La importancia de seguir las recomendaciones cuando te inicias en el cultivo de cannabis

por Germán Carrera

Puesto que recientemente hemos dedicado esta sección a menesteres trascendentes y, al fin y al cabo, fue creada para la purificación emocional, corporal, mental y espiritual del que escribe y el que lee, así como reflejo de la naturaleza humana (haciendo honor al gran Aristóteles), hoy toca purificarse a través de la tragicomedia que nos caracteriza.

Desde que formo parte de este complejo sector he escuchado de todo, anécdotas de muchas y muy variadas clases y aventuras de lo más pintorescas. Aunque creía que ya nada me podía coger desprevenido, hace unos días me sorprendí riéndome compulsivamente de una hazaña de lo más enrevesada.

Ante de comenzar con el relato me gustaría anotar que me encontraba bajo los efectos del cannabis y puede que no todas los hechos sean exactamente como los describo. Eso sí, podéis confiar en mí en cuanto a que las partes clave de la historia son totalmente reales pues están grabadas a fuego en mi memoria.

Un buen colega y gran cultivador, al que llamaremos, por ejemplo, Cristian, me contó que un amigo suyo quería comenzar a cultivar cannabis y él, para facilitarle las cosas, le cedió un planta en estado vegetativo de edad considerable, bien enraizada y sana, para que simplemente la trasplantara y la pusiera a tomar el sol. Le recomendó que se acercara a un grow shop y comprara lo más básico: un preventivo, algún producto para la floración y, por supuesto, un buen sustrato que le proporcionara los nutrientes suficientes para las semanas de crecimiento. Como suele suceder en estos casos, el primerizo hizo caso omiso a sus sencillas recomendaciones y, días después de entregarle del clon, lo llamó desde una gran superficie para preguntarle qué sustrato comprar.

El bueno de mi colega le dijo, adaptándose a la situación, que comprara un sustrato universal de calidad media, como Compo Sana (no soy muy amigo de mencionar marcas pero el dato resulta imprescindible para contextualizar la historia que sigue y no creo que el texto adquiera el mínimo carácter promocional ni que Compo vaya a beneficiarse del resultado). El primerizo aseveró entusiasmado y se dirigió a su casa con la compra recién hecha.

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Al día siguiente llamó a Cristian y le dijo que había puesto la planta en una enorme maceta de cincuenta litros y que se mostraba exuberante, pletórica, ubérrima, preciosa… en conclusión indescriptible bien. El verde de las hojas recordaba a la mejor hierbabuena que jamás hubiera cultivado y la cosa prometía flores para abastecer a todo el pueblo.

Pasadas 48 horas, el primerizo volvió a llamar a Cristian. El talante que escuchaba mi colega al otro lado del teléfono no era, en absoluto, parecido al del día anterior. El primerizo estaba considerablemente preocupado y la planta empezaba a encorvarse y languidecer. Pese a lo alarmante de las palabras del primerizo, Cristian no podía ir a visitarla hasta pasados un par de días pues no se encontraba en el lugar en cuestión. Le recordó algunas recomendaciones básicas y posibles problemas que podía acaecer y esperó buenas nuevas.

Cumplidas las 72 horas volvió a sucederse una trágica llamada. El primerizo estaba totalmente desconsolado, la planta se estaba muriendo. “No lo entiendo, tiene que ser culpa de la planta, yo he hecho todo lo que me dijiste. He tenido mucho cuidado al trasplantar, la tierra está húmeda, la planta al sol y no veo ningún bicho”.

El bueno de Cristian decidió dejar de lado lo que estaba haciendo y, veloz, corrió para salvar a la planta moribunda. Una vez en el lugar vio como el clon había alcanzado un punto de no retorno y exhalaba sus últimas muestras de vida. Miró la planta sin encontrar sentido a la situación. “Seguro que ha roto la raíz durante el trasplante”, pensó. Tiró enérgicamente de la planta para ver la reacción de la raíz y pudo comprobar que no parecía haber ningún problema en la misma, sin embargo, al hacerlo, advirtió que el sustrato no le resultaba en absoluto familiar. Echó una mano al mismo y al coger un buen puñado se percató de que estaba sujetando compost puro y duro, sin adulterantes, sin mezclas, 100% mierda, para ser más exactos mierda de caballo.

Cuando Cristian le dijo al primerizo que comprara Compo Sana, entendió que comprara compost y preguntó al encargado de la sección de jardinería cuál era el mejor compost. Él, sin dudarlo, le recomendó el compost de estiércol de caballo.

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No sé si existe una moraleja en toda esta historia más allá de que no debes plantar cannabis en mierda de caballo (otra cosa es utilizarla como parte del sustrato, aunque tampoco me parece la mejor opción). Sin embargo, me veo en la obligación de recomendaros, encarecidamente, que dediquéis veinte minutos de vuestras vidas a leer alguna pequeña guía que encontréis en internet sobre cultivo de cannabis antes de poneros manos a la obra o, mejor aún, que leáis Cannabis Magazine, especialmente la primera parte de la revista, que está mayoritariamente dedicada al cultivo de esta maravillosa planta que es el cannabis.

Hace quince años cabía la excusa, se permitía decir que los landraces caseros de nuestros amiguetes cultivadores eran la mejor marihuana que habíamos probado, que existían el cannabis triposo (conseguido gracias a meter tripis en las raíces o entre las ramas de las plantas), que era recomendable vaciar media botella de whisky en el sustrato el día antes de ser cosechadas para mejorar el sabor, y un largo etcétera de despropósitos. Pero hoy, que con dos clics y cuatro tecleos tenemos toda la información del mundo en nuestras pantallas es un pecado cometer cierto tipo de errores.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.