Después de haber repasado los posibles usos terapéuticos en algunas de las enfermedades neurodegenerativas más importantes (la esclerosis múltiple y las enfermedades de Parkinson y Alzheimer) dedicaremos esta última entrega a las posibles aplicaciones del cannabis en otras enfermedades menos frecuentes dentro de este grupo.

por el doctor Fernando Caudevilla

Las particularidades del cannabis en la investigación farmacológica y su repercusión en la aplicación directa a pacientes son especialmente importantes dentro del campo que estamos revisando desde hace unos meses, el de las enfermedades neurodegenerativas. Como sabemos, el cannabis no es un fármaco sino una droga prohibida por las Convenciones Internacionales por su “nulo potencial terapéutico”. Da igual que exista un extracto de la planta comercializado y autorizado por las principales agencias médicas de regulación de fármacos del mundo (la FDA estadounidense y la EMA europea); tampoco importan los cientos de artículos de investigación científica publicados desde hace cincuenta años; el cannabis es una droga porque lo han dicho unos políticos y punto.

Lo que sucede es que la realidad, tarde o temprano, se acaba imponiendo a las decisiones políticas sin fundamento. Pero el potencial terapéutico del cannabis se revela antes en enfermedades que sean muy frecuentes y que afecten a población joven (o bien en las que las frecuencias de consumo de cannabis sean elevadas con respecto a la población general).

Un caso paradigmático es el de la mejoría sintomática que experimentaban los enfermos de SIDA a mediados de los 80 con el uso de cannabis. Por motivos epidemiológicos, el consumo de cannabis era muy frecuente entre los grupos más vulnerables a infectarse por el VIH. En aquel tiempo, tanto como consecuencia de la propia enfermedad como por los efectos adversos de las medicaciones los cuadros de pérdida de apetito y delgadez extrema (wasting syndrome) eran muy frecuentes. Así que la observación de que el cannabis mejoraba estos síntomas tardó pocos años en revelarse como un hecho y pasar a ser objeto de ser investigación científica. El uso de dronabinol (THC sintético) para esta indicación fue considerado por primera vez por la FDA en 1991 y la mayoría de los estudios que confirmaron sus propiedades se llevaron a cabo entre 1995 y 1997. Para entonces, al menos en el primer mundo, ya estaban disponibles tratamientos que hacían innecesaria este fármaco en la mayoría de los casos. Mientras los políticos y los integristas antidroga dificultaban la investigación científica con interminables trámites burocráticos, miles de enfermos desahuciados sumaban a la angustia de su enfermedad la de obtener marihuana para aliviar sus dolencias a escondidas y arriesgándose a multas o penas de cárcel.

El caso de la esclerosis múltiple es parecido. Se trata de la enfermedad neurodegenerativa más frecuente entre personas jóvenes, en las que el uso de cannabis es más frecuente que en el resto de la población. Así, el “descubrimiento” de que algunos de sus síntomas (sobre todo la rigidez, el dolor y los de tipo urinario) pueden aliviarse a través del uso de cannabis es más probable al concurrir estos dos factores.

Ya hemos señalado también en las entregas previas cómo los estudios de investigación básica señalan que los cannabinoides tienen, a priori, propiedades muy interesantes que sugieren utilidad en las enfermedades neurodegenerativas. Los principios activos del cannabis son moléculas muy lipofílicas, difunden bien a través de los tejidos grasos y traspasan una barrera física entre la circulación sanguínea y el cerebro (la barrera hematoencefálica), un factor que limita la eficacia de muchos fármacos que actúan sobre el cerebro. Los cannabinoides endógenos (la anandamida y el 2-AG) están directamente implicados en inhibir los procesos de oxidación y facilitar la neurorregeneración en todas las especies animales en las que se han estudiado. También existen evidencias de este efecto neuroprotector del CBD en enfermedades como la encefalopatía hipóxico isquémica (el daño cerebral que se produce por falta de oxigenación suficiente).

Tras revisar los datos sobre cannabis y las enfermedades neurodegenerativas más frecuentes (esclerosis múltiple y enfermedades de Alzheimer y Parkinson) señalaremos los estudios más relevantes que tienen que ver con otras patologías degenerativas del sistema nervioso central. Hay que tener en cuenta que nos encontramos ante un “cajón de sastre” de enfermedades con causas, frecuencias y pronósticos muy distintos y en el que los datos disponibles son más limitados que en las ya citadas.

