El término bioeconomía o «bio-based economy» se refiere a la creciente tendencia que está teniendo lugar en Occidente, basada en desarrollar materiales, productos y procesos en sus industrias que sean lo menos contaminantes posibles y se basen en el empleo de materias primas vegetales renovables.
Ramón Servia – Ingeniero Técnico Agrícola
Generalmente, el impacto ambiental de las industrias se mide por el nivel de emisiones de dióxido de carbono que provoca su actividad, por este motivo, a la nueva tendencia industrial centrada en reducir los costes ambientales también se la conoce como la economía del CO2.
De hecho, desde la cumbre de Kyoto se ha implantado un sistema de cuotas a nivel global por el que cada país tiene asignada una determinada cantidad de emisiones de CO2 derivada de su actividad. Cuando se superan estos límites los gobiernos se enfrentan a sanciones económicas que intentan evitar «comprando» parte de las cuotas a terceros países que no llegan a su tope establecido.
Con el objetivo de alcanzar la sostenibilidad en los procesos productivos de una determinada actividad industrial se deben tener en cuenta diversos aspectos para tratar de minimizar el impacto ambiental.
Marcos regulatorios
En los países industrializados son muy importantes las regulaciones de los diferentes sectores económicos mediante subvenciones o penalizaciones (la zanahoria y el palo), así como las normativas que se aplican en cada actividad para modificar o reorientar las diferentes industrias. Un ejemplo claro de la importancia de estos marcos regulatorios lo encontramos en la comparación entre la Unión Europea y China. En China apenas existen regulaciones ambientales por lo que muchas empresas generan todo tipo de residuos contaminantes sin verse penalizadas económicamente por ello, mientras que en Europa estas regulaciones suelen ser bastante estrictas, obligando a las empresas a gestionar los residuos de forma controlada bajo amenaza de fuertes sanciones económicas (aunque por supuesto: “hecha la ley, hecha la trampa”).
Esta diferencia es un ejemplo de cómo influyen las políticas públicas en la forma de funcionar de las empresas y en el impacto que éstas pueden tener sobre el medio ambiente.
La herramienta más habitual para evaluar un producto o proceso en cuanto a su impacto ambiental es el “Análisis del Ciclo de Vida”, donde se valoran las entradas y salidas de energía en el proceso, el consumo de materiales y recursos, residuos y otros factores para determinar el impacto ambiental de un proceso de producción en términos de emisiones de CO2 a la atmósfera.
El gran objetivo de esta nueva corriente industrial es el incorporar en los grandes sectores de la economía materias primas procedentes de recursos renovables y sostenibles. Los sectores más importantes incluyen la industria del automóvil, el transporte, la construcción, la alimentación y la agricultura.
En esta nueva economía es donde nuestra querida planta está llamada a jugar un papel de gran importancia. Como la mayoría de vosotros sabréis, a partir de la planta de cannabis se pueden elaborar todo tipo de productos: plásticos, materiales de construcción, barnices, pinturas, productos alimentarios, cosméticos, textiles, papel, etc. La lista de materiales es inmensa y algunos autores calculan hasta 25.000 productos diferentes basados en el cáñamo.
Para valorar el proceso de producción de un material basado en la fibra de cáñamo tendremos que tener en cuenta lo siguiente:
Inputs o entradas:
- Fertilizantes, agua, semillas y otros materiales.
- Entradas de energía.
Procesos:
- Cultivo y cosecha.
- Transporte y almacenaje de la paja.
- Procesado de la paja para la obtención de fibras.
Outputs o salidas:
- Diferentes productos y subproductos.
- Emisiones de CO2, gases de efecto invernadero y otras.
Basándose en estudios realizados en campos de producción de cáñamo industrial en el año 2013 en Europa, las cantidades medias de fertilizantes empleadas en este tipo de cultivo se han cuantificado de la siguiente manera:
- Nitrógeno: 50-100 Kg N/Ha
- Fósforo: 0-75 Kg P2O5/Ha
- Potasio: 50-150 Kg K2O/Ha
En cuanto al empleo de pesticidas y herbicidas en la mayor parte de los casos es innecesario, pero en este estudio se ha detectado que una parte de los productores de cáñamo aplican un herbicida (glifosato) antes de las labores de siembra, a razón de unos 4 Kg/Ha, para evitar la aparición de malas hierbas.
Por desgracia, parece que este producto de la megacorporación Monsanto está instalado ya en los esquemas de producción de algunos agricultores, pero la nefasta trayectoria de esta infame empresa se merece ser tratada con más detenimiento en siguientes artículos.
