Por Neal C. Borroughs
Para algunos, la cannabis sativa es como “el cerdo del reino vegetal”, pues la práctica totalidad de la planta es aprovechable, desde las codiciadas flores hasta las habitualmente descartadas raíces. Aquí nos centraremos en los usos de los “restos” después de obtener nuestros cogollos, momento en el que ya hemos quitado todo resquicio vegetal que puede hacer que decaiga la calidad de las flores y éstas estén listas para el proceso de curado.
En el artículo que nos ocupa este mes nos centraremos en la revegetación. Los diversos métodos de revegetación nos permiten revegetar plantas de interior y obtener una cosecha de invierno después de haber extraído la mayor parte de los cogollos. Es decir, nos permiten extraer todos aquellos cogollos de gran calidad que se sitúan en las partes más altas, y volver a generar el periodo vegetativo de la planta para después hacerla florecer de nuevo.
Para los cultivadores que sólo hagan una cosecha de interior y otra de exterior (situación bastante común: esta última cuando el clima lo permite), o para todo aquel que quiera disfrutar de una cosecha extra, existen diversas formas de obtener un cultivo revegetado, que nos permite empezar a consumir sus frutos mientras nuestros cultivos de exterior están aún formándose, en torno a comienzos del mes de junio.
En caso de trabajar con madres, no sólo evitaremos invertir grandes cantidades de dinero en semillas, sino que podremos cultivar y posteriormente probar la marihuana en diferentes circunstancias de cultivo, con lo que tendremos una idea mucho más fundamentada sobre cómo responde esa genética ante distintas situaciones.
Desde mi perspectiva, es imprescindible trabajar de cuando en cuando con madres y utilizarlas en diversos tipos de cultivo, ya que nos proporcionan una información mucho más fiable sobre las posibilidades de esa genética, especialmente cuando se trata de genes selectos y/o inversiones considerables de tiempo y dinero.
Nos referimos, por ejemplo, a situaciones en las que buscamos una gran hembra para convertir en madre, en genéticas no feminizadas como Jack Herer de Sensi Seeds. Este es un caso que nosotros hemos llevado a la práctica y, en estas condiciones, debemos dedicar una gran cantidad de tiempo sólo para realizar la selección.
Cuando tenemos intención de seleccionar un fenotipo de gran calidad -es decir, la mejor expresión posible de un genotipo-, teniendo en cuenta que no somos cultivadores a gran escala, esta es la forma más recomendable. Sucede lo mismo si -otro ejemplo- estamos buscando una planta para un cruce*.
Pues bien, lo primero que debemos controlar es el momento en que termina nuestra plantación de invierno en interior. Lo óptimo sería que hiciésemos la cosecha a mediados del mes de noviembre. En ese momento no cortaremos las plantas por el tallo principal, sino que cortaremos las partes superiores de las ramas y dejaremos algunos de los pequeños cogollos inferiores y hojas, de forma que sobreviva a la poda un poco menos de una quinta parte del follaje (alrededor del 15% del total de la planta).
Ahora tendremos que volver a poner estas plantas bajo luz artificial en un ciclo de crecimiento, con periodos de entre 18 y 24 horas de luz. Antes de ello, os recomendaría que siguierais algunos consejos. El primero de ellos se refiere a la iluminación.
Imaginemos que hemos hecho florecer nuestras plantas de interior en las circunstancias más habituales, bajo una lámpara de sodio, pues lo que ahora toca es ir pasando progresivamente a una CFL de bajo consumo.
He notado mejoras notables cuando provocamos la revegetación con bombillas CFL. Lo primero que debemos hacer es ir aumentando las horas de luz -si podemos- alternando la bombilla CFL con una bombilla de sodio. Es decir, si antes de la cosecha tenemos nuestras plantas en un ciclo de 12 horas de luz por cada 12 horas de oscuridad, el día posterior a la poda le proporcionaremos 10 horas de luz con sodio, 4 con el CFL y 10 de oscuridad, por ejemplo. Al día siguiente, 8 horas de sodio, 8 de CFL y 8 de oscuridad; al siguiente, 6 de sodio, 12 de CFL y 6 de oscuridad; al siguiente iremos eliminando sólo el sodio y sumando las horas que le quitemos a las de CFL con -por ejemplo- 4 de sodio, 14 de CLF y 6 de oscuridad, para terminar proporcionando entre 18 y 24 horas de luz, solamente de CFL.
