Profesionales de la salud aseguran que el interés de la gente crece de forma exponencial desde la legalización del producto para una sola enfermedad, en 2017. Y lo piden para muchos tipos de dolencias

“Yo no quería saber nada, no conocía nada de todo este mundo y me daba miedo, pero mis nietos insistían con que me podía aliviar el dolor”. Adrián tiene 78 años, fibromialgia, atritis y los dolores crónicos que ambas patologías le imprimen a su cuerpo. Hace siete meses consume aceite de cannabis: cuatro gotas a la mañana y otras cuatro a la noche. “Mis nietos ya me enseñaron a comprarlo por Mercado Libre y ellos me lo van a buscar: pago 2.500 pesos por frasquito, y lo voy a seguir comprando porque el cuerpo me duele muchísimo menos y descanso mejor. Todo eso hace que mi estado de ánimo sea otro”, dice Adrián. Es uno de los tantos usuarios que incorporaron el uso del cannabis para sus tratamientos: ese incremento, sostienen los médicos, es exponencial.

Alvaro Saurí es jefe del servicio de Cuidados Paliativos del Instituto de Oncología “Angel H. Roffo”, que depende de la UBA, y da cuenta de ese crecimiento. “Las consultas de los pacientes que quieren saber si el cannabis puede acompañar su tratamiento se multiplicaron por diez desde que se sancionó la ley, en marzo de 2017. A partir de esa instancia, entre el 15 y el 20 por ciento de nuestros pacientes nos contaron que ya venían usando aceite de cannabis y buscaron nuestro acompañamiento. A la vez, hoy de cada diez pacientes hay cinco que preguntan por la posibilidad de ese uso”, describe el médico.

Patricia tiene 63 años y diagnóstico de Parkinson desde los 52. “Me animé a preguntarle al neurólogo recién cuando el Congreso votó la ley, antes me parecía algo demasiado tabú. Me explicó que para mi patología el tratamiento no está contemplado pero que podía acompañarme en el intento de usar cannabis para mejorar mi salud”, recuerda.

La ley prevé que la investigación y producción de cannabis con fines medicinales se restrinja a pacientes con epilepsia refractaria, aunque los derivados de la planta se usen para quienes fueron diagnosticados con, entre otras patologías, cáncer, fibromialgia, dolores crónicos, artrosis, artritis, Parkinson, epilepsia o autismo.

“Busqué aceite por Internet y compré un gotero: los temblores se redujeron casi totalmente y pude recuperar tonicidad muscular. Recuperé la posibilidad de hacer actividades que había suspendido. El neurólogo me ayudó a establecer la dosis. Hace un año que estoy usando cannabis, lo sigo comprando por Mercado Libre: un gotero de 2.800 pesos me dura dos meses”, suma Patricia, y advierte: “Me es raro porque es un gotero del que no sé nada, ni de dónde viene ni qué tiene, pero no padecer temblores es un cambio que negocio con nada, y no noto efectos colaterales adversos al usar el aceite. No me animo a embarcarme en el autocultivo, creo que me saldría mal y me da un poco de miedo tener una planta en mi casa porque sigue penado. Esto me lo resuelve más fácil”.

Omar (no es su verdadero nombre) produce y vende aceite de cannabis. No publica los goteros en Mercado Libre: sólo vende a conocidos. “Se multiplicó la demanda: hace un año una persona me pedía dos frascos cada tres meses, y ahora me pide entre cinco y siete. Es porque empezaron a tomar adultos mayores de su familia para tratar distintas afecciones y dolores”, describe. Cobra 1.500 pesos -a veces en cuotas- por cada frasco de 30 mililitros. “Mucha gente gestiona el aceite para abuelos o padres que, por ejemplo, padecen artrosis, Parkinson, neuralgia del trigémino o dolores crónicos de todo tipo”, describe.

Inés (también prefiere ocultar su identidad) también produce y vende aceite: “La sanción de la ley disparó la demanda: creció un 400%. Se anima gente que no se animaba: esa gente prueba y sus síntomas suelen mejorar, y entonces sostiene el tratamiento con cannabis”, explica. Vende un frasco de 30 mililitros a 1.600 pesos. “En general me compran para tratamientos de nenes que tienen epilepsia, autismo o parálisis cerebral, o para adultos mayores con artrosis, artritis, fibromialgia, cáncer o Parkinson”, suma y agrega: “También lo usan adultos en general para combatir trastornos de ansiedad y migrañas”.