Una vez que la producción de paja de cáñamo está lista para ser procesada, ésta se separa en las siguientes partes:
Paja de cáñamo (100%)
- Cañamiza (55%)
- Fibras de cáñamo (28%)
2.1. Fibras técnicas (15-80 mm) (21%)
2.2. Fibras cortas (10-20 mm) (4%)
2.3. Fibras súper-cortas (1-2 mm) (3%)
- Otros (15%)
3.1. Polvo retenido en los filtros (11%)
3.2. Residuos de fibras (2%)
3.3. Residuos de minerales, metales, madera (2%)
- Pérdidas del proceso (2%)
El consumo de recursos durante la producción y procesado de la fibra de cáñamo lista para ser empleada para elaborar productos se reparte de la siguiente manera:
- 67% Derivados directa o indirectamente del empleo de fertilizantes.
- 15% Derivados del empleo de maquinaria.
- 14% Derivados del procesado de la fibra.
- 4% Derivados de los transportes.
Sobre estos factores es posible actuar de diferentes formas para tratar de reducir el impacto de cada parte del proceso, como por ejemplo el empleo de fertilizantes ecológicos elaborados in situ, el empleo de abonos verdes o asociaciones de cultivos que reduzcan las necesidades de fertilizantes, una mayor red de centros de transformación que disminuya las distancias a recorrer desde las áreas de producción, así como la necesaria evolución de los métodos y máquinas empleadas en la transformación para mejorar el rendimiento y eficiencia de las mismas.
Cuando se hace la comparación entre los materiales con los que compite la fibra de cáñamo en lo que respecta a la huella de carbono generada por su proceso de obtención, las ventajas son más que evidentes:
- Lana de roca: Consume hasta 4 veces más recursos.
- Fibra de vidrio: Consume hasta 8 veces más recursos.
- Fibra de carbono: Consume hasta 60 veces más recursos.
Otro aspecto importante a la hora de evaluar los productos elaborados en base a la fibra de cáñamo es la capacidad de éste para inmovilizar o secuestrar CO2 de la atmósfera. Para ello hay que tener en cuenta los principales componentes de la fibra de cáñamo (celulosa, hemicelulosa, lignina y agua). Basándonos en los porcentajes de cada uno de estos componentes y el contenido en carbono de cada uno de ellos el resultado final del cálculo de la capacidad de la fibra de cáñamo para secuestrar CO2 de la atmósfera es que por cada kilogramo de fibra se retira de la atmósfera el equivalente a 1,393 kilogramos de CO2.
Por si todo lo anteriormente expuesto no dejase claro la conveniencia del empleo de la fibra de cáñamo a escala industrial, en otro estudio realizado en 1999 en el que se analizan hasta 25 tipos de cultivo en cuanto a su afinidad para favorecer la biodiversidad el cultivo de cáñamo para la producción de semilla ocupa el tercer lugar y el cultivo para la producción de fibra el quinto en la escala de “eco-friendly”. Curiosamente, el último puesto en esta escala, o sea el cultivo que provoca la mayor degradación en el ambiente en el que se cultiva, lo ocupa el tabaco.
A la vista de todo lo anteriormente expuesto resultan evidentes las ventajas del empleo de los productos derivados del cáñamo en todas las facetas posibles para reducir el empleo de otros materiales más costosos ambientalmente. Además del cáñamo, otros cultivos como el lino, el kenaf, el sisal, etc. también producen fibras de alto valor para su empleo como materia prima en diferentes industrias. En mi opinión, aunque la introducción de estos materiales renovables sea sin duda muy favorable para el medio ambiente, esto no es óbice para que siga siendo urgente un cambio de paradigma en la sociedad de consumo en la que vivimos.
Creo que todos, en mayor o menor medida, debiéramos tratar de reducir nuestro impacto en el ambiente mediante pequeños cambios en nuestros hábitos de consumo. Pequeños gestos como el reutilizar los materiales que tenemos más a mano, intentar consumir productos de cercanía, ahorrar el consumo de energía que hacemos o apoyar cualquier iniciativa que favorezca el respeto al medio ambiente serán siempre de gran utilidad si no queremos dejar el planeta más hecho polvo de lo que está para las generaciones que vengan después de nosotros.
Todo nuestro sistema económico se basa en un supuesto “crecimiento” que no puede ser sostenido en el tiempo, pues es bien sabido que los recursos de este planeta son finitos y no pueden soportar un incremento continuo de su explotación.
Por este motivo también ha surgido una corriente de pensamiento conocida como “decrecimiento” que mantiene la idea de que nuestra sociedad debiera caminar hacia una reducción en nuestros estándares de consumo de energía y materiales para tratar de evitar un colapso total del ambiente que nos rodea y nuestra propia sociedad.
Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.