En este artículo serán abordadas distintas cuestiones relacionadas con la pureza y la adulteración de la cocaína atendiendo a las consultas que profesionales y usuarios suelen hacerse, muchas veces sin encontrar respuesta.
¿Cuál es el rango de purezas —mínimas y máximas— que presenta la cocaína del mercado ilícito?
El rango de purezas de la cocaína del mercado ilícito abarca desde el 0%, detectado en los casos de fraude, hasta el noventa y muchos por ciento que pueden llegar a alcanzar las muestras de mayor calidad. No obstante, y aun cuando en los últimos años la pureza media ha ido bajando progresivamente, todo parece indicar que las purezas medias y altas (es decir, del 40-50% en adelante) son más frecuentes y habituales que las bajas (inferiores al 40%).
¿Es fácil, para un usuario medio, acceder a cocaína de alta pureza? ¿Accede todo el mundo y de forma habitual a cocaína de alta pureza?
Ateniéndose a lo que indican los resultados de laboratorio se diría que, para el usuario medio, no debe resultar muy difícil acceder a cocaína de alta pureza.
Otra cuestión, evidentemente, es que acceda todo el mundo y de forma habitual y constante a cocaína de la mejor calidad. En este sentido, los análisis de laboratorio vendrían a indicar que el acceso a cocaína de baja pureza es, también, frecuente y generalizado.
En última instancia, lo que reflejan los análisis es que en el mercado circulan al mismo tiempo partidas de las más diversas calidades y que, dependiendo de múltiples factores (cuándo, dónde, a quién, cuánto, con qué frecuencia se compra…) puede resultar más o menos fácil y probable adquirir un producto de calidad.
A este respecto, cabe decir que, aun cuando cualquier usuario puede toparse en determinados momentos con cocaínas de elevada pureza, algunos de ellos se lo ponen bastante difícil para dar con ella de forma mínimamente habitual ya que, en la práctica, no son pocos quienes muestran la más absoluta despreocupación e ingenuidad a la hora de hacer sus compras, realizándolas a salto de mata, en cualquier lugar, a cualquier hora y a cualquier persona, o empleando como proveedores habituales a aquellos que, aun cuando salta a la vista que no tienen un buen producto, ofrecen un servicio más rápido y versátil que el de otros traficantes más selectos pero, también, más lentos, pejigueros o menos versátiles a la hora de satisfacer las demandas del cliente.
¿Hay o no hay cocaína pura en el mercado ilícito?
Hay cocaína de muy alta pureza pero, dados los medios y técnicas de producción empleados habitualmente en el mercado ilícito (laboratorios situados en la jungla donde utilizan bidones, palos, plásticos…) resulta virtualmente imposible obtener el nivel de refinado propio de la cocaína farmacéutica pura y dura.
Entonces, ¿significa eso que toda la cocaína del mercado ilícito está adulterada?
De ningún modo. Buena parte de la cocaína del mercado ilícito no contiene ningún tipo de adulterante.
Disculpe, pero no lo entiendo: si no toda la cocaína está adulterada, pero, al mismo tiempo, tampoco hay cocaína 100% pura, ¿qué contiene, aparte de coca, una muestra no adulterada?
Es bien sencillo: impurezas. Recordemos que la cocaína del mercado negro se extrae de las hojas de coca con unos medios y en unas condiciones que se asemejan bien poco a las propias y características de un laboratorio farmacéutico. Esto, como ya hemos dicho, dificulta enormemente que se pueda obtener un producto final auténticamente refinado. Como resultado de ello, la cocaína proveniente del mercado ilícito, a diferencia de la cocaína farmacéutica, contiene, casi indefectiblemente, impurezas procedentes de la materia prima o de los productos empleados y reacciones químicas generadas durante el proceso de extracción. De esta manera, aun cuando los traficantes decidan no adulterar (añadir voluntariamente algún otro compuesto distinto a la cocaína), las partidas que producen y comercializan tampoco serán puras, pues, aparte de coca, contendrán cierta cantidad de impurezas (aunque a veces estarán presentes en cantidades tan bajas como el 1 o el 2%).
