Por Nuria Calzada, Fernando Caudevilla y Claudio Vidal
Energy Control analiza de forma crítica la falta de rigor y escasa calidad de las noticias sobre nuevas drogas que alcanzan una enorme difusión, sobre todo en época estival, así como las consecuencias negativas de estas “serpientes de verano”.
*Serpiente de verano: es una expresión que se refiere a las noticias irrelevantes o sorprendentes que publican algunos medios para llenar espacio durante las vacaciones de verano, cuando la mayor parte de la sociedad está de vacaciones y no se producen sucesos ni noticias interesantes.
Periódicamente, sobre todo en verano, algunos medios de comunicación hacen saltar las alarmas por nuevas drogas o nuevas formas de consumo, siendo el caso de la “molécula de Dios” (5-MeO-DMT) extraída del sapo Bufo Alvarius el último de ellos. Este fenómeno cíclico responde a un mismo esquema por el que se advierte sobre la supuesta llegada a España de “una nueva droga”. El fenómeno causa alarma tanto entre profesionales como entre la población general ya que está popularizándose o poniéndose de moda a pesar de sus peligrosos efectos. En el mejor de los casos, estas noticias tienen su base en hechos puntuales o anecdóticos que son presentados como fenómenos extendidos y generalizados. En el peor, se divulgan leyendas urbanas o bulos sin ningún fundamento científico y que no resisten un mínimo ejercicio de razonamiento lógico.
Muchas veces la información suele elaborarse a partir de datos disponibles en Internet de calidad muy variable o de vídeos de YouTube sacados de contexto que se aderezan con testimonios de supuestos consumidores. Sin embargo, los datos objetivos de la investigación toxicológica, forense, clínica, sociológica o epidemiológica siempre o casi siempre son ignorados. Por ejemplo, y aterrizando en las recientes noticias sobre la 5-MeO-DMT extraída del sapo Bufo Alvarius o sobre compuestos relacionados como la DMT, es importante recordar que el uso recreativo de este tipo de alucinógenos es un fenómeno descrito desde hace décadas. Nuestro Servicio de Análisis de Sustancias tiene constancia de la presencia repetida, aunque puntual y esporádica, de la DMT y alguno de sus derivados desde hace 20 años. En nuestro reciente Informe con los resultados del Servicio de Análisis para el año 2016, la DMT supone solo el 1% de las 4.072 muestras entregadas voluntariamente por las personas usuarias del servicio, sin que se hayan detectado cambios significativos en comparación con años previos o en el periodo comprendido entre enero y julio de este año 2017.
Cuando los medios de comunicación hablan de drogas lo suelen hacer de dos maneras: destacando la acción policial contra el narcotráfico (incluyendo al menudeo) o creando los llamados “pánicos” usando para ello drogas de uso minoritario, drogas inexistentes o comportamientos extravagantes. En nuestro país, contamos ya con numerosos ejemplos de este tipo de noticias de muy baja calidad sobre drogas que los medios de comunicación han usado para captar la atención del público: el estramonio, la droga caníbal, la droga de Hulk, el captagón o el krokodil, por citar algunas. Todas ellas tienen en común que su uso es extraordinariamente minoritario, al menos en nuestro contexto, pero de las que se señalan los efectos negativos más hipotéticos, extremos o que ni siquiera se llegaron a producir (como el caso del canibalismo). Este tipo de informaciones no esperan a la confirmación toxicológica que muestre o no la presencia de esa sustancia y no atienden a las evidencias epidemiológicas que indican que, de producirse, su consumo es minoritario. Pero también han abordado desde el sensacionalismo comportamientos como el balconing o comportamientos que pertenecen al ámbito de la leyenda como el tampodka. De especial preocupación es el hecho de que han dado a conocer ciertas sustancias a personas que, de otra manera, nunca las hubieran llegado a conocer. En ocasiones, además, también han dado indicaciones precisas sobre cuáles son sus efectos, su precio y las maneras de adquirirlas, sobre todo cuando han abordado el creciente uso de Internet para ello.
