El tabaco es originario de América y ha llegado hasta cualquier rincón del planeta y es legal. El tabaco ha sido prohibido en algún periodo de tiempo pero finalmente los gobiernos se dieron cuenta que era más conveniente legalizarlo que prohibirlo. Algo parecido debería de suceder con el cannabis.
El nombre de tabaco, para denominar a la planta, fue explicado por el padre Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez (uno de los primeros cronistas de América), quien en su obra Historia General de las Indias (Sevilla, 1535) relataba: “entre otras costumbres reprobables los indios tienen una que es especialmente nociva y que consiste en la absorción de una cierta clase de humo a lo que llaman “tabaco” para producir un estado de estupor (…) algunos absorben el humo por medio de una caña hueca, eso es lo que los indios llaman “tabaco” y no a la hierba”. La primera conclusión es que el tabaco no es en realidad tabaco, porque la hierba la llamaban “cohiva”.
Los consumidores precolombinos
De acuerdo con los estudios arqueológicos, hace unos cinco mil años los indios sudamericanos conocían los efectos del tabaco, sobre todo para sus usos «terapéuticos». Por ejemplo, los shuar del Amazonas, los aruacos de la cuenca del Orinoco y más al norte, los aztecas, lo utilizaron como antídoto contra el veneno de las serpientes. Se piensa que la planta es originaria de la zona andina, cerca del lago Titicaca, donde se conocía desde el año 3.000 a.C.
Los primeros consumidores de tabaco que se sepa a ciencia cierta fueron los mayas hace 1.500 años que lo consideraban como medicina milagrosa y elemento importante en ceremonias religiosas y militares de culturas precolombinas. Por ejemplo, para los mayas, el tabaco se representaba en el firmamento nocturno y las estrellas fugaces eran las cenizas aún ardientes de un enorme cigarro. Las nubes eran el humo de enormes puros del dios de la lluvia. De la utilización del tabaco por los mayas tenemos pruebas de su utilización ritual en el grabado de un sacerdote maya fumando (siglo VI-VII) que se encuentra en el templo de Palenque (Yucatán). Mientras que para los aztecas, en el siglo XII, lo consumían de una forma más social que religiosa.
Tabaco, el remedio que lo curaba todo pasó a prohibido
Las primeras descripciones del tabaco se deben a un botánico madrileño, Gonzalo Fernández, en 1535, y a un médico sevillano, Nicolás Monardes, en 1574. Nicolás especificaba al tabaco como una panacea para curar 65 enfermedades distintas. Escritos posteriores fortalecieron la misma idea y en pocos años la idea del tabaco “terapéutico” se difundió por toda Europa gracias a la pluma y el entusiasmo de distintos médicos con cierto prestigio en sus diferentes países. Durante unas cuantas décadas el tabaco fue considerado un remedio eficaz para sanar o paliar dolencias como la sordera, eccemas cutáneos, migrañas, dolores de muelas, la ceguera, y hasta el asma. Hacia 1560 la reina Catalina de Médicis consumía polvo de hojas de tabaco (rapé) para sus fuertes jaquecas. Se difundió que se curó aspirando este polvo de tabaco, esto dio mucho prestigio a la planta.
Para los europeos el tabaco siempre ha sido una fuente de placer. Rodrigo de Jerez (compañero de Colón y también un judío converso) llegó a convertirse en un adicto al tabaco. Al echar humo por la boca se pensaba que el diablo se encontraba dentro de su cuerpo y fue enviado a la prisión de la Inquisición por practicar algo pecaminoso e infernal (¿o tal vez fue por judío?).
Fray Bartolomé de las Casas mencionaba las costumbres indígenas de fumar tabaco que se estaban arraigando entre los castellanos. Afirmaba también que su adictividad era muy alta. El rey Felipe II en 1586 en un documento real escribía que el tabaco era una hierba perjudicial. Así que fueron los castellanos los primeros adictos al tabaco y los primeros en tener problemas con la justicia por su consumo.
