Ernst Jünger es considerado como uno de los más grandes escritores modernos de Alemania. Fue el creador de la palabra “psiconáuta”. Esta palabra aparece por primera vez en 1970 en su libro Acercamientos: drogas y ebriedad. Con esta palabra Jünger se refería a los viajeros que emprenden una odisea “por el universo interior con vehículos psicodélicos” (Piñeiro, 2000:18).
Ernst Jünger, escritor, filósofo, novelista e historiador alemán nació en Heidelberg en 1895 y murió en Wilfingen en 1998 cuando ya contaba con 103 años de edad. Hijo del doctor Ernst George Jünger, un profesor de química, y Lily Karoline. La familia se trasladó al pueblo medieval de Schwarzenburg en Sajonia donde su padre regentó la farmacia. Ganó dinero y se fueron a vivir a Rehburg en la Baja Sajonia en 1907.
Jünger pasó mucho tiempo en varias escuelas internado, en donde la disciplina y la rigidez eran una nota constante. Jünger deseaba ser libre y escapar. Sus aficiones eran la entomología, la caza y la literatura. La literatura ofrecía a Jünger ese espacio de libertad que la sociedad no le concedía. Frustrado por un sentimiento de opresión y de encierro dentro del sistema escolar Jünger buscó un espacio más vital, más auténtico en la naturaleza y en la literatura. Se une al movimiento juvenil de los Wandervögel en 1911, que unía un sentimiento nacionalista alemán con ideas posteriores de los hippies de amor a la naturaleza.
Su primera pasión: la guerra
En 1913, a los 18 años, se alistó en la “Legión Extranjera” francesa, viajando a África. Allí imaginó que podía llevar una vida más excitante y más dinámica. Estuvo en Argelia e intentó viajar hacia el interior del continente pero su padre le pedía que volviera. Finalmente hizo un pacto con su padre; Jünger volvería a Alemania, pero previamente realizaría una expedición al Kilimanjaro. Su experiencia en la Legión Extranjera le marcó para siempre, despertando en él una gran pasión por la guerra.
Cuando estalló la I Guerra Mundial, Jünger fue uno de los primeros en alistarse. La llegada de la guerra fue una oportunidad para volver a escapar. Jünger fue uno de los primeros en movilizarse para luchar por el Kaiser. Durante la guerra es herido por primera vez en Les Éparges. Se perdió el final de la guerra ya que permanecerá en el hospital militar.
Fruto de sus experiencias bélicas, publica, con tan sólo 25 años, el libro “Tempestades de Acero”, una alabanza a la guerra en cuanto “experiencia interior”, que catapultó al joven escritor a la fama. Jünger continúa en el ejército hasta que en 1923 pasa a la reserva. Se va a la Universidad de Leipzip a estudiar zoología, biología marina, botánica y filosofía hasta 1926. Ese año se casó con Gretha Jeisen. Su primer hijo nació ese año (Ernst) y su segundo hijo, Alejandro, nació en 1934.
Alemán pero no nazi
Entre la guerra y la subida de Hitler al poder en Alemania, Jünger formó parte de la órbita de una compleja corriente político-cultural llamada Revolución Conservadora alemana. Algunas de las características más importantes que definieron a este grupo fue su nacionalismo radical, su rechazo al liberalismo decimonónico, a la Revolución francesa o la influencia de autores como Nietzsche. A pesar de su tono nacionalista de su obra Jünger rechazaba la ideología nazi. No aceptó ingresar en la Academia de Poesía Alemana, purgada por los nazis. Ni tampoco quiso ir en sus listas electorales para ocupar un asiento en el Reichtsag. Finalmente tomó la decisión de marcharse de Berlín y residir en una aldea, Goslar, en las montañas Harz; después se radicó en Kirchhorst. Por esa decisión fue investigado por la Gestapo.
