Ernst Jünger, escritor, filósofo, novelista e historiador alemán nacido en Heidelberg en 1895 y fallecido en Wilfingen en 1998, es un escritor que despierta simpatías y odios a la par. Un gran prosista del siglo XX que estudió zoología y filosofía, dos carreras completamente diferentes que se perciben en sus escritos.

Fue el primer hijo de seis hermanos que tuvo el químico Ernst Georg Jünger y Karolina Lampl. En su infancia vio como varios de sus hermanos murieron. Durante su juventud descubrió su afición por las novelas de aventuras y había mostrado un precoz interés teórico y práctico por la modificación química de la conciencia. Se unió a los Wandervögel en 1911, movimiento juvenil, de corte hippie pero que además glorificaba la nación alemana.

Sus inicios en las guerras

En 1913, a los 18 años, se alistó en la «Legión Extranjera» francesa y estuvo viajando por África. Estuvo en el campo de entrenamiento de Sidi Bel Abbes en Argelia. Pero la vida militar con los franceses no le hizo mucha gracia e intentó escapar a Marruecos pero fue interceptado. Su padre tuvo que lidiar y gracias a sus contactos con ambas embajadas pudo salir indemne. Jünger fue enviado a un internado.

Cuando estalló la I Guerra mundial, Jünger fue uno de los primeros en alistarse en 1914. Se destacó por sus hazañas heroicas pero curiosamente escribía en su diario que matar en una guerra era asesinato o “¿Cuándo va a terminar esta guerra de mierda?”. También fue herido multitud de veces y en 1918 obtuvo, pocas semanas antes del fin de la guerra, la condecoración «Blaue Max» al mérito militar. Fruto de su experiencia durante la guerra publicó «Tempestades de Acero» (1920), una alabanza a la guerra en cuanto «experiencia interior», que catapultó al joven escritor a la fama.

Entre la guerra y la subida de Hitler al poder en Alemania, Jünger formó parte de la órbita de una compleja corriente político-cultural llamado “Revolución Conservadora” alemana. Algunas de las características más importantes que definieron a la «Revolución Conservadora» fue su nacionalismo radical, su rechazo al liberalismo decimonónico, a la Revolución francesa o la influencia de autores sobresalientes como Nietzsche (Marín Gutiérrez, 2016).

Por su postura nacionalista alemana lo acusaron de ser un nazi. Si bien existen puntos coincidentes con el ideario hitleriano como son: la figura del trabajador, el espíritu de sacrificio, la disciplina o la bravura en el combate. Él nunca fue nazi. A pesar del marcado tono nacionalista de la obra de Jünger durante esta época, el matiz «de élites» de su obra, además de la ausencia de antisemitismo, llevó a Jünger a rechazar ya en 1933 al nacionalsocialismo. No aceptó ingresar en la Academia de Poesía Alemana, purgada hacía poco tiempo por la Gestapo, y se marchó a una aldea, Goslar, en las montañas Harz; después se fue a Ueberlingen.

En 1934 prohibió al periódico del partido nazi que siguiera utilizando y manipulando sus escritos. Rechazó también ocupar un asiento en el Reichtsag, al tiempo que publicó «Blaetter und Steine» (Hojas y piedras) (1934), su primera crítica al racismo fascista. Realizó viajes a Noruega, en 1935, en 1936 a Brasil, Canarias y Marruecos, en 1937 a París y en 1939 se mudó a Kirchhorst en la Baja Sajonia.

En 1939 volvió a entrar en el ejército alemán como capitán. Fue comandante de compañía en la zona occidental en la Línea Maginot. En 1941 su compañía fue asignada en París. Su residencia fue el hotel Majestic en frente del Arco del Triunfo en París. Estuvo hasta el verano de 1944.

Su vida era la de un auténtico dandi. Visitaba las tiendas de antigüedades, tomaba el té con las damas, veía películas en salas de cine. Cenaba todas las noches champán con ostras. Frecuentó los salones literarios y de fumadores de opio, así como la bohemia parisina donde conoció a Picasso, Jean Cocteau, Henry de Montherlant, Jean Paulhan o Louis-Ferdinand Céline. Se le veía siempre frecuentando a oficiales que comenzaban a rebelarse contra Hitler y salvó la vida a cuantos judíos represaliados. Incluso tenía una estrecha relación con una judía, Sophie Ravoux. Afirmaba en su diario personal que: “El uniforme, las condecoraciones y el brillo de las armas, que tanto he amado, me producen repugnancia”, al enterarse de la exterminación de los judíos en los campos de exterminio. En 1942 fue enviado al frente ruso y en 1944, tras el fallido atentado contra Hitler, en el que participó, dimitió de su puesto en el ejército. Durante la postguerra sus libros fueron prohibidos hasta 1949.