La Iglesia católica no aceptó de buen grado el tabaco y se acabó prohibiendo. El papa Urbano VIII en 1642 en su encíclica Cum Ecclesia lo prohibió alrededor de los templos e incluso en su interior, en donde se consumía principalmente en forma de polvo o rapé y llegó a excomulgar a quienes fumaban. El papa Benedicto XIII en 1725 deja de excomulgar a los fumadores ya que así se evitaría “a los fieles el espectáculo escandaloso de dignatarios escapando del santuario para irse a fumar a escondidas”. A mediados del siglo XVII estaba prohibido en Baviera, Sajonia y el cantón de Zúrich.
En 1650 el Código de Connecticut (Estados Unidos) prohibía el consumo de tabaco. La reina Victoria odiaba el humo del tabaco y prohibió su consumo a los miembros de su Guardia Real. En algunas zonas de Alemania se les enviaba al patíbulo. Hacia 1691 en la región alemana de Luneberg se decretaba penas de muerte por mascar, inspirar nasalmente o fumar tabaco. En Berlín las autoridades prohibían fumar en espacios públicos, estas ordenanzas tuvieron vigencia hasta mediados del siglo XIX.
En Persia el Sha descabezaba a la gente y en Turquía el sultán Amorates IV hacía desmembrar y amputar miembros. También el sultán Murad IV le gustaba sorprender a los hombres fumando, incluso en el campo de batalla y los castigaba con la decapitación, desmembramiento o mutilación de pies y manos.
En Rusia, a mediados del siglo XVII, el zar Miguel Fedorovich torturaba a los fumadores para que confesara quién o quiénes eran sus “camellos” y luego les cortaba las narices y orejas a ambos. También el zar Alexis Mijailovitch siguió con la técnica de mutilar las narices de los consumidores. Hasta que hubo un momento en que el país se estaba llenando de personas mutiladas que seguían fumando y Pedro el Grande renunció a seguir torturando a sus súbditos. Finalmente se legalizó el consumo de tabaco. La empresa inglesa Farmers General se quedó con los derechos de exportación de tabaco a Rusia por 15.000 libras esterlinas (Escohotado, 1999:381).
En Suecia el rey Gustavo II Adolfo declaró que: “nada hay tan aborrecible como ese humo, a excepción de la legua alemana” (Escohotado, 1999: 381). También en China se torturaba a los fumadores y así en 1640 reinando el último emperador Ming, el tráfico y consumo de tabaco estaba castigado con pena de muerte (concretamente se estrangulaba a los infractores). A partir de ese momento el pueblo chino pasó a fumar opio, una sustancia que anteriormente se consumía por vía oral. Algunas sectas, como la sikh (en la India) prohíben el consumo de tabaco entre sus miembros.
Difusión por todo el mundo
El tabaco era desconocido para los europeos hasta 1492. Esta sustancia comenzó a propagarse por el puerto de Palos de la Frontera (Huelva) a diferentes puertos como los de Sevilla, Cádiz o Cartagena. Hacia 1510 Francisco Hernández de Toledo llevó las semillas a España. 50 años más tarde llegó a Francia gracias al embajador francés en Portugal Jean Nicot (de aquí proviene la palabra nicotina el alcaloide del tabaco). Hacia 1585 llegó la planta a Inglaterra gracias al pirata Sir Francis Drake. También se difundió rápidamente por Rusia y en el siglo XVII alcanzó las costas occidentales de África, China y Japón.
En 1634 se establecieron los estancos en Castilla y para 1707 para toda la corona. Los estancos tienen este nombre ya que en los primeros sitios donde se cultivaba y se plantaba era en el interior de los conventos (“lugares cerrados” igual a “estancos”). También se prohibía el cultivo de la planta en España para facilitar así su control. La mayor producción de tabaco se dio en Cuba.
