Cuarta entrega de una serie de artículos sobre el doping que se publicaron hace unos años en la edición impresa de Cannabis Magazine. Leer primera parte. Segunda parte. Tercera parte.

Pioneros de la coca y la cocaína

 

¿Por qué se consumen drogas en el deporte?

En el caso de los deportistas profesionales, la respuesta es fácil: para triunfar, mejorar sus marcas, ganar más competiciones y más dinero. Entre los aficionados, aparte del deseo de superación, de rebasar los límites impuestos por la siempre injusta genética y convertirse en profesionales, no podemos olvidar que la nuestra es una sociedad de la imagen. Hombres y mujeres esbeltos, sin grasa y con músculos estéticamente distribuidos ofrecen una imagen de poder y de atractivo, no sólo sexual, sino para otras muchas facetas de esta sociedad competitiva en que vivimos. En una cultura donde la apariencia es tan valorada, una persona con buen físico cuenta con ventaja a la hora de ganar a sus competidores en la lucha por un puesto de trabajo, por un ascenso, por más prestigio y posición social.

Y volvemos de nuevo al papel de los mass media: los mismos que encumbran a las estrellas y lapidan a los dopados, nos transmiten la idea de que estar esbelto y atlético es bueno y deseable, algo casi necesario; y que la gente con sobrepeso no resulta atractiva. Por supuesto, también publicitan los productos cosméticos y dietéticos imprescindibles para conseguir la figura deseada, sin importar que la mayoría no sirvan para nada y que no supongan una estafa tan sólo gracias a la laxitud normativa y la permisividad hacia las empresas.

¿Es hacer trampa doparse?

Tras los problemas de salud, el segundo argumento más repetido en la lucha contra el doping es que cualquier método para incrementar artificialmente el rendimiento es trampa porque ofrece ventaja a unos sobre otros. Podemos leer en la web de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura: ¡otro organismo internacional al ataque!): “el 1 de febrero entró en vigor el Convenio Internacional contra el Dopaje en el Deporte (…) Preocupada por la erosión de los principios éticos en que se basa el deporte y por la grave desigualdad creada por los atletas que hacen trampas, la UNESCO ha desarrollado la Convención Internacional contra el Dopaje en el Deporte (…) [para] obligar a los países a tomar medidas consonantes con sus principios”.

Dice el folleto de información que esta entidad ha elaborado para los deportistas (http://www.unesco.org): “A veces los premios, el dinero o la fama pueden hacer que las personas tomen malas decisiones. Les dicen que el dopaje podría darles un empujón, abreviar largos años de entrenamiento o ayudarles a ganar. Y están dispuestas a arriesgar sus carreras deportivas y su salud. ¡Están dispuestas a ganar a cualquier precio! (…) El dopaje en el deporte también es trampa. Acaba con el juego limpio y la competición deportiva. El deporte es mucho más que simplemente ganar, y la honestidad, la cooperación y el valor son esenciales para que el deporte sobreviva como una actividad positiva y loable”.

Es una necedad afirmar que una droga concede ventaja a unos sobre otros, porque casi todos los deportistas de elite tienen los mismos medios a su alcance. La diferencia sólo la marca el respaldo económico con que cuentan, el cual hace posible tener buenos especialistas para asesorarse en su preparación química. En consecuencia, si no hay igualdad de oportunidades, es porque lo que prima es el dinero. Y si la hubiera, lo que ocurriría es que todos incrementarían en la misma medida su rendimiento y seguirían notándose las diferencias genéticas y de preparación física.

Sea como fuere, con el uso de sustancias dopantes se logran marcas mejores y competiciones más espectaculares, lo que desean el público, los medios de comunicación y los organismos deportivos. Estos últimos conocen de sobra la gran frecuencia del dopaje, una práctica habitual, pero se limitan a realizar controles para fingir que el deporte está limpio, que sólo de vez en cuando se dan casos de tramposos que son inmediatamente castigados. Se pretende dar a la sociedad una imagen de juego limpio, y simultáneamente se cumple el objetivo de ofrecer chivos expiatorios a quienes crucificar públicamente y cargar con todas las culpas, resaltando así la inocencia de sus compañeros.

Pero, ¿es hacer trampa doparse? ¿Es hacer trampa ingerir alimentos beneficiosos para el rendimiento deportivo? ¿Y vitaminas y minerales, componentes de los alimentos? ¿Y proteínas? ¿Y aminoácidos, constituyentes de las proteínas? ¿Y fármacos de síntesis sin efectos secundarios? Si admitimos que unas cosas son lícitas y otras no, ¿dónde está el límite, quién y cómo se marca? ¿Tenemos que conformarnos con los límites físicos e intelectuales con los que la genética nos ha dotado desde el nacimiento? Sin duda podemos mejorarlos con entrenamiento y práctica, pero la base genética es muy importante y no podemos sobrepasar lo que ella nos marca. Existe la posibilidad de mejorar con la nutrición y la suplementación, y es lógico que quien tiene menos cualidades innatas desee superar a otro con padres mejor dotados. ¿Es esto inmoral? ¿Tenemos que rendirnos a la esclavitud que nos impone la naturaleza e impedir que quien trabaja duro pueda superar al agraciado genéticamente que no se esfuerza? Son preguntas que lanzo al aire y dejo sin contestar, para que el lector reflexione sobre ellas y saque sus propias conclusiones.

¿Son útiles las medidas antidopaje?

En apariencia, el objetivo de las medidas antidoping es apartar a los deportistas de las sustancias perjudiciales para su salud y evitar las trampas de los más avispados. Sin embargo, no logran acabar con el dopaje debido a la gran cantidad de procedimientos existentes para encubrirlo, razón por la que en la práctica sirven de bien poco. La realidad es que puede burlar los controles quien tiene más recursos, y por tanto mejor equipo de asistentes (entrenadores, asesores, médicos…). Hay continuamente investigaciones para sintetizar nuevas drogas, productos tan eficaces como los ya prohibidos que aún no están incluidos en la lista negra, enmascarantes que evitan su detección en la orina y diuréticos que los eliminan en los días previos al control antidopaje. En consecuencia, la normativa favorece a los deportistas con más recursos, no a los que juegan limpio. A pesar de ello y de todo lo que hemos explicado, las instituciones siguen insistiendo en su actitud. ¿Cederán algún día o más bien continuará la escalada, tal como sucedió con los psicoactivos? Personalmente, y teniendo en cuenta la cantidad de intereses creados, soy bastante pesimista. Espero equivocarme.

(Continuará)

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