“Es importante ver qué contiene el aceite que consumen los pacientes: establecimos un vínculo con la cátedra de Toxicología de la Universidad Nacional de La Plata y enviamos muestras del aceite que nos traen los pacientes para que los analicen”, describe Saurí: los resultados permiten conocer la pureza y la composición del aceite, y determinar las dosis y las posibles interacciones con medicamentos que ese paciente ya esté usando. Para determinar si el cannabis está surtiendo efecto, los oncólogos del Instituto Roffo chequean si aumenta el apetito, se reducen las náuseas, mejora el descanso y se alivia el dolor.

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A la vez, en el instituto se hace un seguimiento del estado de ánimo de esos pacientes. “El hecho de que aparecieran pacientes a contarnos que ya usaban aceite recién una vez que la sanción de la ley los hizo sentir más ‘protegidos’ da cuenta de que hay que sacar el uso medicinal del cannabis de lo policíaco para instalarlo en el terreno de la ciencia y la medicina“, reflexiona Saurí. Cuando un paciente le plantea que quiere incorporar cannabis a su tratamiento, en caso de ser viable, Saurí lo insta a contactarse con alguna organización civil especializada.

La abogada Ana María Nicora encabeza la ONG Cannabis Medicinal Argentina (CaMeDa). Allí, según cuenta, llegan entre 50 y 100 consultas diarias: “En el último tiempo, nos consultan sobre todo personas mayores, especialmente octogenarios, que quieren sentir menos dolor. En general, han escuchado de amigos, hijos, sobrinos o nietos que existe la posibilidad de tratarse con cannabis”. Según Nicora, “las consultas son para dar con algún aceite de calidad o para analizar el aceite comprado por Internet; en esos casos se informa qué universidades pueden hacer un análisis químico del líquido”.

La ONG Mamá Cultiva, que surgió entre madres que optaron por el cultivo -conminado a la ilegalidad- para mejorar la calidad de vida de sus hijos, también da cuenta del incremento del interés y el uso de la planta para tratamientos terapéuticos. “Hasta hace un año, en los talleres en los que se enseña a cultivar la planta abundaban las madres y los padres. Pero en el último tiempo se llenó de gente grande que quiere cultivar su propia planta para tratar su patología: ya son más de la mitad”, cuenta Valeria Salech, presidenta de la organización.

“Mi esposa tiene Parkinson hace 18 años pero hace 5 empezaron los temblores: su calidad de vida se deterioró muchísimo. Mi sobrina escuchó hablar en una entrevista al médico Marcelo Morante, pionero en la investigación del uso medicinal del cannabis en la Argentina, y fui a verlo. Otro de sus pacientes me ayudó a acceder al aceite: al tercer día de uso, mi esposa había recuperado su manera de sonreír, se sentía mucho mejor y temblaba menos”, explica Enrique Gallo Calderón, de 70 años.

Eva tiene Parkinson y el aceite de cannabis minimiza los temblores. Enrique tiene hidradenitis supurativa y alivia sus síntomas con ungüento de cannabis. // Emmanuel Fernández

 

“Fuimos a talleres de Mamá Cultiva y miramos tutoriales: aprendí a cultivar y no sólo lo hago para preparar aceite para mi esposa, sino que también me hago ungüento para tratar mi hidradenitis supurativa, una enfermedad de la piel. Y me volví cultivador solidario: preparo aceite para otras personas. Se han contactado vecinos y conocidos de conocidos. He llegado a tener doce plantas: si me las encontraban, iba en cana como un caballo, pero no me interesa. Es la calidad de vida de mi esposa, mía y de mis amigos”, asegura Enrique. En una hoja, tiene anotadas las patologías de las personas a las que les distribuye aceite para su uso medicinal: es lo que piensa mostrar si debe enfrentarse a un allanamiento.

Producción casera de aceite y ungüento de cannabis. // Emmanuel Fernández

 

Silvia tiene 57 años y hace crema, aceite y tintura de cannabis. Con esos productos, trata sus patologías: síndrome de Sjögren y polineuropatía de las extremidades. Ambas condiciones le producen dolor, pérdida de sensibilidad y atrofia de manos y pies, lo que a la vez dificulta su posibilidad de desplazarse. “Es invalidante”, dice, y enseguida cuenta: “Me trataron con corticoides y con derivados de la morfina, que me dejaban completamente tirada. Mi hijo me insistió para que probara aceite de cannabis. Quise hacerlo a través de médicos a los que ya iba pero nadie me respondía, hasta que a través de una conocida di con un especialista: hace dos años, me cobró 3.000 pesos por una consulta y un gotero”, recuerda. “Enseguida sentí el efecto, pero me era imposible sostener económicamente esos costos de consulta y aceite, así que investigué en talleres y por Internet y aprendí a hacer mi propio aceite, crema y tintura”. Cuenta que desde que consume cannabis, suspendió el uso de derivados de la morfina y redujo el uso de corticoides y de medicación psiquiátrica.

