Por Neal C. Borroughs

El ser humano ha desarrollado un sinfín de formas -unas acogidas por tradiciones centenarias y otras relacionadas con la ciencia más actual- de extracción y aprovechamientos varios, no sólo de la marihuana, sino también de la parte de la planta restante del manicurado, después de mochar la flor.

Estas formas pasan desde la extracción de los tricomas que aún albergan estas partes de la planta -métodos sobre los que podríamos escribir sin cesar- hasta su aprovechamiento para la obtención de tinturas, maceraciones y extractos en alcohol, forma en la que se presentaba la mayoría de productos farmacéuticos hace unas décadas.

Existe también un método muy poco utilizado que consiste en la revegetación y la producción de una segunda cosecha, un tema que trataremos en profundidad en uno de los posteriores artículos de esta serie sobre aprovechamiento.

Lo esencial que debemos destacar antes de comenzar a daros algunas directrices sobre los procedimientos a seguir es la separación -por un lado- de la extracción de tricomas para la elaboración de hachís de -por otro- todo lo demás. “Lo demás” serían los aprovechamientos que podemos llevar a cabo con todas las partes de la planta, incluyendo ramas y tallo principal, partes que no se usan en la extracción de hachís, pues tienen cantidades inapreciables de tricomas, aunque sí conservan propiedades adecuadas para otros usos no psicodélicos. La obtención de jabón, el uso en seco de la estructura de ramas y tallo, las tinturas o la cocina cannábica son sólo algunas posibilidades.

Pues bien, antes de sumergirnos en algunos de los métodos del primer lado mencionado, el de la extracción de hachís, debo anunciaros que, como suele ser característico en mis artículos, este no será un análisis exhaustivo de las diferentes formas de extraer hachís pues, además de ser incontables a día de hoy, hacer un compendio detallado es una tarea titánica propia de un diccionario enciclopédico especializado. Existen numerosas publicaciones a las que os remitiré para los que quieran “profesionalizar” estas prácticas.

Yo, desde el cultivo básico, pretendo daros unas directrices sencillas para obtener hachís sin grandes medios o con pequeñas inversiones. De la misma forma, os explicaré métodos accesibles a cualquier cultivador, y lo haré de forma simple, todo lo cercana que pueda. De esta forma, pretendo que esta serie de artículos se convierta en una guía sencilla a la que acudir si queréis aprovechar los restos de vuestra cosecha, sean cuales sean vuestras predilecciones cannábicas.

Pues bien, aunque nosotros no vamos a utilizar la flor para la elaboración del hachís, me gustaría hablaros un poco sobre la elaboración de hachís en general, pues muchos de los métodos utilizados para la flor y la planta en conjunto son los mismos o el fundamento para entender la extracción. Obviamente me refiero a métodos artesanales, no a las adulteraciones que se realizan para la obtención de hachís comercial.

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Los años setenta fueron claves para la mejora de la extracción, puesto que se elaboraron tamices de muy buena calidad, con poros de todos los tamaños. Esto implica que, si se ajusta el tamaño del poro al de las glándulas maduras, el hachís será de la mejor calidad posible. Antaño se usaban los materiales -a modo de tamiz- que se tenían a mano, por lo que, si se trataba de un agujero pequeño, gran parte de los tricomas no traspasaba el tamiz y la producción era mucho menor. En el caso contrario, se colaba materia vegetal y se producía un descenso notable de la calidad.

Es lo mismo que pasa con los grinders con acumulador de buena calidad y los de mala, o mediocre calidad. En el caso de los primeros obtenemos una resina marrón clara, en ocasiones de tonos dorados y ámbar, mientras que con los segundos solemos obtener resina mezclada con materia vegetal de color verde oscuro.

Aunque es un tema que del que vamos a hablar poco, puesto que es un medio totalmente inaccesible para el cultivador medio, los tamices motorizados como el Pollinator han hecho que los grandes productores de hachís se olviden de frotar o golpear las plantas para hacer que se desprendan las glándulas de resina. Sin embargo, el método de extracción con agua es una forma rápida y accesible de la que sí vamos a hablar en profundidad. Es un sistema que permite trabajar con plantas y restos recién recolectados, sin necesidad de un secado previo. El agua se encarga de arrastrar todos los restos de polvo y pequeñas partículas vegetales que antes se colaban por el tamiz o se pegaban, en fresco, a la resina. Con este tipo de extracción obtenemos una de las resinas más puras y limpias. Algunos afirman que es uno de los mejores sabores de hachís “elaborado en casa”, y el aprovechamiento es prácticamente total.

Existe la creencia de que después de la extracción debe purificarse la resina. Antaño esta extracción se realizaba mediante piezas de tela de seda, único tejido natural que lo permitía, debido a los pequeños poros que lo componen. A día de hoy, entre los más exquisitos, personas con altísima tolerancia o sibaritas del hachís, continúa realizándose esta práctica con tamices específicos de poro pequeño, de entre 50 y 70 micras.

Si nos referimos a países productores de hachís, hoy en día podríamos afirmar con rotundidad que nadie lleva a cabo esta práctica. Sin embargo, los que lo realizan en occidente afirman que la pureza que se puede obtener es altísima. Se han analizado muestras con más de un 50 % de THC.

No debemos pasar por alto el prensado del hachís, práctica que históricamente ha requerido enormes esfuerzos para obtener un hachís realmente bien comprimido. Por una parte, están este tipo de sistemas artesanales, como la prensa a mano o con bate, y por otro los actuales sistemas mecánicos que requieren una pesada prensa que -con una altísima probabilidad- ninguno de vosotros tenéis en casa, ¿verdad? Existen pequeñas prensas a precios desorbitados que pueden compactar piezas de hachís de unos pocos gramos. No obstante, yo os explicaré algunas formas domésticas para hacerlo.

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De lo que se trata en la primera parte de esta serie de artículos sobre aprovechamiento es poner sobre la mesa las diferentes formas de extraer la resina de los “restos”. Una vez entendáis los principios de todas ellas, os haréis consciente de cuál es la práctica que más se adapta a vuestras posibilidades o intenciones. Lo cierto es que en algunos casos deberéis combinar aspectos de una y de otra para lograr un sistema idóneo en las condiciones o con los medios de que disponéis.

Por último, hablemos de la selección del material para la extracción. En nuestro caso, dado que los cogollos más resinosos están totalmente descartados, debemos hacer la separación de dos elementos. Por una parte, los cogollos excesivamente pequeños y las hojas que rodeaban a los cogollos que hemos seleccionado para el curado. Estos últimos son el resultado del manicurado, y las hojas son las que sobresalen de los cogollos en las que podemos observar tricomas. Por otra parte, el resto de hojas y ramas pequeñas, que tienen cantidades muy inferiores de resina, en algunos casos inexistentes.

En el caso de los procesos mediante tamizado, lo que debemos hacer es que esas glándulas de las pequeñas flores, las hojas y las brácteas (pequeñas hojitas que cortamos del cogollo, de un solo foliolo, que nacen bajo cada par de cálices) atraviesen el tamiz sin que el material vegetal se degrade excesivamente, pasando también los poros del tamiz. En próximos números detallaremos los diferentes procesos para que podáis llevarlos a cabo en vuestras propias casas.

(Continuará)

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