La América colonial inglesa se convirtió en el principal productor mundial de tabaco. En algunos estados el tabaco se convirtió en monocultivo que proporcionaba más de la mitad de todos los ingresos por exportación. El consumo de tabaco comenzó entre los marineros, luego pasó a sectores marginales y grupos sociales de extracción baja. Poco a poco comenzó a ser un hábito de clases sociales altas. El aumento del consumo de tabaco dio la idea a los gobiernos de crear un negocio. Comienza así a desarrollarse la industria del tabaco. En el siglo XVII se creó la fábrica de tabacos llamada Real Fábrica de Tabacos de Sevilla.
Los descubrimientos de nuevas tierras por parte de los europeos durante los siglos XVI, XVII y XVIII alrededor del planeta contribuyeron a propagar el consumo de hasta las costas de Asia, África y Oceanía. De Europa se propagó a Asia por tres rutas. Desde México, los españoles lo llevaron a Filipinas, en el siglo XVI, de allí a Taiwan, interior de China, Corea, Birmania y el sur de India.
Es un negocio
España grabó fiscalmente la importación de tabaco. Durante el siglo XVII se crea la Institución del Estanco del Tabaco. Fue una formidable fuente de ingresos. En 1880 James Bonsak patentó una máquina capaz de elaborar 100.000 cigarrillos en una sola jornada. El precio bajó radicalmente y las compañías tabaqueras empezaron a presionar para colocar su producto a unos fumadores que, de consumir una media de un cigarro a la semana, pasaron a fumar casi 10.000 cigarrillos anuales.
Pero es a finales del siglo XIX y principios del XX cuando aparecen las grandes empresas tabaqueras (como Reynolds o BAT). Estas compañías son las mismas que fomentan el consumo de tabaco en el extranjero, pagando a los estudios de cine de Hollywood para que los guionistas de las películas introduzcan momentos en donde los protagonistas se fumen un cigarrillo. Para introducir el gusto por el tabaco americano en 1964 el programa internacional Comida para la Paz incluyó paquetes de cigarrillos americanos. En muchos países en Vías de Desarrollo el tabaco es cinco a diez veces más barato que en los países desarrollados y no aparecen los letreritos de que el tabaco puede perjudicar la salud.
Tabaco y guerra
Resulta sorprendente darse cuenta de la profunda relación histórica entre tabaco y guerra. Vamos a ver unos ejemplos. El éxito económico de la producción de tabaco en las colonias inglesas de América tuvo repercusiones importantes en la guerra de Independencia (1776). George Washington decía: «Si no pueden enviar dinero, envíen tabaco», pues países como Francia y España, que prestaban dinero a los insurgentes, aceptaba ser reembolsado con la planta. La gran extensión del uso de los puros de tabaco en Europa tuvo lugar gracias a las tropas napoleónicas que después de la invasión de España en 1808 se dedicaron a propagarlo por toda Europa hasta Rusia. El mismo Napoleón fue un gran fumador de puros y consumidor de rapé.
La difusión del consumo de cigarrillos se produce a partir de la participación de los ejércitos europeos en la guerra de Crimea, donde estos adoptan de los turcos la costumbre de fumarlos. Al regresar estos soldados a sus casas difundieron su consumo por Europa. El pueblo francés y el inglés adoptaron rápidamente esta nueva forma de consumo. Al mismo tiempo en los Estados Unidos tuvo lugar un proceso similar durante la guerra Civil Americana (1866), cuando soldados unionistas y secesionistas se fumaron todo el tabaco de la fábrica J.R. Green en Durham (Nueva Carolina). De repente, todas las compañías de tabaco comenzaron a regalar cigarrillos a los soldados. Al terminar la guerra su uso se popularizó en todos los Estados Unidos y el consumo de cigarrillos se disparó.
