El 18 de marzo de 2022 dejé de fumar tabaco. Al principio no, pero con el tiempo comprendí que aquel indescriptible esfuerzo había merecido la pena por todas esas cosas que ya os habrán contado cienes de veces. Sí, suenan a tópico, pero son la mar de ciertas.
por Germán Carrera
Mientras terminaba el verano de 2024, me decía a mí mismo que por fumarme un cigarrito de vez en cuando no iba a pasarme nada. De hecho, una de las cosas que más extrañaba era un buen canuto de hachís casero mezclado con tabaco de liar. Para lo que viene siendo nuestra cultura fumeta, llevaba “malfumando” hachís de primera calidad desde hace treinta meses, que se dice pronto.
Me decía a mí mismo: “total, después de dos años y medio sin fumar, unas caladitas no hacen daño a nadie”. Y así, precisamente, volví a convertirme, poco a poco, en fumador de tabaco. En la Navidad de 2024 consagré de nuevo un consumo regular y constante de nicotina.
Y es que, lectores míos, el tabaco termina convirtiéndose en una adicción silenciosa. Incluso para personas como yo, que nunca han pasado de los siete u ocho cigarrillos al día, el tiempo ha hecho que la adicción se convierta en costumbre y se enquiste hasta tal punto que sólo hay una forma de terminar con ella: siendo tajante.
Organizaciones (que no voy a siquiera a mentar, pues ni esta publicidad se merecen) encargadas de tratar a personas que tienen adicciones relacionadas con sustancias o conductas llevan a cabo prácticas de aislamiento y negación que rozan lo absurdo y, a la vez, curiosamente, funcionan (al menos en lo que tiene que ver con no volver a consumir cierta sustancia o no volver a reproducir cierto comportamiento). Muchas de estas prácticas se fundamentan en seguir una rutina totalmente al margen del hábito en cuestión (y de las personas que pueden fomentar esa adicción), repleta de tareas y quehaceres, y siguiendo un proceder extremadamente estricto.
Los exfumadores de tabaco no tenemos que alcanzar estos dramáticos extremos si queremos seguir siendo exfumadores, pero sí podemos aprender algo de estas formas de combatir una adicción. Si consideramos al tabaco como una droga menor (error que los fumadores solemos cometer) acabaremos inmunizando nuestra adicción a la nicotina o, lo que es peor, convenciéndonos de que ni podemos ni queremos dejarla.
Nosotros, que conocemos las bondades del cannabis, así como los consumos saludables y alternativos que tenemos a nuestra disposición, no podemos pasar desapercibidos los pocos beneficios que nos trae el tabaquismo en comparación con el uso y disfrute de la marihuana. De hecho, en el peor de los casos, fumar un porro exclusivamente de cannabis será casi tan perjudicial como fumarse un cigarrillo, pero al menos notaremos algún tipo de efecto evidente y disfrutable. En el mejor de los escenarios usaremos vaporizadores para consumir nuestro cannabis, pudiendo disfrutar de las bondades de nuestra planta amiga sin exponernos a su aspecto más insalubre: la combustión.
Curiosamente, según van transcurriendo los años, te vas encontrando con una ingente cantidad de personas que dejan de fumar durante semanas, meses e incluso años, para luego volver a caer un vicio que nos cuesta horrores dejar por completo. El tabaco encierra un poder adictivo que trasciende lo físico, esos síntomas evidentes del síndrome de abstinencia, y viaja, silencioso, a lo largo de los años, recordándonos lo placentero que era fumar y lo mucho que nos gustaba.
El 14 de octubre de 2016 volví a dejar de fumar tabaco de forma drástica. Han pasado más de dos meses y sigo teniendo un mono y una ansiedad que no hay quien me aguante. Incluso después de 68 días, sigo alterándome con facilidad y, de cuando en cuando, hago uso de un malhumor inexplicable.
Menos mal que, junto con la abstinencia, llegaron unos hábitos de vida más saludables y retomé el deporte. Cuando alcanzo las cimas más dramáticas de esta ansiedad incomprensible, me meto un buen canuto de hierba entre pecho y espalda y se me pasa la tontería. Entre mientras, vaporizo aquí y allá, normalmente cannabis rico en CBD, y voy sobrellevando mi existencia. Si no llega a ser por esto no me aguantaría ni yo.

Con el mímesis de este mes simplemente quiero transmitiros tres ideas:
- No os engañéis, o dejáis de fumar o no. No existen los términos medios para las personas que hemos estado muchos años fumando ininterrumpidamente.
- Fumar tabaco es un vicio que no compensa y dejar de fumarlo es una experiencia extremadamente desagradable y compleja en la que se producen una serie de cambios en nuestro organismo que pueden prolongarse durante meses. Muchos expertos establecen la barrera de los 180 días como el objetivo a alcanzar, pues a partir de esta fecha la recaída desciende drásticamente.
- Nosotros, que tenemos la suerte de conocer a nuestra planta amiga, disponemos de un inestimable aliado al que recurrir en los momentos más flojos. No lo desaprovechéis.
Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.