Drogas psicodélicas como el DMT y el éxtasis pueden ofrecer una vía de tratamiento única para diversas lesiones y enfermedades cerebrales debido a su potencia, ayudando a los pacientes a aprender habilidades perdidas y nuevas.

En los últimos años, los ensayos clínicos y las investigaciones de laboratorio han revelado que las drogas psicodélicas (tomadas en un entorno controlado y de apoyo) pueden mejorar trastornos del estado de ánimo como la depresión grave, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático. Ahora, un número cada vez mayor de científicos está estudiando si estos potentes medicamentos podrían tratar también las lesiones físicas del cerebro y otros trastornos derivados de un cableado cerebral diferente. Esto podría tener implicaciones para los accidentes cerebrovasculares y las lesiones cerebrales traumáticas, así como para enfermedades cerebrales como el Alzheimer y el Parkinson.

Los psicodélicos son una clase de compuestos que alteran la conciencia, como la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), la psilocibina (setas mágicas), la metilendioximetanfetamina (MDMA o éxtasis), la dimetiltriptamina (DMT) y la ayahuasca (derivada de ciertas plantas de Sudamérica), entre otros. Cada una de ellas afecta al cerebro de formas ligeramente distintas.

Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones sobre lesiones cerebrales (realizadas en tubos de ensayo y animales de laboratorio, con sólo unos pocos estudios en personas) apuntan al potencial de los psicodélicos para limitar el daño cerebral tras una lesión, estimular el nacimiento de nuevas neuronas que sustituyan a las dañadas y abrir las ventanas de aprendizaje que permiten al cerebro adquirir nuevas habilidades. Un estudio reciente, publicado en la revista Nature, descubrió que los animales de laboratorio que tomaban psicodélicos adoptaban en la edad adulta habilidades que antes se limitaban a la infancia.

“Mi laboratorio tuvo mucha suerte cuando descubrimos que los psicodélicos son las llaves maestras para reabrir los periodos críticos que los científicos llevan tanto tiempo buscando”, afirma Gül Dölen, profesor asociado de neurociencia en la Facultad de Medicina Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos), coautor del artículo de Nature.

Estos fármacos podrían resultar especialmente valiosos porque las lesiones cerebrales suelen carecer de terapias eficaces, afirma Sunil Aggarwal, médico especialista en medicina de rehabilitación integral de Estados Unidos y coautor de una revisión de la investigación sobre psicodélicos para lesiones cerebrales publicada en la revista médica Frontiers in Neurology. “Aún es pronto, pero estamos en un momento muy emocionante. Hay muchas investigaciones interesantes que sugieren que será un tratamiento realmente útil para estos pacientes”.

Los cerebros humanos se desarrollan de forma que determinadas habilidades se aprenden más fácilmente durante determinadas etapas del desarrollo, conocidas como periodos críticos. Las personas que intentan aprender un nuevo idioma en la edad adulta suelen entender este concepto, porque el periodo crítico para el lenguaje se cierra tras la adolescencia.

Sin embargo, este verano, los científicos de la Johns Hopkins, en Estados Unidos, informaron de que roedores adultos a los que se administró un psicodélico aprendieron ciertas habilidades de socialización que normalmente sólo se adquieren de jóvenes.

Tal capacidad tiene implicaciones para el tratamiento de los accidentes cerebrovasculares y las LCT. Cuando una persona sufre estas lesiones, muchas neuronas del cerebro resultan dañadas. Afortunadamente, un periodo crítico de aprendizaje del habla y las habilidades motoras se reabre de forma natural tras el suceso, lo que permite a la persona recuperar algunas de las capacidades perdidas. Pero generalmente se cierra en seis meses, lo que dificulta la mejora después de ese tiempo.

En el estudio, se entrenó a ratones adultos que carecían de ciertas habilidades sociales para que asociaran un entorno específico con la soledad y otro con la interacción comunitaria. Tras administrarles una dosis única de LSD, psilocibina u otro psicodélico, podían elegir pasar el tiempo en cualquiera de los dos entornos. La mayoría prefirió el lugar social.

Todas las drogas tuvieron este efecto, pero las que producen la experiencia psicodélica más prolongada en humanos reabrieron el periodo crítico de los roedores durante más tiempo después. Con el LSD, por ejemplo, cuyos efectos psicodélicos duran unas 10 horas, los ratones siguen aprendiendo el valor de la socialización durante meses después, en comparación con las semanas de los psicodélicos que producen alucinaciones más breves.

