la muestra y la pureza? Es decir,  desde la óptica del consumidor, ¿adquiriendo cantidades superiores a los cinco o diez gramos, es más probable que la pureza sea alta que adquiriendo cantidades inferiores?

 La relación entre el peso y la pureza de la muestra es algo que se menciona repetidamente en diversos documentos y estudios, no sólo en relación a la cocaína sino también al respecto de otras muchas sustancias psicoactivas prohibidas. Tanto es así que la mayor parte de los organismos e instituciones nacionales e internacionales que se encargan de monitorizar el estado y la evolución del mercado ilícito de las drogas acostumbran a diferenciar específicamente la pureza y adulteración de las drogas en razón del peso de las muestras incautadas.

Por poner un ejemplo, en el Informe 2007 del Observatorio Español sobre Drogas (OED), se señala que, en el año 2006, la pureza media de las dosis de cocaína (100-190 mg) era del 46%; mientras que la de los gramos era del 54% y la de los kilos del 73%.

Es decir, todo parece apuntar que, efectivamente, las muestras de peso elevado, como los kilos, tienen una pureza mayor que las muestras de bajo peso, como los gramos o las dosis de 100 o 200 mg. Ahora bien, algunos estudios y resultados de laboratorio revelan claras excepciones a esta norma, sugiriendo que la relación entre la pureza y el peso de la muestra no es tan directa, unívoca y monolítica como pudiera parecer sino que, más bien, debe ser contextualizada en atención a muchos otros factores. De una parte, nos encontramos con que las asociaciones de reducción de riesgos que llevan a cabo programas de testing y análisis de sustancias en España (Ai Laket!!, Hegoak y Energy Control) obtienen resultados que abarcan el más amplio espectro de purezas, desde las más bajas hasta las más altas, y ello a pesar de que la cocaína que recogen de mano de los usuarios procede casi siempre de muestras de bajo peso (generalmente de un gramo) y que, por lo tanto, según lo que acabamos de comentar, deberían tener todas un pureza baja o media. De otra parte, tenemos los resultados del Instituto Nacional de Toxicología (int), que, anualmente, analiza varios millares de ejemplares obtenidos de incautaciones policiales de pequeñas y grandes cantidades intervenidas a consumidores y traficantes. Sorprendentemente, los datos que ofrece el int revelan que las muestras de peso más bajo (100-200 mg) suelen tener purezas equiparables a las de los kilogramos y que, en cualquier caso, la relación peso/pureza no tiene por qué ser, y generalmente no es, tan lineal como muchas veces se presupone. A continuación, reproducimos, a modo de ejemplo ilustrativo, los resultados que el int obtuvo en el año 2006.

Las muestras de 50-199 mg tenían una pureza media del 58,2%; las de 200-499 mg la tenían del 47,5%; las de 500-999 mg del 46,6%; las de 1 a 4,9 gramos del 53,4%; las de 5-100 gramos tenían una pureza del 58,9% y aquellas de más de 100 gramos la tenían del 55,8%. La pureza media absoluta de la cocaína analizada por el int en 2006 era del 52,7%.

A nuestro modo de ver, todo ello indicaría que, como ya hemos apuntado, el peso de la muestra debe ser contextualizado atendiendo a otros factores. De esta manera, más que la cantidad concreta que compre el usuario, lo realmente importante sería a quién se la adquiere, fundamentalmente en lo que se refiere al volumen de ventas y a los pesos totales que llegue a manejar el traficante, al lugar que éste ocupe en la cadena del narcotráfico, al tipo de clientela que atienda y a la confianza que pueda llegar a establecer con ella. La cruda realidad así lo demuestra por la vía de los hechos.

  • En un gran hipermercado de la droga madrileño, donde pueden llegar a venderse al día varios kilos de cocaína al por menor, da igual si el usuario compra 100 mg, un gramo, diez gramos o cien gramos, que le van a dar en todos los casos la misma cocaína (generalmente de alta pureza), tan sólo que, dependiendo de lo que pida y de lo que pague, le darán más o le darán menos cantidad, pero, repetimos, la calidad será la misma, sea cual sea el peso.
  • En las calles aledañas a la Gran Vía madrileña o en el barrio de Lavapiés, por ejemplo, el usuario que adquiera cocaína a los subsaharianos y magrebíes que suelen pulular por la zona, podrá sentirse afortunado si, en lugar de ser timado, consigue un material de mediana pureza, independientemente de si adquiere medio gramo, un gramo o veinte gramos.
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Moraleja: lo determinante, más que el peso de la muestra que compra el usuario, es el peso total que maneja el traficante, su volumen de ventas y su tipo de negocio y clientela. Hablando en plata, en líneas generales, si tu camello tiene una cocaína de baja pureza, da igual que le compres un gramo o veinticinco, que, sencillamente, te venderá lo que tiene; y si la tiene buena, pues más de lo mismo. En definitiva, pues, lo importante no es comprar más sino comprar bien y a la persona indicada. Así de facilito.

¿Cuánto duran los efectos de la cocaína pura o de muy alta pureza? ¿Es cierto que con una sola raya de este tipo de coca los efectos duran y duran y duran horas, horas y horas?