¿Cuál es la significación toxicológica de esas impurezas? Es decir, ¿son muy peligrosas, poco peligrosas o pichí-pichá, ni-pa-ti-ni-pa-mí?
En líneas generales, la toxicidad de las impurezas de origen natural es igual o inferior a la de la propia cocaína. Por el contrario, la toxicidad de algunas impurezas derivadas de los procesos de extracción y de los productos empleados en ellos puede llegar a ser bastante elevada. Afortunadamente y no obstante, salvo casos aislados y excepcionales (normalmente asociados a algún error cometido en los procedimientos de producción), estas últimas impurezas suelen aparecer menos frecuentemente que las primeras y, además, en cantidades que suelen estar muy por debajo de su umbral tóxico. Por lo tanto, puede afirmarse que, en la práctica, la toxicidad asociada a la presencia de impurezas suele ser insignificante o muy poco significativa.
¿Tienen, esas impurezas, efectos psicoactivos? ¿Marcan alguna diferencia en los efectos en comparación con los que se obtendrían consumiendo cocaína pura?
Las impurezas presentes en la cocaína no tienen efectos psicoactivos, a excepción del benzoato de ecgonina que, al ser administrado por vía intravenosa (no así por vía nasal/esnifada), presenta una psicoactividad similar a la de la cocaína. Sin embargo, algunos compuestos de la familia de las cinamoil-cocaínas, a pesar de no ser psicoactivos, pueden producir taquicardias y dilatación de pupilas, de modo que, efectivamente, pueden generar matices y diferencias en los efectos en comparación con los que se obtendrían consumiendo cocaína pura, pudiendo dar lugar, por ejemplo, a experiencias más tensas, taquicárdicas y atacantes.
¿Cuáles son los adulterantes habitualmente utilizados para cortar la cocaína?
Los adulterantes que más frecuentemente se han empleado para cortar la cocaína han sido la cafeína, los anestésicos locales (procaína, lidocaína, benzocaína) y los analgésicos (fenacetina y paracetamol). Este tipo de sustancias vienen siendo utilizadas como los adulterantes prototípicos de la cocaína desde hace mucho tiempo, aun cuando el protagonismo y la presencia que tiene cada uno de ellos suele sufrir variaciones de un año a otro. Tanto es así que, a lo largo de los últimos, el levamisol (apenas detectado anteriormente) ha pasado a convertirse en el adulterante estrella.
Por lo demás, aparte de adulterantes propiamente dichos, frecuentemente se detectan también diluyentes y productos insolubles que actúan a modo de carga (aportan peso y, con ello, aumentan el beneficio económico). Como diluyentes suelen utilizarse fundamentalmente azúcares, siendo normalmente el manitol el más utilizado, aunque también se usan la lactosa, el inositol, la glucosa, el lactitol y la sacarosa, entre otros. A su vez, como cargas insolubles suelen identificarse el carbonato cálcico y el sulfato cálcico.
¿Qué otros adulterantes se detectan en los análisis aparte de los habituales?
Aparte de los adulterantes principales, en ocasiones se detectan otro tipo de sustancias (generalmente, medicamentos). Por poner algunos ejemplos, cabría mencionar e ácido acetilsalicílico, el metamizol, el dimetiltereftalato, el piracetam, el ibuprofeno, la hidroxicina y la ketamina (aunque en este último caso cabe considerar que en lugar de una adulteración los habitual es que se trate de una mezcla intencionada de cocaína y ketamina, conocida en el ámbito del consumo como CK, coketa o Calvin Klein o bien de una contaminación involuntaria).
Y, en términos generales, ¿qué es más peligroso para la salud: los adulterantes de la cocaína o la cocaína en sí misma?
En líneas generales y atendiendo al tipo y a la cantidad de las sustancias que suelen detectarse en las muestras de cocaína, las probabilidades de tener una reacción adversa o cualquier otro problema relacionado con el consumo guardan más relación con la toxicidad de la droga que con la de los cortes y productos añadidos. Es decir, es más peligrosa la cocaína en sí misma. Sin embargo, el levamisol, ampliamente presente como adulterante en los últimos años, e incluso la fenacetina, aumentan mucho los riesgos (daño hepático, bajada del sistema inmunitario, etc.) en caso de consumir habitualmente muestras altamente adulteradas o de sufrir reacciones alérgicas.
