El Kapac Raymi, festividad religiosa precolombina en honor al dios Sol, destacaba por ser un encuentro de celebración en el tránsito vital a la madurez de los jóvenes incas.
Texto: Mónica Hinojosa Becerra, David Díaz Arcos e Isidro Marín Gutiérrez (@isidromarin) Fotos: David Díaz Arcos
En diciembre, primer mes del calendario inca, los asistentes, entre sacrificios de diversos animales, bebían chicha, mascaban coca y bailaban como símbolo de masculinidad. En la actualidad, el Kapac Raymi –también llamado Cápac Inti Raymi Killa o Navidad Andina– ha dado paso a una fiesta en honor al deshierbe de los productos agrícolas, con un fuerte culto a los distintos elementos que integran la naturaleza andina.
Con este texto finalizamos la presentación de las cuatro principales festividades de los incas: Inti Raymi, el 21 de junio (Díaz Arcos et al., 2016a); Pawcar Raymi, el 20 de marzo (Díaz Arcos et al., 2016b); Kuya Raymi, el 22 de septiembre (Díaz Arcos et al., 2016c); y Capac Raymi el 21 de diciembre.
Festividad de los incas
La ceremonia inca del Kapac Raymi suponía un elemento de control e integración en una sociedad caracterizada por su diversidad cultural y étnica. En esta representación ceremonial la música y el baile imbricaban los tiempos astronómicos con el control ejercido por la nobleza incaica (los conocidos como orejones) y los yañca yuncas. Estos últimos eran una especie de astrónomos que sabían con exactitud, mediante la observación de sus inti huatanas (que son construcciones religiosas de dos metros de altura y dos metros de diámetro que servía como calendario astronómico para definir las estaciones según la sombra que daba el sol en la base de esa piedra) qué día se tenían que realizar los festejos. Ellos pronosticaban las vicisitudes del clima. Tenían en el interior de sus casas unos árboles que les servían como indicadores del comportamiento atmosférico. Si el árbol estaba húmedo significaba un buen año con abundante cosecha. Pero si el árbol estaba seco era un año de malas cosechas. Entonces se prevenía y racionaba el consumo de productos para soportar un año escaso de víveres (Egoavil, 2012, p.44).
El 21 de diciembre se reunían las cenizas de los sacrificios y se arrojaban a los ríos para que estos las llevasen al mar, como ofrenda a Viracocha. Este dios de los báculos o de las varas, es una divinidad del cielo que abarca la idea andina de un general “Dios Creador”. Viracocha es el más destacado entre los dioses andinos y su figura es la central de la Puerta del Sol de Tiwanaku.
Dada su solemnidad civil y religiosa, la presencia de visitantes en Cuzco se restringía el 21 de diciembre, fecha de celebración de la festividad. Según su procedencia, a los visitantes se les instalaba fuera de la ciudad, a lo largo de los caminos que salían de ella hacia los cuatro suyus o regiones del imperio.
Durante la celebración, cada uno de los orejones llevaba al Coricancha –el recinto de oro o Templo del Sol– a aquellos hijos que debían ser iniciados. Constituía un rito de paso, en donde los jóvenes pertenecientes a la nobleza inca realizaban pruebas para verificar sus capacidades físicas y las potencialidades espirituales. El fin era que los jóvenes aprendiesen a ser dominados, siendo azotados por sus superiores como símbolo de sumisión a la estructura social del Estado (Gudemos, 2005, p.29). Si superaban las pruebas de fuerza, honor y valor a las que eran sometidos, se les entregaba las orejas de oro, elemento distintivo de la indumentaria de los varones de la élite. También el Rey Inca se trasladaba al cerro Yauira, cerca de Cuzco (Perú), para entregar las vestimentas que el estado daba a los jóvenes, armándoles, de esta forma, como “caballeros” (Molina, 1989, p.102). Entonces, sacaban a la plaza del templo las imágenes del Sol y los cuerpos embalsamados de los incas, para beber con ellos como si estuvieran vivos. De esta forma, los nuevos “caballeros” invocaban su ayuda para ser tan valientes y afortunados como ellos. Realizaban el Huarachico que era una ceremonia militar oficial anual incaica que sellaba el paso de la adolescencia a la adultez en los varones de una casta específica. Los jóvenes se agrupaban en grupos para demostrar sus capacidades para la defensa del imperio y obtener los distintivos sociales y militares. Durante un mes eran sacrificados cien camélidos (llamas y vicuñas), cuyos cuerpos eran quemados con leña de quinua, labrada y olorosa.