“Eso nos dice que probablemente esté funcionando el mismo mecanismo”, afirma Dölen. Tras realizar la autopsia de los cerebros de los animales, Dölen descubrió que los psicodélicos parecen actuar disolviendo componentes alrededor de las neuronas que estabilizan la memoria allí codificada: una mezcla de proteínas, azúcares y otros compuestos conocida como matriz extracelular. Dölen compara esta matriz con el cemento o silicona que hay entre las baldosas del suelo, porque cuando se retira las baldosas pueden moverse libremente. En el cerebro, con la matriz debilitada, las neuronas están abiertas a nuevos aprendizajes.

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Es probable que esto ocurra porque el hecho de que psicodélicos como el LSD permanezcan tanto tiempo en sus receptores abruma a las neuronas y hace que pulsen una especie de botón de reinicio, como un reinicio completo después de que se bloquee un ordenador. La cascada de acontecimientos celulares resultante reinicia el cerebro a una etapa de desarrollo anterior, afirma Dölen.

La reapertura de las ventanas de aprendizaje parece explicar por qué los estudios psicodélicos para los trastornos del estado de ánimo hacen hincapié en la importancia de la psicoterapia posterior a la administración de fármacos, conocida como integración. Como el cerebro está abierto a nuevas ideas durante la integración, puede abordar su enfermedad mental de formas novedosas, afirma Dölen.

Potenciar la socialización para el trastorno del espectro autista

Reabrir las ventanas del aprendizaje también puede ayudar a las personas que no tienen lesiones pero cuyos cerebros están conectados de forma diferente, como los que padecen trastorno del espectro autista, un trastorno neurológico y del desarrollo que, entre otras cosas, afecta a la forma en que las personas interactúan con los demás. Las investigaciones han demostrado que los cerebros de las personas con autismo presentan algunas diferencias con respecto a los de quienes no padecen esta enfermedad, sobre todo en el córtex frontal que regula las emociones y las relaciones.

En un estudio, ocho adultos con trastorno del espectro autista experimentaron una notable disminución de la ansiedad social tras tomar dos dosis del psicodélico MDMA, cada una de ellas seguida de tres sesiones de psicoterapia. Los beneficios de la terapia persistieron durante los seis meses de seguimiento, según el estudio de la Universidad de California (Estados Unidos).

El MDMA podría ser un psicodélico especialmente valioso para el autismo porque facilita el deseo de socialización, una habilidad que para muchos afectados por el espectro supone un reto, afirma Robert Malenka, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) que ha realizado investigaciones con animales utilizando la droga. “Bajo la influencia del MDMA, uno tiene esta profunda… sensación de querer interactuar con otras personas de forma no agresiva, prosocial y empática”, afirma.

Andrew Amick, un administrativo de Los Ángeles de 34 años que se está formando para convertirse en psicoterapeuta, participó en la investigación de la Universidad de California. Antes del estudio, contemplar incluso situaciones sociales casuales, como viajar en ascensor con compañeros de trabajo o cruzarse con ellos en el pasillo, le ponía tan ansioso que tomaba medidas para evitarlas.

Recuerda que durante las sesiones de MDMA se centraba en la tranquilidad de la sala, la música relajante y su cuerpo relajado. Después, se dio cuenta de que podía aprovechar esas mismas sensaciones cuando interactuaba con la gente. “Me resulta más fácil elegir estar en paz en situaciones sociales”, afirma Amick incluso seis años después. Cuando se encuentra en el ascensor de su oficina con compañeros, no sólo no se siente obligado a correr, sino que puede iniciar cómodamente una conversación.

Ayudar al cerebro a ayudarse a sí mismo

Otras formas en que los psicodélicos parecen influir en el cerebro incluyen la reducción de la inflamación, uno de los principales responsables del daño tras una lesión cerebral. Aunque esta inflamación es una respuesta biológica útil al tejido lesionado porque acompaña a las células inmunitarias y a otras sustancias químicas curativas que inundan la zona, en exceso es un problema grave.