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En la ELA se afectan las motoneuronas de la médula

La esclerosis lateral amiotrófica (ELA), por ejemplo, se origina cuando un tipo específico de células del sistema nervioso (motoneuronas) disminuyen gradualmente su funcionamiento y mueren, provocando una parálisis muscular progresiva de pronóstico mortal. Aparece entre 1 y 3 personas de cada 100.000 y su causa es desconocida. Mientras las funciones superiores como la inteligencia y la memoria permanecen intactas, la debilidad de los músculos se va manifestando de forma progresiva hasta que los pacientes mueren, en general por fallo respiratorio. Para muchas personas la ELA evoca la imagen del físico teórico Stephen Hawking en su silla de ruedas robotizada, un ejemplo de superación de la mente sobre el cuerpo.

En el caso de la ELA, las evidencias más claras proceden de estudios animales. Existe una línea de ratones transgénicos, hSOD (G93A), diseñados para expresar síntomas similares a los de la ELA y que sirven como modelo para el estudio de fármacos para esta enfermedad. El tratamiento con THC en estos animales, ya sea antes o después del inicio de los síntomas de la enfermedad, mejora los síntomas motores e incrementa su supervivencia en un 5 %. Los estudios han demostrado además que ese efecto neuroprotector no tiene que ver con la acción directa del THC sobre los receptores CB-1 y aparece de igual forma cuando se bloquean estos receptores.1

El efecto protector sobre las neuronas de estos ratones también se ha demostrado al utilizar cannabinol (CBN), un agonista mixto de los receptores CB1 y CB2 (el WIN 55,212-2), y al manipular artificialmente las enzimas que degradan la anandamida, incrementando sus niveles.2 También se ha estudiado el efecto del espray de cannabinoides comercializado para la esclerosis múltiple en estos ratones: este fármaco fue eficaz para retrasar los síntomas en los primeros estadios de la enfermedad pero perdió eficacia durante su progresión.3

Con respecto a los estudios disponibles en humanos, los datos son escasos. En una encuesta realizada a 131 enfermos en el año 2004, únicamente 13 refirieron haber utilizado cannabis durante el último año con fines de automediación. Aunque el pequeño número de usuarios limita la interpretación de los hallazgos de esta encuesta, los resultados indican que el cannabis podría ser moderadamente eficaz para mejorar síntomas como la pérdida de apetito, depresión, dolor, espasticidad o babeo. El cannabis no tuvo eficacia en estos pacientes para disminuir las dificultades en el habla y la deglución o en las disfunciones sexuales asociadas a la enfermedad.4 El único ensayo clínico bien diseñado y controlado con placebo se llevó a cabo en el año 2010 con 27 pacientes a quienes se administró 5 mg de THC oral durante dos semanas. El fármaco fue bien tolerado pero no se encontraron diferencias frente a placebo en los parámetros estudiados: número, intensidad y frecuencia de calambres, calidad de sueño, depresión o apetito.

Otra enfermedad neurodegenerativa poco frecuente es la enfermedad de Huntington. Su base es sobre todo genética, tiene un carácter hereditario y se caracteriza por producir alteraciones psiquiátricas y motoras (movimientos exagerados en las extremidades y muecas repentinas). En las últimas fases la duración de los movimientos se alarga, manteniendo los miembros en posiciones complicadas y dolorosas durante horas.

Como en el caso de la ELA, la mayoría de las evidencias sobre la eficacia de los cannabinoides en el tratamiento de la enfermedad de Huntington proceden de estudios in vitro y sobre animales en los que se han empleado tanto los cannabinoides de la planta como derivados sintéticos. En humanos se ha descrito un efecto beneficioso de la nabilona (un derivado sintético del THC que está aprobado y comercializado con indicaciones limitadas)5 para tratar los movimientos espasmódicos y la irritabilidad. Otras investigaciones han encontrado que moléculas derivadas del cannabis (en este caso el VCE-003.2, derivado del cannabigerol, CGB) actúan de forma específica en los mecanismos implicados en la destrucción de neuronas de esta enfermedad y que, según los autores del estudio, “hacen que este tipo de moléculas tengan un potencial muy elevado para el tratamiento de la enfermedad de Huntington”.6 También existen casos anecdóticos de eficacia de marihuana en humanos.7

Stephen Hawking, el más famoso enfermo de ELA

Para terminar esta revisión sobre el papel de los cannabinoides en las enfermedades neurodegenerativas haremos mención a las enfermedades producidas por priones. Los priones son agentes infecciosos distintos a las bacterias, los virus o los hongos que se caracterizan por no contener ningún material genético (ADN o ARN) y estar formados únicamente por proteínas.