Silvia usa cannabis para combatir las patologías le generan dolor en piernas y brazos y que le dificultan desplazarse: produce aceite, crema y tintura. // Lucía Merle

Alejandro Andersson es neurólogo y se especializó en Endocannabinología: atiende sobre todo a personas con epilepsia, Alzheimer y Parkinson. “Al menos uno de cada cinco pacientes me preguntan si pueden usar cannabis en su tratamiento: es una herramienta terapéutica cada vez más solicitada. Esa demanda se multiplicó después de la ley, antes era bajísima”, asegura. “Muchos de mis pacientes compran el aceite por su cuenta, pero el acompañamiento consiste en indicarles la dosis y controlar la efectividad que va teniendo ese tratamiento”, suma.

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“Cuatro de cada diez pacientes están interesados en el uso medicinal del cannabis: uno te cuenta que ya lo implementó y que necesita acompañamiento y otros tres te preguntan si pueden incorporarlo a su tratamiento”, cuenta el neurocirujano Pablo Aguilera, y dimensiona el fenómeno a lo largo del tiempo: “Hace un año, sólo dos de cada diez consultaban. Uno lo hacía con miedo y a ninguno de los dos se le ocurría comprar aceite por su cuenta y probar”. Desde que se sancionó la ley, los pacientes se acercan con menor temor y menos prejuicios: “Se nota sobre todo entre los adultos mayores, que quieren calmar el dolor de la artritis, la fibromialgia o distintas hernias. En general, intento que se contacten con alguna organización especializada porque, como en todos los rubros, en Mercado Libre puede haber chantas”, asegura el médico.

“En este momento está pasando en Argentina lo que ya pasó en otros lugares del mundo: el uso medicinal del cannabis se expande exponencialmente. Ya no me quedan pacientes que no me consulten sobre la posibilidad de usar derivados de la planta para sus tratamientos. La única manera de que haya una respuesta segura a esa demanda es que el Estado invierta recursos en que se investigue y se produzca, tal como estableció en la ley”, dice Silvia Kochen, neuróloga e investigadora del Conicet.

La ley se sancionó en marzo de 2017 y se reglamentó parcialmente un semestre después: hasta ahora, sólo empezó a llevarse a cabo un ensayo clínico en el Hospital Garrahan. En octubre de 2018, el Estado nacional asignaba menos de 1.000 pesos diarios al programa destinado a investigar el uso medicinal del cannabis y producir con esos fines.

Últimos hallazgos científicos sobre el cannabis medicinal

Los resultados preliminares de un estudio que se presentará oficialmente en el próximo encuentro anual de la Academia Americana de Neurología, que tendrá lugar en mayo en Filadelfia, dan cuenta de que el uso medicinal del cannabis puede aliviar a personas mayores que padecen dolores crónicos o trastornos del sueño o de ansiedad como consecuencia de cuadros como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), el Parkinson, la neuropatía y la esclerosis múltiple, entre otras.

Según la agencia Europa Press, el estudio estableció que el uso medicinal del cannabis puede resultar efectivo y seguro, y concluyó en que un tercio de quienes participaron del ensayo clínico redujeron su uso de opioides. Un relevamiento en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos estableció que el 80 por ciento de los adultos mayores tienen al menos una afección de salud crónica.

El ensayo involucró a 204 personas, cuyo promedio de edad es de 81 años. Durante cuatro meses, consumieron extractos de cannabis ricos en tetrahidrocannabinol (THC) y cannabidiol (CDB) y fueron revisados con regularidad. En un principio, el 34% de los participantes tuvo efectos secundarios: tras un ajuste de dosis, eso se redujo al 21% de los participantes. Los efectos colaterales más frecuentes fueron somnolencia, problemas de equilibrio y trastornos gastrointestinales. Sólo el 3% de los participantes dejaron de consumir cannabis medicinal dados los efectos secundarios.

Los investigadores encontraron que el 69 por ciento de los participantes experimentaron algún alivio de los síntomas. De ellos, las afecciones más comunes que mejoraron fueron el dolor: el 49 por ciento experimentó alivio, los síntomas del sueño, el 18 por ciento experimentó alivio, la neuropatía, que mejoró en el 15 por ciento, y la ansiedad que se redujo en el 10 por ciento.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.