Pasó una parte de la II Guerra Mundial como militar en el París ocupado, se le asignó una posición administrativa donde a partir de 1941 frecuentó los salones literarios y de fumadores de opio, así como la bohemia parisina; conoció a Sacha Guitry, Jean Cocteau, Marcel Jouhancheau, Paul Leautard, Celine, Gaston Gallimard, Paul Morand, Banine, Georges Braque, Pablo Picasso, Henri de Montherlant,…
Experiencias con el LSD
Desde 1945 entabla amistad con Albert Hofmann, el creador del LSD en 1943, aunque venían manteniendo correspondencia desde unos años antes a causa de la admiración del químico suizo por la obra del pensador alemán. Así, varios de los libros de Jünger trataron de forma directa o indirecta sobre la experiencia psicodélica. Jünger enseguida se interesó en conocer la relación entre el nuevo enteógeno y la creatividad artística. Jünger estaba trabajando en su obra Heliópolis, una novela situada en un futuro tecnocrático y, asfixiante cuyo protagonista, Antonio Peri, es un experimentador de drogas, un psiconáuta (término que acuñó Jünger más tarde en su obra Acercamientos), un explorador del cosmos interior.
El LSD fue vista con esperanza como el mejor remedio para la psiquiatría, al considerar que podía abrir la sensibilidad de los pacientes a la terapia y que podía provocar una “psicosis modelo” de cara a ahondar en la naturaleza de la esquizofrenia. Tal y como sucedió con el hachís durante el siglo XIX en Francia. Después, una vez desechada esta vía al surgir problemas con pacientes tratados con LSD, sirvió de fuente de iluminación a lo que se le llamó “arte psiquedélico”, a la vez que formó parte de los programas de investigación militar de Estados Unidos como “suero de la verdad”. Finalmente, se convirtió en una sustancia recreativa más dentro de lo que se llamó “cultura de la droga” a partir de los cincuenta y sesenta, lo que la convirtió en una sustancia peligrosa por su administración sin ningún tipo de supervisión. El LSD tiene efectos imprevisibles y profundos sobre la percepción sensorial y sobre la visión del mundo exterior e interior, aportando una nueva perspectiva más amplia de la vida.
En la primavera de 1951 Jünger, Hofmann y Konzett realizaron una experiencia con una dosis pequeña de LSD. La dosis no llegó a dar el efecto buscado pero sí los dejó a las mismas puertas de la experiencia mística del ser. Jünger afirmó que la potencia del LSD era comparable a la de un gatito y la potencia de la mescalina era comparable a la de un tigre. Hoffmann sabía que la dosis no había sido suficiente ya que en su primer “viaje” con su bicicleta había tenido toda una experiencia mística.
En 1962, estos tres ilustres personajes más el orientalista R. Gelpke llevaron a cabo otra experiencia, esta vez con psilocibina, de cara a comparar ambas sustancias. Finalmente, en febrero de 1970, Jünger y Hofmann volvieron a realizar una excursión lisérgica, con una dosis mayor y esta vez sí que cruzaron las “puertas de la percepción”. El LSD Jünger lo clasifica como phantastica, en donde se encuentran además la mescalina, el ololiuqui, la psilocibína o la salvia. Estas drogas se diferencian básicamente del resto en que ni se trata del goce puro, erotizante de las europeas (éter y alcohol), ni de la aventura por las regiones fantásticas, estéticas y espirituales de las orientales (opio, hachís), sino que conducen a unas fuentes más profundas del carácter y del ser. Son grandes y potentes visionarias; en un instante de iluminación puede reconocerse lo que por otras vías tardaría años en desvelarse. Esto entraña un riesgo grande y Jünger lo reitera en numerosas ocasiones: como el aprendiz de brujo, uno podría adquirir un poder que no es capaz de controlar ni manejar. Jünger afirmaba: “La ebriedad es tanto más fructífera, espiritualmente, cuanto más tiempo medie entre los acercamientos. Una vez al mes es mejor que una vez a la semana, y una vez al año mejor que una vez al mes.”