La importancia del canto y del baile
Con cantos y danzas se actualizaba la sacralización de los espacios en relación con los tiempos. Determinados cantos y danzas se realizaban en espacios naturales relacionados con tiempos concretos, de acuerdo al calendario ritual agrícola. El espacio donde se realizaba el ritual delimitaba las fechas de los equinoccios y los solsticios, determinando las puertas, norte-sur y la trayectoria del sol.
Existían cantos especiales para esta fiesta, conocidos como huari, cuya composición era responsabilidad del quipucamayoc. Los quipucamayoc eran educados por los amautas (profesores) en escuelas especiales llamadas yachayhuasi. Los quipucamayoc eran los especialistas en elaborar, “leer” y archivar los quipus que eran cuerdas de diversos colores con nudos que servían como un sistema de contabilidad y como un sistema de escritura. Los quipucamayoc podían ser de la nobleza y de no serlo era un “honorable” dotado de una memoria prodigiosa.
El taqui huari suponía un canto educativo mediante el cual se transmitían los fundamentos históricos, místicos y religiosos que autorizaban la clase social alta de que serían parte una vez aceptados. Durante la interpretación del huari los jóvenes permanecían de pie y los demás que cantaban estaban sentados (Guademos, 2005, p.29). En los relatos del siglo XVII, los cronistas se refieren al taqui huari como un baile que hacían cantando y tocando caracolas de mar (Cobo, 1964, p.210). Las trompetas –huallaquepas o huanapaya– actualmente son llamados pututus y están relacionados con batallas, músicas institucionales, cargos sociales y ajuares funerarios. Estos instrumentos musicales tuvieron en tiempos precolombinos una gran relevancia como elemento representativo del poder, riqueza, propiedad y prosperidad. Junto a las huallaquepas en estas danzas se utilizaban grandes tambores tocados por miembros principales que portaban camisetas coloradas, símbolo de su riqueza y principalía. Estos tambores representaban las cuatro zonas (o suyus) del Imperio incaico.
Conocimiento actual
El Kapac Raymi, también conocida como gran fiesta de la nueva vida, se celebra en los pueblos nativos de los Andes cada 21 de diciembre. En esa fecha se produce el solsticio de verano en el hemisferio sur, momento en el que el Sol se encuentra en el punto más alejado de la eclíptica solar con respecto al ecuador. Este período tiene mayor presencia solar en la región andina.
Actualmente se observa una revalorización de la cultura de los pueblos originarios de América, destacando el caso de Ecuador. Así, el pueblo Saraguro –perteneciente a la nacionalidad kichwa– junto al Fuego Sagrado de Zhuracpamba, celebró el Kapac Raymi 2015 en la localidad de Susudel, provincia del Azuay en Ecuador rodeados de montañas (los cerros son elementos importantes en las ceremonias andinas). Junto con los personajes míticos de la cosmovisión andina que cobran vida en los wikis. Son el Diablo Uma, los saumadores (que portan pequeños braseros y que dan humo aromático), músicos, taitas y mamas que sostienen estos rezos por la vida, la continuidad y la hermandad entre los pueblos.
Esta celebración en Zhuracpamba se trata de romper con el sincretismo religioso que ha pretendido yuxtaponer los valores religiosos traídos de occidente. Estas celebraciones vuelven a las raíces de los pueblos andinos. Este ritual es la esencia misma de la cosmovisión andina que se manifiesta espiritualmente, una búsqueda del mito colectivo atravesado por la memoria de los abuelos y abuelas. Es la memoria antigua guardada y expresada en el cuerpo durante ritual de la danza, en la universalidad espiral, del “no tiempo” y en el munay (que significa el “poder del amor”, refiriéndose al amor incondicional que tiene el Creador por el Universo).
Los danzantes bailan desde la salida del Sol hasta su ocaso, descalzos, sintiendo los latidos de la Pachamama (o la Madre Tierra) en círculos al ritmo del tambor que levanta la medicina sagrada andina, la aguacolla (San Pedro o sampedrillo), el cactus sagrado. De esta manera se trata de honrar a la tierra con rezos desde su corazón haciéndose tangibles con el contacto de los pies en la tierra.