Estas indicaciones son aproximadas, y cada cual puede llevarlas a cabo a su manera. En caso de que os resulte muy engorroso realizar un proceso similar, simplemente tenéis que ir aumentando las horas de sodio progresivamente hasta alcanzar entre 18 y 24 horas de luz. Lo que pasa es que, si no usáis sodio híbrido, la revegetación sucede más rápido con el CFL, la planta parece sufrir menos y, lo que es más importante, ahorramos unas cantidades sustanciales de luz, puesto que es suficiente con unos 250 vatios de CFL por cada 400/600 vatios de sodio.
Debéis recordar que el espectro de luz adecuado es el azul, aunque también podréis utilizar CFL con espectros de luz anaranjada para la revegetación. Lo perfecto, para aquellos que dispongáis de una considerable cantidad de plantas y espacio -digamos que a partir de una habitación mediana, de unos 15 m2– es intercalar dos bombillas de espectro azul por cada bombilla de espectro anaranjado, todas de 250 vatios.
Suele decirse que la luz azul es apropiada para potenciar el crecimiento de tallo y raíces, mientras que los espectros anaranjados ayudan al crecimiento de hojas y flores. Esta afirmación se fundamenta en la respuesta que tiene la planta en los ciclos de crecimiento y floración natural, debido a la acción de estos espectros en el caso del cultivo de exterior, con la luz del sol.
Sea como fuere, lo que debéis tener claro es que debéis proporcionar un ciclo de luz adecuado para las fases vegetativas de la planta. Lo ideal es que induzcáis el menor estrés posible a la planta, porque ya está expuesta a condiciones excepcionalmente duras cuando le quitáis la mayor parte de sus flores, ramas y hojas. Entonces, además de intentar generar poco estrés durante el cambio de ciclo vital, también podéis mejorar las condiciones del terreno para su posterior desarrollo.
En el caso de los cultivos orgánicos, ocurre que el tiesto o recipiente que alberga la tierra en la que se reproducen las raíces de nuestras plantas está viciado debido a los abonos que hemos proporcionado a la planta. Además, la tierra se apelmaza y el riego se dificulta, por muy cuidadosos que seamos durante el desarrollo del cultivo. Debido a esto, es conveniente pasar a unos tiestos ligeramente mayores y añadir un poco de tierra, de forma homogénea, por todo el cepellón que extraigamos de los antiguos tiestos.
Este es un proceso muy sencillo que aporta un nuevo terreno para que las semillas continúen reproduciéndose y alimentándose, sin dañar a las ya existentes. Este, sin duda, es también un procedimiento que provocará algo más de estrés a nuestras plantas ya de por sí estresadas, pero mejorará el resto de calidad de vida de las mismas. Por ello, merece la pena hacerlo con especial cuidado, intentando dañar lo menos posible las raíces.
Una vez que nuestras plantas hayan estado en torno a 35 días bajo luz de CFL, o unos 45 días si se trata de sodio, comenzarán a mostrar nuevos brotes. Si realizamos sencillas podas de estos brotes*, obtendremos una cantidad mucho mayor de ramas por lo que es altamente recomendable.
Suponiendo que las plantas de las que provienen estas revegetaciones fueran de un tamaño medio en interior -digamos que entre unos 100 y unos 140 centímetros-, los CFL serán efectivos hasta que los nuevos brotes alcancen un tamaño total de unos 60 centímetros. Ese será el momento adecuado para regresar a una bombilla de sodio híbrida, válida para los estadios vegetativos y de floración.
En lo referente a los abonos, es recomendable usar durante toda esta fase un abono de crecimiento, rico en nitrógeno, que no sólo ayudará a favorecer la revegetación, sino que detendrá la floración. La aplicación debe hacerse de forma progresiva empezando con pequeñas dosis, hasta alcanzar un poco menos de lo que el fabricante indica.