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Su consumo de drogas

Desde que en los años 50 entabló amistad con Albert Hofmann, el creador de la LSD, varios de los libros de Jünger versaron de forma directa o indirecta sobre la experiencia psicodélica. En 1952, después de su primera experiencia con LSD, escribió «Visita a Godenholm”, cuya publicación coincidió con la aparición de «Las puertas de la percepción«, de Aldous Huxley.

Estaba muy interesado en el consumo de sustancias desde un punto de vista casi chamánico, de indagación, de penetración en lo oculto. Deseaba conocer y viajar hacia otros estados de conciencia y de espeleología psíquica a los reinos profundos del espíritu. Estaba a favor de la libertad interior de las personas. Así este viajero de mirada de agua mineral transparente recorrió el mundo tratando de ver lo invisible.

A Jünger no le gustaba hablar de “drogas” (una etiqueta que había sido vilipendiada), prefería llamarlo “ebriedad”. «La ebriedad se limita a descubrir como si apartásemos una cortina, o como si ella forzase las puertas de criptas: es una llave, entre muchas otras» (Jünger, 1974:129).

Estas sustancias le abren a la humanidad dimensiones de la realidad temporal en las que se para la actitud rutinaria que tenemos los humanos de cálculo y de utilidad. Más que una evasión a “paraísos artificiales” como afirmaba Baudelaire forma parte de una exploración a través de laberintos en los que el tiempo se ensancha o se comprime sin que el usuario pueda manipularlo. Escribía: «A la hora de morir no son narcóticos lo exigido por la circunstancia, sino dones que amplíen y agucen la conciencia» (Jünger, 1974: 13).

El riesgo en el que nos aventuramos los psiconáutas con estas sustancias está en el hecho de que despertamos de forma salvaje a un poder que no nos damos cuenta en nuestra existencia y este poder es el tiempo. Este precioso don puede transformarse en un abismo en el que los relojes ya no nos pueden ayudar a medirlo (Escohotado, 1999).

Hofmann y Jünger
Hofmann y Jünger

El consumir ciertas sustancias es como entrar en una cueva que se va bifurcando en un gran laberinto de galerías cada vez más angostas. El consumo de sustancias por Jünger se trata de una apuesta existencial en donde busca nuevas fuentes que den sentido y conocimiento. Jünger, junto a Benn o Huxley se adentraron en la exploración química de la conciencia como uno de los últimos hitos frente al avance reductor del positivismo y el nihilismo contemporáneo.

Cuando Jünger se refiere a ebriedad alude a una apertura. Para él el vino era un factor divino y escribió: “el tiempo tomado por anticipado en la embriaguez es un robo que se hace a los dioses” (Jünger, 1993:40).

Su otro gran libro sobre el tema de las drogas es «Acercamientos. Drogas y ebriedad”, de 1970. Esta obra, en la que el autor acuñó el término psiconautas (navegantes de la psique), expone las numerosas experiencias de Jünger con varios tipos de sustancias psicoactivas, tanto enteógenas como estimulantes u opiáceos. Muchos investigadores sobre la figura de Jünger eliminan toda la parte de sus escritos sobre drogas, como si les molestase afirmando que de su experiencia con drogas solo se interesó en el aspecto “empírico” condenando su consumo hedonista y la adicción (Bosque Gross, 1990). O, en otros términos, que «lo que provoca acostumbramiento es la impresión de dicha, la euforia ligada a su uso» (Jünger, 1974: 46).

Los libros que escribió sobre ellas

Ernst Jünger en una carta que envió en la década de los 40 a Albert Hofmann escribía: “Tenía un manuscrito sobre ese tema, pero hace mucho que lo quemé. Mis incursiones terminaron con el hachís, que me condujo a estados muy agradables aunque también maniáticos, a la tiranía oriental…” (Plant, 2001:193). En esta misma carta escribía: “La conceptualización es importante, y bajo la influencia de las drogas se llegan a tener intuiciones que no son alcanzables de otro modo”.

