Seguramente como muchos de vosotros, queridos lectores, desde hace algunos años he tratado el tema del cannabis con gente de mi entorno, en ocasiones nuestros interlocutores son personas totalmente ajenas al mundo cannábico y, en otros casos, son personas con enormes prejuicios respecto a esta sustancia, por lo que resulta tremendamente agotador llegar a conversaciones constructivas sobre el tema.
Por Ramón Servia – Ingeniero Técnico Agrícola
En mi humilde opinión, es muy importante manejar los términos correctos en este tipo de conversaciones puesto que resulta fundamental a la hora de dejar claros nuestros argumentos. Con este objetivo me vais a permitir que haga un breve glosario de diferentes términos referentes al mundo del cannabis.
Cannabis: Es un término con un amplio rango de acepciones, se puede referir a cualquier planta o alguna parte de ésta, de la especie Cannabis Sativa L. o de cualquiera de sus subespecies (índica, sativa o ruderalis) y, por supuesto, las variedades de uso industrial. También se referiría a cualquier tipo de resina, extracto o concentrado proveniente de las plantas de esta especie.
Cáñamo: Se correspondería a la evolución de la palabra latina en la lengua castellana, por lo que entiendo que sería correcto aplicar todas las acepciones antes mencionadas. Ahora bien, como los idiomas evolucionan y con ánimo de concretar y ser más específicos, por cáñamo entiendo las variedades con pobres o nulas propiedades psicoactivas, aquellas cultivadas con fines agroalimentarios, así como su fibra en bruto o procesada y los materiales derivados de la materia celulósica del tallo de la planta. En términos alimentarios se referirá a cualquier producto alimentario derivado de las semillas (cañamones) o de cualquier otra parte de la planta.
Marihuana: Aunque como veremos más adelante esta es una palabra de origen un tanto peculiar, por marihuana entendemos las variedades de cannabis con marcados efectos psicoactivos, así como las sumidades floridas (cogollos) de estas variedades.
Cannabinoides: Son los compuestos químicos o principios activos que están presentes principalmente en las glándulas resinosas (tricomas) de todas las variedades de cannabis, y que interactúan con nuestro sistema endocannabinoide.
Hachís: Sustancia resinosa que se obtiene del procesado de los cogollos de las plantas. Particularmente solo incluiría en esta categoría las extracciones realizadas con medios mecánicos, ya sea en seco o con hielo.
Extracciones: Aunque este término abarcaría los diferentes tipos de hachís o tintura, entiendo que se puede emplear para referirse más concretamente a los productos obtenidos del procesado de los cogollos de cannabis empleando solventes gaseosos como el butano o el CO2 en sus diferentes variantes (BHO, wax, budder, etc.), serán los productos con mayor concentración de cannabinoides.
Tinturas: Por tintura entiendo que nos referimos a las extracciones realizadas con un solvente tipo alcohol, que posteriormente dejaremos evaporar. Estas tinturas se podrán emplear de forma concentrada o diluida.
Maceraciones: Los macerados son productos que se obtienen al dejar durante cierto tiempo en contacto los cogollos con un medio líquido graso o alcohólico que absorberán los principios activos de la planta. Se podrían incluir en esta categoría las infusiones, que deben realizarse con alguna sustancia grasa, por ejemplo leche sin desnatar, para que se arrastren de forma efectiva los principios activos.
Comestibles: Los comestibles (edibles en inglés) son alimentos que contienen cannabinoides, se pueden elaborar añadiendo los cogollos a algún ingrediente como la mantequilla o bien utilizar extractos obtenidos con otros métodos.
Volviendo al tema de las diferentes variedades de la planta, me gustaría recordar que en el metabolismo del cannabis no se encuentran ni THC ni CBD como tales, sino que éstos se encuentran en su forma ácida: THC-a y CBD-a. En esta forma no tienen efecto psicoactivo alguno y tienen que sufrir un proceso de oxidación conocido como descarboxilación para que pasen a su forma activa, este proceso tiene lugar durante el secado y curado de los cogollos. De manera coloquial se sobreentiende que cuando hablamos del contenido en cannabinoides de tal o cual variedad nos estamos refiriendo al contenido de estas sustancias en las flores secas y curadas, pero si hablamos de reglamentaciones o incluso de procesos penales, no deberían tener cabida a estas imprecisiones y nos deberíamos guiar por el mayor rigor científico posible. Esto viene a colación de que la nueva reglamentación estadounidense define el cáñamo industrial como aquellas variedades que contengan menos de 0,3% de THC, pero si somos rigurosos, las plantas vivas o frescas apenas lo contienen, salvo la pequeña cantidad que se descarboxila de forma natural antes del corte de la planta. En Europa el límite fijado para las variedades susceptibles de recibir subvenciones agrarias es del 0,2% de THC, pero al menos se incluye una (vaga e imprecisa) descripción de la metodología para determinar este contenido en THC que sí incluye el secado. Las imprecisiones en esta regulación son principalmente dos: una es la fecha en la que se deben recoger las muestras para analizar, puesto que se establece en “diez días después del final de la floración” (y no lo van a tener nada fácil para determinar cuándo acaba la floración en un campo de varias hectáreas, con diferentes fenotipos, machos, hembras, diferentes grados de hermafroditismo…), y otra es que la técnica analítica recomendada no es la más precisa.
