Segunda entrega de esta pequeña serie de artículos en la que serán abordadas distintas cuestiones relacionadas con la pureza y la adulteración de la cocaína atendiendo a las consultas que, profesionales y usuarios, suelen hacerse, muchas veces sin encontrar respuesta
¿Cuál es la significación toxicológica de los adulterantes típicos de la cocaína? Es decir, ¿son muy peligrosos, poco peligrosos o ni-pa-ti-ni-pa-mí?
En líneas generales, la toxicidad de las sustancias empleadas en la adulteración de la cocaína es menor que la de la propia droga, sobre todo si se toma en consideración que, normalmente, tales sustancias suelen estar presentes en cantidades relativamente bajas, tanto que no llegan a alcanzar el umbral tóxico.
A continuación, en cualquier caso, examinaremos la toxicidad de los principales adulterantes, diluyentes y contaminantes de la cocaína, viendo, uno a uno, cada caso en concreto.
Adulterantes
Levamisol: es un inmomodulador de uso veterinario que se utiliza como desparasitante para el ganado. Su uso continuado puede producir efectos secundarios graves (agranulocitosis, trombocitopenia, vasculitis, alteraciones cardiacas, etc.) e incluso el uso puntual –debido a reacciones de tipo alérgico–. Algunas muertes asociadas al consumo de cocaína han sido atribuidas directamente a la acción de este adulterante.
la toxicidad de las sustancias empleadas en la adulteración de la cocaína es menor que la de la propia droga
Cafeína: se trata de un estimulante del sistema nervioso central, por lo que su añadido potencia la acción de sustancias tales como las anfetaminas y la cocaína, además de reforzar los efectos estimulantes de la heroína. Según indican Cabrera y Torrecilla, la dosis tóxica (consumida de una sola vez) oscila entre 0,5 y 1 gramo, una cantidad que suele estar muy por debajo de la que pueden llegar a tomar los usuarios de cualquier droga.
Paracetamol: como indica Sánchez-Escribano en su revisión de la toxicología de las sustancias que acompañan a las drogas de abuso, el paracetamol es un analgésico escasamente tóxico en dosis terapéuticas pero que, en dosis elevadas, produce náuseas, vómitos, anorexia y dolores abdominales, así como lesiones hepáticas en casos de sobredosis. Por norma general, sin embargo, las cantidades utilizadas como corte son bastante más bajas que las usadas en terapia, de tal manera que el riesgo para el consumidor de drogas prohibidas es casi insignificante, a excepción de cuando se padecen insuficiencias hepáticas o renales graves, pues en tales circunstancias el uso de paracetamol está expresamente contraindicado.
Fenacetina: es un analgésico de la misma familia que el paracetamol. Actualmente no se comercializa en España, aunque sí en algunos países latinoamericanos, lo cual explicaría su detección como uno de los adulterantes más habituales de la cocaína. Al igual que su congénere, puede producir daños hepáticos en dosis altas. Además, algunas personas son especialmente vulnerables a este producto, pudiendo sufrir lesiones en los glóbulos rojos que, a su vez, pueden desencadenar pérdidas de conocimiento y depresión respiratoria. En cualquier caso, las cantidades usualmente utilizadas para adulterar la cocaína suelen ser inferiores a las empleadas en el ámbito de la medicina.
Piracetam: es un nootrópico, es decir, una sustancia que potencia las capacidades cognitivas, mejorando la memoria y la capacidad de aprendizaje. Las dosis empleadas como corte de las drogas ilegales están muy por debajo de las utilizadas en terapia. Aun así, su consumo está contraindicado en casos de insuficiencia renal. El piracetam se ha empleado fundamentalmente en la adulteración de la heroína y de la cocaína, aunque, en ocasiones, también se detecta en algunas muestras de speed y mdma.
Lidocaína: es un anestésico local utilizado para adulterar la cocaína, aunque puntualmente se detecta también en otras drogas. En ocasiones puede encontrarse en proporciones tóxicas (produciendo arritmias cardíacas), sobre todo para individuos de bajo peso que utilicen la vía intravenosa o si las dosis administradas son altas y repetidas.