“El cuerpo tiene que activar la inflamación, pero también tiene que desactivarla”, afirma Aggarwal. Cuando no lo hace a tiempo, las neuronas que escaparon a la lesión inicial pueden resultar dañadas. Una de las formas en que los psicodélicos disminuyen la inflamación es uniéndose a los receptores de serotonina llamados 5-HT2A, que son los responsables de producir las sensaciones alucinógenas y también regulan la inflamación. Además, los psicodélicos estimulan una proteína cerebral llamada factor neurotrófico derivado de las células gliales, responsable del crecimiento y la recuperación de las neuronas lesionadas.

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Varios laboratorios están evaluando el psicodélico DMT como posible medicamento para impulsar la recuperación tras un ictus. El DMT actúa estimulando otro tipo de receptores llamados sigma-1 (S1R), que parecen ser importantes para proteger a las células de las lesiones que se producen cuando la sangre fluye al cerebro tras un ictus.

Las ratas a las que se infundieron lentamente dosis bajas de DMT tras un ictus presentaban menos tejidos dañados y una recuperación más extensa; los niveles cerebrales de compuestos antiinflamatorios y proteínas sigma-1 eran abundantes en los animales tratados.

“El cuerpo tiene muchos mecanismos de defensa intrínsecos, pero en un ictus estos sistemas se ven desbordados”, afirma Christopher Bryan, vicepresidente de investigación y operaciones de la empresa canadiense Algernon. Su empresa está probando si el DMT podría reducir este proceso en las personas.

Algernon estudió primero a individuos sanos para evaluar si es seguro infundirles dosis bajas de DMT durante seis horas. Los resultados no se han publicado, pero Bryan afirma que esta administración resultó segura, lo que permitirá a la empresa iniciar pronto ensayos clínicos en pacientes hospitalizados por ictus. Al infundir lentamente el fármaco, Bryan afirma que los pacientes reciben una dosis terapéutica sin desencadenar los efectos psicodélicos de la DMT, que podrían ser perturbadores para alguien que se está recuperando de una lesión cerebral.

Tratamiento de las lesiones cerebrales más difíciles

Las lesiones cerebrales traumáticas, que son el resultado de un golpe violento en la cabeza, como un accidente de coche o un explosivo de guerra, son especialmente difíciles de tratar porque pueden dañarse múltiples partes del cerebro. Nolan Williams, director del Laboratorio de Estimulación Cerebral de la Universidad de Stanford, quedó intrigado por el potencial de la ibogaína tras escuchar historias de veteranos con TCE que iban al extranjero a tomar la droga y regresaban con la memoria y las funciones neurológicas notablemente mejoradas. 

Williams realizó recientemente un ensayo clínico en el que se administró ibogaína a 30 veteranos. Los resultados aún no se han publicado, pero la capacidad de procesamiento mental mejoró en muchos de los veteranos, según explicó Williams a los asistentes a una reciente conferencia sobre Ciencia Psicodélica celebrada en Denver (Estados Unidos). Además, los escáneres cerebrales descubrieron que aumentaba el flujo sanguíneo a las partes del cerebro implicadas en la rehabilitación.

Puede que los nuevos psicodélicos diseñados para eliminar la alteración de la conciencia resulten especialmente eficaces para las lesiones cerebrales. Esta posibilidad se ha visto reforzada por investigaciones recientes que han descubierto que, además de los receptores de serotonina 5-HT2A, los psicodélicos también se unen a un receptor llamado TrkB (pronunciado pista B), que ayuda a las células nerviosas a comunicarse entre sí. Los antidepresivos también activan este receptor, pero los psicodélicos son mil veces más potentes, afirma Eero Castrén, neurocientífico de la Universidad de Helsinki (Finlandia) y coautor del estudio.

TrkB no causa efectos alucinógenos, lo que significa que los fármacos diseñados para unirse a estos receptores sin activar 5HT2A podrían producir una curación similar. Aunque algunas personas creen que el subidón psicodélico es un aspecto importante en el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo, puede ser menos necesario para las lesiones cerebrales, afirma Castrén.

Muchos médicos e investigadores afirman que la ventaja de las terapias psicodélicas es que son tan potentes que sólo suelen requerir una o unas pocas dosis, por lo que podrían ofrecer una vía de tratamiento única.

“Muchos de los fármacos que utilizamos actualmente para las lesiones cerebrales deben tomarse a diario”, afirma Aggarwal. El uso de drogas psicodélicas “es un paradigma diferente, que se basa mucho más en las capacidades curativas innatas del cuerpo y en estimular ese proceso para que se produzca de forma más robusta.”

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.