Necesitaremos unos 40 días más bajo sodio para que nuestras plantas alcancen el metro de altura, siempre y cuando todas las condiciones hayan sido las adecuadas. Tenéis que tener especial cuidado de que la temperatura, la ventilación, los nutrientes, la humedad, el agua y el pH hayan sido los indicados*.
Si todo ha salido como planeamos, nos encontraremos a mediados de febrero con plantas poseedoras de una estructura vegetativa preparada para una nueva floración. Para ser más exactos, el día 15 de febrero hay unas 11 horas de luz, con lo que podemos sacar nuestras plantas al exterior para que comiencen su floración, pues desde ese momento, y hasta el día 15 de abril, los periodos de luz y oscuridad varían sensiblemente. De esta forma, la planta está expuesta a ciclos de luz/oscuridad idóneos para llevar a cabo su floración.
Durante estas fechas, la intensidad lumínica que proviene del sol es mucho menor que en verano, pero es recomendable -una vez más para reducir el estrés al que se ven sometidas nuestras plantas ya revegetadas- llevar a cabo el traslado a lo largo de cuatro o más días.
El primer y el segundo día sacaremos las plantas al exterior cuando comience la tarde, sobre las 15:00 horas, y las guardaremos durante el crepúsculo. El tercer día las sacaremos a la mañana y las recogeremos durante el crepúsculo, para evitar, un día más, las inclemencias de los climas nocturnos. El cuarto día las sacaremos a la mañana, y ya pueden permanecer ahí el resto del periodo de floración. Este periodo de adaptación puede alargarse hasta un máximo de 8 días y prolongar cualquiera de los procedimientos descritos.
Dependiendo del clima, lo que sí podemos hacer es protegerlas de las temperaturas bajas, el rocío y la lluvia mediante un plástico, al menos durante las noches. Debemos tener especialmente cuidado con las heladas tardías, pues puede acabar con todo el trabajo realizado hasta el momento.
Otro factor a tener en cuenta es la genética. Es muy recomendable que se trate de variedades índicas o híbridos con periodos de floración cortos, dado que si se trata de variedades más tardías -normalmente sativas o mayoritariamente sativas- podremos encontrarnos con que la floración supera los cincuenta y tantos días que hay desde el 15 de febrero hasta el 15 de abril. Es decir, los días comenzarán a crecer de verdad y las plantas empezarán a confundirse, interrumpiendo el ciclo de floración y mermando considerablemente la cantidad de cogollo y su calidad, para volver a un ciclo vegetativo.
Para terminar, mencionemos dos alternativas que podremos llevar a cabo si nos vemos obligados a mantener nuestras plantas un poco más de tiempo en exterior, mientras van aumentando las horas de luz. La primera de ellas, y también la más común, es cubrirla con algún tipo de tejido o material opaco, de forma que sólo reciban 12 horas de luz. La otra, mucho más compleja, se basa en diferentes métodos de “tortura” que nos ayudarán a acelerar el proceso de floración si, llegados a la sexta o séptima semana de exterior, notamos que el momento de plenitud de la floración sigue estando excesivamente lejos.
Recordad que los cogollos obtenidos no serán del mismo tamaño ni calidad que si fueran plantas no revegetadas y hubieran estado en condiciones lumínicas óptimas, pero, aun así, si disponemos de tiempo y espacio estaremos sacando gran cantidad de hierba con muy poco gasto de dinero.
No os perdáis las próximas entregas de esta serie de artículos, donde se os explicará diversas y funcionales alternativas para aprovechar los restos de vuestras cosechas.
ARTÍCULOS:
– “Cómo cultivar en un espacio reducido, con un consumo de energía bajo y una producción más que aceptable” Neal C. Borroughs, Cannabis Magazine, números 93, 94 y 95.
– “La cosecha, el curado y el secado” Neal C. Borroughs, El Cultivador, número 3.
– “El consumo energético en espacios reducidos” Neal C. Borroughs, Cannabis Magazine, número 102.
– “Aprovechamiento de los “restos” después de la cosecha” Neal C. Borroughs, Cannabis Magazine, números 104, 105 y 106.
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.