El empleo de speed para adulterar la cocaína no es más que una leyenda urbana
Procaína: con el consumo de dosis altas o ante reacciones de hipersensibilidad (más frecuentes que con la lidocaína), puede producir temblores, escalofríos, arritmias y excitación. Sin embargo, las dosis habitualmente empleadas como corte están por debajo de las utilizadas en terapia.
Benzocaína: otro anestésico local de uso clínico y utilizado en la adulteración de la cocaína, usualmente en cantidades inferiores a las utilizadas en terapia.
Efedrina: es un estimulante del sistema nervioso central detectado a veces como corte de diversas drogas: cocaína, speed y mdma, fundamentalmente. En ocasiones se encuentra en dosis elevadas, que podrían dar lugar a cuadros de hipertensión moderada o grave.
Otros: en ocasiones, las adulteraciones o fraudes consisten en el añadido de medicamentos procedentes del mercado farmacéutico, mezclados en su presentación en polvo con la cocaína. Entre este tipo de sustancias aparecen con cierta frecuencia el metamizol, el buflomedil, el ácido acetilsalicílico, el ibuprofeno y, más puntualmente, un largo etcétera. En cualquier caso, su presencia suele detectarse en cantidades iguales o inferiores a las utilizadas en terapia, por lo que, en líneas generales, no suponen un grave riesgo para la salud del usuario.
Diluyentes
Manitol: ampliamente utilizado en la dilución de gran parte de las drogas más consumidas, así como en clínica, alimentación, etc. Es un azúcar que se añade únicamente con la intención de que la muestra gane peso y que reporte, por tanto, mayores beneficios económicos. Como señalan Sánchez-Escribano y colaboradores, tiene un efecto diurético y está contraindicado en casos de insuficiencia cardíaca, hipertensión grave y edema de pulmón, cuadros que coinciden con la sintomatología producida por la cocaína o con algunas de las reacciones adversas asociadas al consumo de heroína. No obstante, en términos generales, los riesgos asociados a su consumo como sustancia de corte parecen poco significativos, como sucede, de hecho, con el resto de los azúcares utilizados como diluyentes.
Glucosa: se trata de otro azúcar utilizado tanto por la industria farmacéutica como por los narcotraficantes ilícitos. Sánchez-Escribano y colaboradores mencionan que es un excipiente de declaración obligatoria debido a que su consumo puede resultar peligroso en personas aquejadas de diabetes.
Lactosa: suplemento nutricional, excipiente farmacéutico y corte habitual de varias drogas prohibidas. En el mercado legal es también un producto de declaración obligatoria debido a que existen sujetos intolerantes a la lactosa, especialmente entre los niños y adolescentes.
Yeso: el sulfato cálcico aparece como diluyente o carga (añadido de peso) en drogas como la cocaína o el speed; y como aglutinante en los comprimidos de MDMA (pues una pasti hecha sólo de éxtasis se desharía fácilmente). Su consumo por vía oral carece de significación toxicológica reseñable; sin embargo, puede ser perjudicial en el caso de la vía intravenosa.
Talco: los análisis de laboratorio no suelen detectarlo más que de forma puntual o anecdótica. En cualquier caso, lo dicho para el yeso le sería perfectamente aplicable.
Contaminantes
Bióticos: hongos y bacterias procedentes de la falta de asepsia en la producción y comercialización de las drogas ilegales. Algunos pueden tener una significación toxicológica reseñable, fundamentalmente cuando las sustancias se consumen por vía inyectada.
Abióticos: metales procedentes de una deficiente manufactura, almacenamiento o manipulación del producto. Les sería de aplicación lo dicho en el caso de los contaminantes bióticos.
Y el speed… ¿no se usa como adulterante de la cocaína? ¿No está la cocaína atacante adulterada con anfetamina?