Las limitaciones en el contenido de THC admitido para el uso industrial varían de unos países a otros:
Unión europea: 0,2%
EE.UU. y Canadá: 0,3%
Uruguay, Australia, otros: 1%
España: 0,8% (según sentencia judicial)
Para añadir más confusión al tema, la UNODC (United Nations Office on Drugs and Crime), un organismo dependiente de la ONU, propone en su publicación del año 2009: “Métodos recomendados para la identificación y análisis del cannabis y sus productos” la siguiente fórmula para determinar si una planta de cannabis es del tipo narcótico o de uso industrial.
Si X > 1, se considera cannabis del tipo narcótico, es decir psicoactivo
Si X < 1, se considera cannabis del tipo industrial, no psicoactivo
¿Entonces en qué quedamos? ¿cuál es el límite para que deje de ser cáñamo y pase a ser marihuana? ¿0,2? ¿0,3? ¿0,8? ¿1? ¿Cualquier cosa que tenga más CBD que THC y CBN? Si se aplicase esto último entonces las variedades CBD-rich que están empezando a comercializar algunas casas de semillas, ¿se pueden considerar como cáñamo? ¿es legal cultivarlas?
También se podría plantear el caso opuesto, es decir: si un agricultor compra semillas certificadas de cáñamo industrial y por azares de la meteorología y las condiciones ambientales se le realiza una analítica de THC y supera el 0,2% de THC, ¿está este agricultor cultivando marihuana? ¿debería ir al trullo de por vida por cultivar toneladas y toneladas de cannabis supuestamente psicoactivo? ¿y si emplea semillas no certificadas pero no supera el 0,2% de THC? Ante la falta de precisión de todas estas consideraciones caben las interpretaciones personales, desde la más restrictiva que consideraría cáñamo industrial sólo las plantas provenientes de semillas certificadas a la más laxa que sería que mientras no coloque, no es marihuana. Personalmente opino que se consideraría cáñamo las variedades que no tengan un contenido alto en THC, y ya que todos los organismos públicos ponen el límite donde les sale del pijo, yo no voy a ser menos, hala, un 5%, haciendo uso del mismo rigor científico que todos los límites anteriormente mencionados. Ahora en serio, en mi opinión estamos hablando siempre de la misma especie así que no tiene sentido andar mirando los contenidos en principios activos, simplemente dependerá del uso al que esté destinada la plantación: si es para uso médico o recreativo podríamos denominarla marihuana; para cualquier otro uso, cáñamo. Un poco de sentido común puede ser mucho más efectivo que montañas de decretos y ordenanzas ininteligibles.
Todos sabemos que la prohibición del cannabis es un despropósito, y una de las grandes herramientas que han posibilitado la situación actual ha sido y es la desinformación. Como comentaba anteriormente, la palabra “marihuana” se convirtió en un instrumento muy efectivo del aparato prohibicionista, puesto que es un vocablo proveniente de un dialecto mexicano y, por tanto, totalmente desconocido para todo el mundo excepto los hablantes de ese dialecto. Toda la campaña de propaganda prohibicionista de los años 30 y 40 pudo surtir efecto porque el público general no podía crear un vínculo entre la concepción de la “marihuana” y el “cannabis” o “hemp” que se empleaba para mil usos en aquella época. Una muestra de “Neolengua” al puro estilo Orwell.
En estos momentos, los distintos productos medicinales que se pueden obtener de la planta también provocan cierta confusión al haber diferentes posibilidades: extractos de plantas psicoactivas ricos en THC, extractos de plantas ricas en CBD, aceites macerados, aceites enriquecidos, etc. Todas estas confusiones se despejarían si los medicamentos con base de cannabis dejaran de estar en la penumbra y se normalizase su empleo, con un etiquetado claro y que especifique los ingredientes y el contenido en principios activos. De esta forma, los usuarios terapéuticos podrían emplearlos con mucha más seguridad y confianza, puesto que aquellos con muy poca información sobre estos productos pueden emplearlos de forma incorrecta o en dosificaciones desconocidas.
Ante esta situación, es fundamental que todos nos esforcemos un poco en educar e informar a aquellos que estén en nuestro entorno, aquellos que todavía tienen en su cabeza los antiguos tabús y clichés que machaconamente se han introducido en nuestra sociedad durante tantos años (que si es la droga de entrada a otras sustancias más peligrosas, que si mata neuronas, que si produce esquizofrenia…). Solo esgrimiendo conceptos bien fundamentados podemos discutir con claridad la forma en la que deben llevarse a cabo las nuevas políticas sobre drogas.
Ramón Servia
Ingeniero técnico agrícola de profesión, desde el año 2012 ha llevado a cabo diferentes experiencias relacionadas con el cáñamo industrial, buscando ahondar en el conocimiento de los diferentes aspectos del cultivo y las variedades certificadas disponibles. Ha actuado como perito judicial en varios casos relacionados con el cannabis y es colaborador habitual en publicaciones especializadas en el sector.