 El entusiasmo y la sugestibilidad de algunas personas pueden ser ilimitados en su intensidad y duración. Los efectos de la coca son, en ambos aspectos, bastante más reducidos. En líneas generales, la duración de los efectos eufóricos de la administración intranasal de una dosis de cocaína es de entre 30 y 45 minutos, con la presencia de post-efectos estimulantes que pueden prolongarse dos horas más. Estos períodos pueden prolongarse o reducirse en alguna medida debido a cuestiones como la tolerancia o la idiosincrasia individual. Además, la repetición de las administraciones puede producir efectos acumulativos que prolonguen la estimulación durante unas cuantas horas después de la toma de la última dosis. Aun con todo, en términos farmacológicos, los efectos y post-efectos de una única raya no pueden durar mucho más que el tiempo apuntado anteriormente, por lo que cabría concluir que, quienes afirman que con un solo disparo de buena coca se tiran toda la noche, lo harían gracias a la intervención de cuestiones extrafarmacológicas y ajenas a las propiedades de la cocaína en sí misma, como el entusiasmo y la sugestibilidad de los que ya hemos hablado. A fin de cuentas, encontrándose en el contexto y en el estado de ánimo adecuado, cualquiera puede tirarse toda la noche eufórico, parlanchín y de buen rollo, incluso sin que haya de por medio raya alguna de farlopa.

¿Hay algún modo de determinar la calidad de la cocaína atendiendo a sus características externas?

Haberlos, haylos, tantos como características externas tiene la coca, otra cosa es hasta qué punto funcionan. Es decir, uno puede fijarse atentamente y observar si la cocaína está en polvo o en roca; si es una roca de aspecto similar a la tiza o si presenta láminas o escamas; si es blanca inmaculada o si tiene tonos amarillentos o rosáceos; si es opaca o brillante. Uno puede observar si su sabor, al ser depositada en la lengua, es ligeramente amargo, ligeramente dulzón, salado, todo a la vez o ni lo uno ni lo otro. Puede ver si se deshace del todo en la lengua o entre las yemas de los dedos, dejando una pátina aceitosa o si no lo hace y deja pequeñas roquitas o motas insolubles. Puede apreciar si se le duerme o no la lengua al poner un poco de cocaína en ella o si se le adormecen las fosas nasales al esnifar una raya; puede estimar si se le duermen mucho, poco o nada. Puede valorar si al esnifar percibe o no un peculiar y distintivo sabor medicinal. Puede hacer esto y seguro que muchas otras cosas más. Ahora bien, por mucho que uno se fije en las características externas de una muestra de cocaína, resulta muy difícil y aventurado sacar conclusiones precisas o razonablemente aproximadas sobre su pureza, sobre el grado de adulteración y sobre el tipo de adulterantes empleados. De modo que, en la práctica, la observación de las características externas suele servir para poco más que para detectar fraudes flagrantes o muestras muy adulteradas. Este tipo de cocaínas serán las que no sepan a nada, las que no duerman en absoluto la lengua, las que sepan dulces o saladas, las que duerman muy marcada y duraderamente la lengua, la garganta o las fosas nasales, y las que dejen gran cantidad de residuos al ser manipuladas con las yemas de los dedos. Es cierto, no obstante, que la cocaína de alta pureza suele tener un aspecto y unas características peculiares —el brillo, el sabor, el hecho de que se deshaga sin dejar residuos…— que, cuando uno las ve, le sugieren calidad. Ahora bien, son tan sólo indicios, que pueden confirmarse o no, pues los procedimientos y productos empleados para adulterar las drogas son muchos, muy variados y a veces muy sofisticados, tanto que, en ocasiones, pueden llegar a simular las características de una muestra de calidad con tanta maestría como si de la falsificación de una obra de arte se tratara. Les pondremos un ejemplo muy básico: la cocaína produce efectos anestésicos en las mucosas y tiene un sabor ligeramente amargo y medicinal. De modo que, si se emplea como diluyente un azúcar, de una parte, se contrarrestará el sabor amargo, y, de otra, se verá reducido el efecto anestésico. A su vez, si se utiliza como adulterante un anestésico local como la lidocaína o la procaína, el efecto adormecedor aumentará en exceso. En ambos casos, el hecho de que las mencionadas peculiaridades de la cocaína sean menos perceptibles hará más fácil la detección de la adulteración. Sin embargo, si se combinan de forma equilibrada ambas sustancias, tales características pueden llegar a simularse y mantenerse de forma muy lograda, ya que la reducción del efecto adormecedor producido por el añadido de azúcar se verá compensada con el empleo simultáneo de anestésicos locales, al mismo tiempo que el sabor dulce que aportan los diluyentes se verá maquillado por el sabor amargo de los anestésicos. No es, pues, de extrañar que buena parte de la cocaína del mercado ilícito esté cortada con una combinación de azúcares y caínas, ya que, en última instancia, el empleo de ambos tipos de productos hace menos detectable la adulteración que el uso de sólo uno de ellos.

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Así pues, lo dicho: en el mejor de los casos contamos sólo con meros indicios sobre la calidad que, con el consumo, podrán verse confirmados o no: si la tomas y te pone como te gusta que te ponga la cocaína, será buena; si la tomas y no te pone como te gusta que te ponga la cocaína, será mala. La cuestión es que ya sabemos todos que, para gustos, colores, de modo que, aun así, aunque te ponga como te gusta que te ponga, todavía estaría por ver si se trata de cocaína de baja, media o alta pureza, y esto, en última instancia, únicamente podrá determinarse de forma precisa empleando unas u otras técnicas de análisis.

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.