No. El empleo de speed para adulterar la cocaína es más una leyenda urbana, un rumor, un mito o una falsa creencia que una realidad. Todos los análisis de laboratorio realizados a lo largo de años y años por las más diversas instituciones vienen a confirmar que, al menos en España, la presencia de anfetamina en las muestras de cocaína constituye una auténtica rareza: entre los 32.476 análisis de laboratorio revisados en el año 2007 en el libro ¿Sabes lo que te metes?, sólo aparece una muestra adulterada o contaminada con anfetamina. Posteriormente, tanto Ai Laket!! como Energy Control han detectado alguna más (un total de tres, creemos recordar), lo cual no hace sino confirmar que este tipo de adulteración es absolutamente infrecuente y excepcional, y que su detección puntual no tiene mayor valor que la de la excepción que confirma la regla (más aún cuando, en algunos casos, lo más probable sea que la anfetamina aparezca en los análisis como un contaminante —introducido involuntariamente en pequeñas cantidades a la hora de manipular el producto— en lugar de como un auténtico adulterante). A fin de cuentas, cabe considerar que el speed no es un buen corte para la coca, ya que, en comparación con esta sustancia, huele demasiado, pica demasiado y su efecto dura demasiado, de modo que resulta fácilmente identificable, mucho más que, por ejemplo, la cafeína, que, por otra parte, es más barata, más fácil de adquirir y legal.
¿Existen variaciones geográficas en relación con la pureza de la cocaína? Es decir, ¿hay países, regiones, ciudades… donde la cocaína es más pura y lugares donde está más adulterada?
Existen, y no sólo entre países, regiones y ciudades, sino también entre barrios, calles y portales. La pureza media de la cocaína no es la misma en Canadá que en Namibia; en Vizcaya que en Cádiz; en el poblado de las Barranquillas que en la calle Desengaño de Madrid; y ni siquiera en el portal número X de la calle Desengaño que en el número Y. Los motivos de que esto sea así van desde lo macro a lo micro, desde las redes de distribución que llegan o no llegan a unos países y otros, hasta los clanes y grupúsculos que operan o dejan de operar en estas y aquellas regiones. Desde dónde y de quién se abastece el camellete de turno, hasta el tipo y catadura del cliente a quien acostumbra a servir.
¿Existe relación entre la pureza y el precio? Es decir, desde la óptica del usuario medio, comprando una misma cantidad, pongamos un gramo, ¿será su coste —digamos 40, 50 o 60 euros— indicativo de su calidad?
Definitivamente, no. En el precio del producto final pueden intervenir mil y una cuestiones que poco tienen que ver con la pureza de la cocaína. Ciertamente, estamos acostumbrados a pensar que lo caro es mejor que lo barato; sin embargo, la realidad es que las cosas no siempre son como creemos. Paras demostrárselo, en lugar de abrumarlos con plúmbeas e interminables explicaciones, les mostraremos dos ejemplos prácticos que, a nuestro juicio, son auténticamente reveladores.
El primer ejemplo se remite a los análisis realizados por el int a diez muestras de cocaína recogidas por Energy Control en el año 2003 a petición de la revista Interviú. Dos de aquellas muestras fueron adquiridas al mismo traficante, que las vendía a precios diferentes, cincuenta euros una y sesenta euros otra, en razón de su supuesta calidad. Pues bien, los resultados de laboratorio indicaron que la cocaína más cara tenía una pureza del 31,3% mientras que la más barata la tenía del 36,7%. Más curioso todavía resulta el hecho de que los propios clientes nos hicieran saber de antemano que la más barata era la mejor.
El segundo ejemplo lo hemos tomado de una entrevista que el psiquiatra Miguel Ángel de Ramón Cavero realizó en septiembre de 1989 a una fabricante y consumidora de crack. En ella puede verse por escrito lo que, veinte años después, nosotros mismos hemos tenido ocasión de escuchar de la boca de unos cuantos camelletes:
I: «…a mí no me gustaba cortar el material, pero lo cortaba y entonces les gustaba más».
M: «Lo que es no estar acostumbrado».
I: «Darles el puro y darles el cortado, venirme a casa pues gente a comparar y probarlo y preferirse llevarse el cortado y encima vendérselo más caro todavía»
Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.