El San Pedro (aguacolla o gigantón de la región andina) es la medicina sagrada que entra en el cuerpo de los danzantes como una planta de luz que empieza a sanar las emociones, de adentro hacia afuera. Integrando el cuerpo, corazón y mente en un único propósito, el rezar por la vida. Aceptando que son hijos de la tierra y que todos son familia. Soltando los egos y miedos para permitirnos fluir y ser uno mismo con el universo vital y abriendo paso al trascender, liberando al guerrero y la guerrera para la ceremonia de la vida misma. La aguacolla para aquellos que no la han consumido previamente puede ser desagradable, produce escalofríos, vómitos, desorientación y un malestar general. Va a depender de la salud del hígado del individuo y del estado de ánimo. Una vez que el danzante pasa de este estado se entra en otro estado de percepción extrasensorial. El estado de trance grupal va a producir un nivel de conexión en red, con el grupo, profundo.
El Círculo Sagrado de Zhuracpamba
Es la segunda fiesta del año ritual o agrícola. Es una celebración dedicada al nacimiento de nuevos líderes, a los niños y jóvenes que van a pasar a ser sujetos activos de la comunidad, a la Pachamama (Madre Tierra) porque el maíz sigue creciendo.
En esta ocasión se danzó el sábado 19 de diciembre del 2015 durante todo el día. Empezaron a las 5 de la mañana con un temazcal (es como un baño turco o sauna que representa el útero de la mujer, creado para representar por un periodo de entre 2 y 4 horas el proceso de gestación y nacimiento de un bebé) y terminaron de bailar a las siete del mismo día de noche. Los danzantes llegaron el día anterior, viernes en la noche, para poner los rezos en el árbol. Otros llegaron en la madrugada, con el inicio del fuego del temazcal a las 3 de la madrugada. Los rezos de la danza fueron sostenidos por el taita Polibio Japón. En este contexto los danzantes tuvieron que realizar cincuenta y dos rezos negros por cada una de las naciones que existen en el planeta, de acuerdo a la cosmogonía andina.
Durante la danza se realizaron muchas ofrendas de flores, sahumerios y frutas al Árbol de la Vida. Los danzantes llevaron sus mejores vestidos, bastones e instrumentos sagrados. Las personas que participaron en el coro llegaron el viernes en la noche y repasaron y ensayaron las canciones sagradas. El coro y los músicos estuvieron bajo la dirección de mama Delfina Gualán e Iván Navarro. Los ritmos, las canciones y la decoración que ayudaron en este vuelo mágico para encontrarse con ellos mismos fueron las canciones sagradas, el sanjuanito y la chashpishka Saraguro (Marín Gutiérrez, 2015). Este ritmo provoca un movimiento de dos tiempos sostenido en el zapateo armonizado, posición de los pies que les permitía sostenerse hasta el final. Rodeados de ayuno, música, chicha, trago, aguacolla y temazcales, damos por concluida una investigación sobre los intis que ha durado un año completo. Pero quedan por descubrir e investigar más cosas de Ecuador.
BIBLIOGRAFÍA
Cobo, B. (1964). Historia del Nuevo Mundo. Obra del padre Bernabé Cobo de la Compañía de Jesús. Estudio preliminar y edición del Padre Francisco Mateos de la misma Compañía. Biblioteca de Autores Españoles. Tomos XCI y XCII. Madrid: Atlas.
Díaz Arcos, D.; Allen-Perkins, D.; Hinojosa Becerra, M. y Marín Gutiérrez, I. (2016a). Inti Raymi. La fiesta del Sol. Cannabis Magazine, 145, 96-103.
Díaz Arcos, D.; Allen-Perkins, D.; Hinojosa Becerra, M. y Marín Gutiérrez, I. (2016b). El Pawkar Raymi, la celebración del nuevo tiempo. Cannabis Magazine, 143, 88-93.
Díaz Arcos, D.; Hinojosa Becerra, M. y Marín Gutiérrez, I. (2016c). Kuya Raymi, la fiesta de la fertilidad. Cannabis Magazine, 146.
Egoavil, A. (2012). Los Yauyos. Historia olvidada, cruces y muerte… Huancayo, Geodesia.
Gudemos, M. (2005). Capac, camac, Yacana. El Capac Raymi y la música como emblema de poder. Anales del Museo de América, 13, 9-52.
Marín Gutiérrez, I.; Hinojosa Becerra, M.; López Fernández, A. y Carpio Jiménez, L. (2015). La ceremonia del San Pedro en la cultura de Saraguro. III Congreso REDU 2015. Quito, Escuela Politécnica Nacional, 97-98.
Molina, C. (1989). Fábulas y ritos de los incas. Madrid: Historia 16.
Acerca del autor
Isidro Marín Gutiérrez nació en la ciudad de Huelva en 1975. Es Doctor en Antropología Social y Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Ha publicado 29 artículos en revistas científicas, 18 libros y 15 capítulos de libros. Entre sus múltiples publicaciones e investigaciones