Jünger entendía que después de haber vivido dos guerras mundiales y de haber estado en los frentes sobreviviendo a las balas, el hambre y la irracionalidad de asesinar a millones de judíos se estaba llegando a un proceso reorganización moral, a un tiempo de mutación.

Jünger consumió también opio y sus derivados y lo describía de la siguiente forma: «La adormidera tiene la propiedad de estirar el tiempo casi hasta el infinito; no el tiempo de los relojes […] sino el que es enteramente residencia y posesión del hombre, a la vez presente y ausente. Es el mayor de los lujos: tener un tiempo propio» (Jünger, 1974: 297).

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También consumió éter. El éter produce alucinaciones visuales y auditivas, sueños agradables y fantasías vinculadas con la sexualidad. Afirmaba Jünger en su obra que se registraron casos de «delirio ninfomaníaco» entre empleadas en fábricas de celuloide, y en talleres dedicados a manufacturas de cuero, donde se usaba esta sustancia (Jünger, 1974: 223). En uso lúdico la droga es básicamente un desinhibidor, con ciertos poderes de ensoñación, que como tal desinhibidor tiende a hacer irritable y caprichoso al usuario. Sin embargo, Jünger afirma que produce «un aguzamiento de los sentidos y el intelecto», y «obra más espiritualmente que el alcohol» (Jünger 1974: 215).

A Jünger le impulsaba una mezcla de sed de aventuras y sed de conocimiento. No viajaba para establecerse en lo desconocido. Pensaba que cada sustancia llevaba en sí una fórmula que daba acceso a ciertas estancias y a ciertos enigmas del mundo (Jünger, 2000).

Su amistad con Hofmann

Hofmann y Jünger se conocían desde la finalización de la II Guerra Mundial en 1945, y habían celebrado juntos bastantes sesiones con LSD. En ambos casos se planteaba como necesidad superar el dualismo platónico-cristiano (carne y espíritu, cielo e infierno, sujeto y objeto, etc.), cuya discrepancia fundamental era descubierta con especial intensidad gracias al trance visionario de las sustancias (Escohotado, 1999). En común sólo tenían experiencias positivas sustancias enteógenas, y un convencimiento expresado concisamente por Jünger:

«El vino ya ha modificado muchas cosas, ha conducido a nuevos dioses y a una nueva humanidad. Pero el vino guarda con estas drogas mágicas la misma relación que la física clásica con la contemporánea» (Carta a Hofmann, del 27-12-1962 en Hofmann, 1980:179).

Jünger siempre fue un hombre vigoroso y creativo hasta su muerte a los 102 años. Experimentó con diferentes sustancias enteógenas y psicofármacos por «una mezcla de sed de aventuras y conocimiento», pues «esa investigación es una de las grandes experiencias humanas» (Jünger, 1974:15).

Experimentó el secreto de la vida y guardó para sí los misterios revelados como en los antiguos ritos de Eleusis: «Puedo narrar, puedo también guardar en secreto lo que aprendí en esta región —silencio prudente o impuesto por un temor reverencial—. No sólo he comprendido lo que movió a hombres de los tiempos y lugares más remotos. Lo he visto en su espacio y con sus ojos» (Jünger, 2000). Murió el 17 de febrero de 1998 cuando ya contaba con 103 años de edad. Fue una vida plena.

Bibliografía

Bosque Gross, E. (1990). Heroísmo y razón en Ernst Jünger. Acta Salmantiensia: Salamanca.

Escohotado, A. (1999). Historia General de las drogas. Espasa: Madrid.

Hofmann, A. (1980). LSD, Gedisa: Barcelona.

Jünger, E. (1974). Approches, drogues et ivresse, Gallimard, París.

Jünger, E. (1993). La tijera. Tusquets: Barcelona.

Jünger, E. (2000). Acercamientos: drogas y ebriedad. Tusquets editores: Barcelona.

Jünger, E. (2001). Drogas, embriaguez e outros temas, Relógio d’Água Ed: Lisboa.

Marín Gutiérrez, I. (2016). Historia General del Cannabis. Amargord: Madrid.

Plant, S. (2001). Escrito con drogas. Ediciones Destino: Barcelona.

 

Acerca del autor

Isidro Marín Gutiérrez nació en la ciudad de Huelva en 1975. Es Doctor en Antropología Social y Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Ha publicado 29 artículos en revistas científicas, 18 libros y 15 capítulos de libros. Entre sus múltiples publicaciones e investigaciones