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Los priones son los responsables de las encefalopatías espongiformes transmisibles en una variedad de mamíferos, incluyendo la encefalopatía espongiforme bovina (“enfermedad de las vacas locas”) y su variante en humanos, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ). Un incremento de casos de esta enfermedad en humanos durante el periodo comprendido entre 2005 y 2010 causó gran alarma social al relacionarse con métodos poco éticos de alimentación del ganado. Aunque la polémica se alimentó sobre todo de noticias alarmistas y sensacionalistas en los medios de comunicación de masas, es cierto que los priones y sus medios de transmisión siguen siendo en gran parte una incógnita. El periodo de incubación de estas enfermedades es muy largo (hasta 30 años) y los priones pueden transmitirse a través de transfusiones sanguíneas, por lo que los sistemas de vigilancia epidemiológica están alerta ante esta potencial amenaza. El CBD parece ser uno de los pocos fármacos que ralentizan o impiden el desarrollo de síntomas de este tipo de enfermedades en distintos mamíferos según al menos tres estudios publicados en los últimos diez años.8

Para casi todo el resto de enfermedades neurodegenerativas poco frecuentes (parálisis supranuclear progresiva, demencia por cuerpos de Lewy, demencia de Pick, mielinosis pontina, adrenoleucodistrofia…) se repite el mismo esquema de datos de investigación básica crecientes junto a limitadas evidencias en humanos y escasos ensayos clínicos. Las propiedades neuroprotectoras y neurorregenetivas de los cannabinoides estimulan el interés científico y la investigación en células y modelos animales. Pero, por otra parte, el hecho de que se trate de “enfermedades raras” supone una dificultad añadida al estudio de estas patologías.

REFERENCIAS

1.- Raman C, Mcallister SD, Rizvi G, Patel SG, Moore DH, Abood ME. Amyotrophic lateral sclerosis: delayed disease progression in mice by treatment with a cannabinoid. Amyotroph Lateral Scler Other Motor Neuron Disord. 2004;5(1):33-9.

2.- Bilsland LG, Dick JR, Pryce G, et al. Increasing cannabinoid levels by pharmacological and genetic manipulation delay disease progression in SOD1 mice. FASEB J. 2006;20(7):1003-5.

3.- Moreno-martet M, Espejo-Porras F, Fernández-Ruiz J, De Lago E. Changes in endocannabinoid receptors and enzymes in the spinal cord of SOD1(G93A) transgenic mice and evaluation of a Sativex(®) -like combination of phytocannabinoids: interest for future therapies in amyotrophic lateral sclerosis. CNS Neurosci Ther. 2014;20(9):809-15.5.

4.- Amtmann D, Weydt P, Johnson KL, Jensen MP, Carter GT. Survey of cannabis use in patients with amyotrophic lateral sclerosis. Am J Hosp Palliat Care. 2004;21(2):95-104.6.

5.- Curtis A, Rickards H. Nabilone could treat chorea and irritability in Huntington’s disease. J Neuropsychiatry Clin Neurosci. 2006;18(4):553-4.

6.- Díaz-alonso J, Paraíso-luna J, Navarrete C, et al. VCE-003.2, a novel cannabigerol derivative, enhances neuronal progenitor cell survival and alleviates symptomatology in murine models of Huntington’s disease. Sci Rep. 2016;6:29789.

7.- Meisel K, Friedman JH. Medical marijuana in Huntington’s disease: report of two cases. Med Health R I. 2012;95(6):178-9.

8.- Iuvone T, Esposito G, De filippis D, Scuderi C, Steardo L. Cannabidiol: a promising drug for neurodegenerative disorders?. CNS Neurosci Ther. 2009;15(1):65-75.

Acerca del autor

Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.