Durante la Primera Guerra Mundial aumentó el consumo de tabaco. Entre los soldados, el tabaco era considerado indispensable, casi igual que la comida. A demanda de los generales, que lo consideraban esencial para la moral de los soldados, el tabaco fue incorporado al rancho de los combatientes, lo cual fue posible porque las compañías tabaqueras lo regalaron. Como consecuencia de ello los soldados supervivientes volvieron a sus casas adictos al tabaco. Es también un hecho reconocido que durante la Guerra Civil Española se distribuyeron entre los “nacionales” y los “republicanos” grandes cantidades de cigarrillos, formando parte de sus raciones reglamentarias de campaña. Al final de la guerra la tasa de fumadores en España aumentó de una manera significativa.
Durante la II Guerra Mundial, el consumo de tabaco era ya tan masivo entre los hombres que las autoridades militares aliadas lo declararon artículo de primera necesidad, por lo que era suministrado regularmente entre las tropas. El consumo femenino de tabaco de las mujeres aumentó significativamente. Como pequeño indicador de lo que sucedió durante esos cuatro años, hay que destacar que mientras el consumo de tabaco se dobló entre los varones británicos, el aumento entre las mujeres fue cuatro veces superior.
El Che Guevara -empedernido consumidor de puros a pesar del asma crónica que tenía- nos dice en su Manual de Guerra de Guerrillas que el tabaco es “un complemento habitual y sumamente importante en la vida del guerrillero”. También era conocedor de la planta de cannabis ya que en el diario del Che en Bolivia escribe: “Día 24 de abril. En la finca del Cura (encontramos marihuana en el sembrado)” (Ché, 2009:189).
Tabaco y muerte
Curiosamente el tabaco es considerado por la mayoría de los mortales como una sustancia inofensiva que se puede utilizar de manera habitual pero es, junto con el alcohol, la que causa miles de veces más muertes, lesiones y dependencias que las provocadas por la cocaína o la heroína. En Estados Unidos en 1986 se registraron 563 casos de muerte por crack y cocaína, y 577 casos de muerte por heroína. Pero los casos de muerte por consumo de alcohol llegaron a 100.000 (sin incluir los casos de accidentes de tráfico mortales y los crímenes debidos a la embriaguez etílica que podrían ser 300.000 casos de muerte más). Y los casos de muerte debida al consumo de tabaco fueron de 300.000 muertes (Escohotado, 1999: 1082).
En 1956 la OMS declaró que el tabaco era la primera causa previsible o evitable de muerte prematura. En 1962, un informe del Real Colegio de Médicos de Londres expuso que existía una mayor tasa de mortalidad por cáncer de pulmón en los fumadores de tabaco. El 1964 apareció el informe Terry (encargado por Kennedy) donde se afirmaba que la mortalidad general es en los fumadores casi el doble que en los no fumadores. Enganchadas las masas al tabaco, los vendedores de nicotina ya sólo tienen que hacer una cosa para mantener sus beneficios: maquillar las nefastas consecuencias que el fumar acarrea.
Su adictividad es harto sobrada, para Antonio Escohotado el tabaco es: “quizás la más adictiva de las drogas descubierta, sigue tentando a quienes lo abandonaron lustros y décadas después, presto a devolver esa imperceptible sedación/estimulación ligada a una coreografía de gestos y pequeñas servidumbres (encendedor, cenicero, paquete, una mano inútil por ocupada) que llena los instantes vacíos de cada momento vivido” (Escohotado, 1999: 1368).
Bibliografía
- Che Guevara (2009). El diario del Che en Bolivia. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.
- Escohotado, A. (1999). Historia general de las drogas. Espasa Forum. Madrid.
Acerca del autor
Isidro Marín Gutiérrez nació en la ciudad de Huelva en 1975. Es Doctor en Antropología Social y Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Ha publicado 29 artículos en revistas científicas, 18 libros y 15 capítulos de libros. Entre sus múltiples publicaciones e investigaciones