Para Jünger debe mediar un tiempo más que prudencial entre los consumos, pues la ebriedad no tiene ningún sentido por sí misma. Los psiconáutas no pueden permanecer en el espacio interior, tienen que regresar a la conciencia cotidiana. Hay que volver y contar las cosas que uno ha visto y aprendido ya que si se queda no las podrá contar. Como en los mitos de Eleusis el “haber estado alguna vez allí” puede transformar al ser humano. Una vez en la vida puede bastar, y no cualquiera puede. No todos están preparados para la experiencia ya que llegan al límite de la materia; allí donde reside el espíritu. El que lo adentre deberá ir con prudencia y seriedad ya que es posible tener problemas, decía: “Irremontables distancias amagan con escindirnos del ser, si el acercamiento se frustra.” Si no se calculan los riesgos y se acomete el acercamiento con la debida prudencia, se corre el peligro de abandonar el tren de la causalidad y no encontrar ya ningún enlace, “quién sabe en qué estación del universo se ha quedado uno”. Como él mismo dice, también allí hay peligros.
Visita a Godenholm
En 1952, después de su primera experiencia con la LSD, escribe Visita a Godenholm, cuya publicación coincidió con la aparición de Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley. Es una obra con influencias de la mescalina y el LSD. Ambos ensayos marcan un hito en la aparición de los enteógenos en la escena del siglo XX, pero con una diferencia: Jünger en ninguna de sus páginas mencionó la palabra droga, ni LSD, ni nada que se le pareciera. Mientras que Huxley menciona en sus ensayos el LSD, la mescalina o los hongos. En el relato de Jünger no aparece nombrada ninguna droga; simplemente, tras la ingestión de un té, arranca el viaje psicodélico. Para Jünger el consumo de LSD, siguiendo unas pautas, nos ofrece una posibilidad de autoconocimiento para reflexionar, aprender y acercarnos a la relación entre nuestro ser y el mundo que vivimos.
Acercamientos. Drogas y ebriedad
Su otro gran libro sobre el tema de las drogas es Acercamientos. Drogas y ebriedad, de 1970. Esta obra, en la que el autor acuñó el término psiconáutas (navegantes de la psique o navegantes del alma), expone las numerosas experiencias de Jünger con varios tipos de sustancias psicoactivas, tanto enteogénicas como estimulantes u opiáceos. Su hipótesis afirma que los cambios históricos siempre han estado ligados a la ebriedad. Desde Dionisos y el vino hasta el descubrimiento en el siglo XX de la dietilamida del ácido lisérgico, el LSD.
Es un ensayo autobiográfico y reflexivo sobre las drogas consumidas. En ella escribe sobre sus consumos de cervezas, de antes de la Primera Guerra Mundial o sus consumos de LSD con Hofmann. Habla del alcohol, éter, hachís, marihuana, cocaína, peyote y su potente derivado la mescalina, hongos alucinógenos, LSD, cafeína, la hoja de coca y los opiáceos. También escribe sobre la soledad, la música, los juegos de azar, la alteración de la conciencia, las nuevas formas de percepción, las formas del dolor, el significado de lo humano, la belleza y su fin en el mundo. En la obra se plantean las eternas cuestiones, quiénes somos, qué hacemos en este mundo, qué pasa cuando morimos. Escribe sobre ilustres autores psiconáutas como Maupassant, Poe, Henri Michaux, Hofmann, Huxley, Nietzche, Baudelaire, Thomas de Quincey que realizaron excursiones caleidoscópicas.
Bibliografía
Jünger, E. Acercamientos. Enrique Ocaña (trad.) Tusquets. Barcelona (2000)
Caballero, O. “Ernst Jünger y los gatos inofensivos: algunas consideraciones” en Cáñamo especial 2002
Piñeiro, J. Psiconáutas. Exploradores de la conciencia. La liebre de marzo. Barcelona (2000)
http://es.wikipedia.org/wiki/Ernst_J%C3%BCnger
http://www.muscaria.com/junger.htm