¿Es cierto que la cocaína debe, necesariamente, estar cortada, ya que si fuese demasiado pura resultaría letal?
No hombre, no, tampoco es eso… Veamos: se estima que para un individuo de 70 kg de peso que no hubiese desarrollado tolerancia a la cocaína, la dosis letal de esta sustancia sería de un gramo administrado en una única toma (1.400 mg en caso de que la administración sea oral y entre 750 y 800 mg en caso de emplear otras vías: inhalada, intravenosa o subcutánea). Estas cantidades se refieren a cocaína pura. Si hablásemos, por ejemplo, de cocaína adulterada con manitol al 50%, simplemente habría que doblar las cantidades, de modo que la dosis letal media pasaría a ser de dos gramos administrados de una sola vez. La cuestión es que virtualmente ningún individuo sin tolerancia se administra cantidades de uno o dos gramos de cocaína de una sola vez, de tal manera que no hay necesidad alguna de adulterar la cocaína ni de rebajar su pureza para que no resulte letal. La adulteración de las drogas responde al interés de los traficantes por obtener mayores beneficios económicos. Sencilla y llanamente, no es más, por lo tanto, que un puro y duro fraude. Un fraude que, por lo demás, en lugar de evitar problemas de salud, los añade, facilita o agrava. En tanto en cuanto que, más allá de la toxicidad de las sustancias empleadas (por lo general escasa pero preocupante en el caso de sustancias como el levamisol), el añadido —variable y sin especificar— de otros productos que acompañan a la cocaína da lugar, entre otras cosas, a que al usuario le resulte imposible conocer la composición y la concentración de principio activo que se administra en cada ocasión, lo cual, como cualquiera puede comprender sin mayores explicaciones, conlleva un aumento de los riesgos. Lo ideal, en consecuencia, sería que los consumidores pudieran acceder a cocaína pura (o, en su defecto, rebajada con excipientes en cantidades fijas y claramente especificadas), de modo que pudieran calcular perfectamente las dosis, como, a fin de cuentas, se ha venido haciendo durante más de un siglo en el ámbito de la medicina, donde el uso terapéutico de la cocaína se realiza con la sustancia pura en lugar de con un producto con composición y concentración desconocidas.
¿Por qué se usan éstos adulterantes y no otros?
Como acabamos de mencionar, todos los adulterantes se emplean con la intención de aumentar los beneficios económicos. La idea que subyace a su utilización no es otra que la de dar gato por liebre, la de vender productos más baratos que la cocaína al precio de esta última. El objetivo, por lo tanto, es el de engañar y estafar al cliente, pero, evidentemente, sin pasarse, de modo que, de una parte, no se dé cuenta de que ha sido estafado y, de otra, que quede al menos medianamente satisfecho y vuelva a comprar. Así pues, los traficantes, a la hora de adulterar su mercancía, tienden a escoger aquellos adulterantes que simulen los efectos o las características externas de la coca, aquellos que sean más difíciles de detectar y, entre ellos, aquellos que les resulten más fácilmente accesibles y baratos.
Dicho esto, en resumidas cuentas, la lidocaína, la procaína o la benzocaína se utilizan porque simulan el efecto anestésico local de la cocaína; la cafeína y el levamisol porque simulan y potencian el efecto estimulante; los azúcares como el manitol o las cargas insolubles como el sulfato cálcico porque, al mismo tiempo que aumentan considerablemente el peso de las partidas, son muy baratos y pasan fácilmente desapercibidos como corte; los analgésicos… sólo Dios sabe por qué usarán los analgésicos.
¿Y qué hay de los productos altamente tóxicos, de los venenos, del ladrillo machacado, del matarratas…? ¿Se usan o no se usan para adulterar la cocaína?
¿Usaría usted venenos puros y duros si se dedicara al tráfico de cocaína? En caso de hacerlo, ¿cómo cree que le iría el negocio: bien, mal o pichí-pichá, ni-pa-tí-ni-pa-mí? Pues eso.
Acerca del autor
Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.