Abordar las drogas de este modo trae aparejadas una serie de consecuencias negativas a las que es importante prestar atención y, en la medida de lo posible, deben evitarse. En primer lugar, genera una alarma social injustificada que solo puede entenderse en el marco de la necesidad de mantener un estado de alerta constante en torno a las drogas que justifique unas políticas determinadas, en general englobadas en lo que se denomina “guerra contra las drogas”. De hecho, esta alarma social impulsada por los medios de comunicación ha llevado en ocasiones al establecimiento de nuevas regulaciones, normalmente en forma de prohibiciones, que no quedaban justificadas por la evidencia científica disponible. Uno de los casos paradigmáticos de esto último fue la prohibición de la mefedrona en Reino Unido. Un análisis más detallado de este y otros casos puede leerse aquí.
Por otra parte, hace perder prestigio y credibilidad a los medios de comunicación ante colectivos como el de las personas que consumen drogas. Las informaciones sobre drogas tienden a centrarse en los aspectos más extravagantes del consumo y restan espacio a contenidos que pueden ayudar a reducir los problemas asociados e, incluso, a salvar vidas. En este sentido, es llamativo que la mención a pautas de uso más seguro sea prácticamente inexistente.
Como ya se mencionó más arriba, contribuye a la popularización de nuevas sustancias o de formas de consumo de elevado riesgo. En ocasiones, el uso de adjetivos como “potente”, “barato”, “de fácil acceso”, “de moda” o “legal” no hacen más que despertar el interés de potenciales consumidores. Además, dada la poca credibilidad que estos medios de comunicación pueden tener para las personas consumidoras, un exceso de celo en la exposición de los riesgos puede llevar a la no consideración de estos por parte de aquellas personas que más expuestas están a ellos. Aun en el caso de que los riesgos expuestas sean reales y probables, estos serán considerados como producto del alarmismo y, por tanto, no dignos de ser creídos. En este punto, el abuso del recurso al miedo por parte de algunos profesionales que participan como expertos en estas noticias también puede ser considerado como responsable de esta consecuencia no deseada.
Y, finalmente, un último punto de especial preocupación es que el abordaje sensacionalista de las drogas contribuye a la estigmatización de las personas consumidoras. La estigmatización es considerada como una de las principales fuentes de daño para las personas usuarias de drogas y se alcanza cuando se presentan comportamientos extraños, extravagantes y fuera de todo sentido común y se asocian a características negativas de quienes se comportan así. Estas características negativas se convierten en prejuicios y acaban por generar actitudes de rechazo hacia ellas. La estigmatización de grupos considerados como “indeseables” ha sido uno de los grandes problemas a los que se han tenido que enfrentar, no solo las personas usuarias de drogas, sino otros colectivos como las mujeres, el colectivo LGTBI, las personas enfermas de SIDA, etc.
Estamos absolutamente convencidas de la legitimidad del derecho que tienen los medios de comunicación a la libertad de información. Pero igualmente de convencidas estamos de que ese derecho debe ejercerse con rigor, objetividad y siempre bajo los criterios de responsabilidad social y veracidad informativa. En el ámbito de las drogas son muchas las temáticas que pueden captar la atención de los medios de comunicación y a las que el sensacionalismo resta espacio. Por solo poner unos ejemplos encima de la mesa, merece la pena mencionar el creciente debate nacional e internacional por un cambio en las políticas de drogas, que abandone el obsoleto e ineficaz ideal de un “mundo sin drogas”, que respete los derechos humanos y contribuya a la estabilidad de muchas regiones del mundo. La escasa cobertura que en nuestro país reciben los atropellos cometidos en nombre de la “Guerra contra las Drogas” es llamativo, con una parte minoritaria de la población consciente de los abusos cometidos en Filipinas y liderados por su presidente Rodrigo Duterte o la negativa a proporcionar tratamientos efectivos de sustitución con opiáceos como la metadona en países como China o Rusia, este último afectado por una importante epidemia de VIH entre personas usuarias de drogas por vía inyectada. Y, por terminar con los ejemplos y acercarlos más a nuestro contexto, el sensacionalismo resta espacio a demandas de las propias personas usuarias de drogas, como son la eliminación de las sanciones administrativas por la tenencia de drogas para el consumo propio o el creciente debate en favor de la regulación del cannabis en nuestro país.
Fuente EnergyControl.org
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.