Durante los años 50 del pasado siglo, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) norteamericana, dentro del infame proyecto secreto llamado MK-ULTRA, investigó profusamente la LSD como posible arma química. Los voluntarios de estos experimentos solían ser presos o enfermos confinados en hospitales mentales, pero también candidatos a agentes de la CIA, agentes de sectores diversos del control social e incluso ciudadanos normales y corrientes que tenían la mala fortuna de ser elegidos más o menos al azar por los agentes secretos como cobayas involuntarias de tan infames prácticas.

por José Carlos Bouso

En el estremecedor libro Las torturas mentales de la CIA (es solo uno de tantos del inmenso material publicado sobre el tema) el lector interesado puede hallar un relato pormenorizado del desarrollo y los desastres personales causados por estos, digamos, experimentos. Y en la película Los hombres que miraban fijamente a las cabras se muestra una mirada irónica a algunos de los aspectos de dicho programa militar secreto.

El eje central del programa MK-ULTRA, sobre todo en relación con la LSD, era su utilización como posible instrumento de control y lavado mental para ser utilizado en interrogatorios de posibles espías antipatriotas o como elemento puro y simple de tortura psicológica. En un artículo previo de esta serie ya hemos comentado cómo la LSD tiene potencial terapéutico utilizándose adecuadamente en programas de psicoterapia. Se dice que la LSD es un amplificador inespecífico de los procesos mentales, lo cual implica que la forma de usar la sustancia determinará en buena medida el efecto. De ahí la paradoja de que un mismo fármaco pueda ser igualmente utilizado para inducir tanto estados de felicidad mística como de desestructuración mental.

¿Pero qué hay de cierto en la capacidad de la utilización de la LSD para sugestionar a las personas? Acaba de publicarse un estudio científico, en la revista Psychopharmacology[1], en el que se investiga, con garantías éticas para los voluntarios, precisamente esta cuestión. Los autores del artículo componen uno de los grupos de investigación que más estudios neuropsicofarmacológicos están desarrollando en la actualidad. En los últimos años han publicado bastantes estudios realizados con voluntarios utilizando psilocibina y MDMA. Ahora, publican un primer artículo utilizando LSD, una droga que hacía décadas que no entraba en los laboratorios de investigación experimental con humanos. El grupo está liderado por el ya famoso David Nutt, de la prestigiosa universidad Imperial Collegue de Londres; financiado por la Fundación Beckley (http://www.beckleyfoundation.org), dirigida por la no menos conocida en el mundillo Amanda Fielding; y cuyo primer autor es el prolífico Robin Carhart-Harris.

La sugestionabilidad, esto es, la susceptibilidad individual o la respuesta a la sugestión puede producirse de diferentes maneras, como por ejemplo induciendo alteraciones en los contenidos de conciencia dirigiéndolas a diferentes aspectos de la misma como la percepción, las sensaciones, el pensamiento, la emoción o la conducta. El ejemplo clásico de técnicas de sugestión es la hipnosis en cualquiera de sus diferentes grados de directividad, esto es, de grados en los que se dan instrucciones a los potenciales candidatos a ser hipnotizados. Diferentes técnicas de sugestionabilidad son una práctica común en psicoterapia, en el transcurso de la cual se utiliza para tratar de inducir cambios positivos en los pacientes. También existen diferentes formas de sugestionabilidad que se conocen, ordenadas de menor a mayor directividad como primarias, secundarias y sugestionabilidad interrogativa.

La sugestionabilidad se puede medir utilizando pruebas conductuales, y esto es lo que han hecho los autores de este trabajo científico centrándose en la sugestionabilidad primaria, que es la inducción de pensamientos y acciones por medio de la sugestión. Las pruebas conductuales que evalúan la sugestionabilidad primaria, en la que no se utiliza la hipnosis, miden algo llamado algo así como “sugestionabilidad imaginativa”, que es la habilidad de un individuo para dejarse llevar por fantasías que potencialmente pueden modificar su conducta o sus experiencias subjetivas. Como se ha dicho, la sugestión es una técnica ampliamente utilizada en terapéutica. Por ejemplo, se piensa que es uno de los factores que influyen en el cambio psicoterapéutico y, en el caso de enfermedades médicas, la sugestión hipnótica es un tratamiento efectivo para paliar los dolores crónico y agudo, existiendo una relación entre el grado de sugestión alcanzado y el efecto clínico logrado.

Existen al menos dos estudios previos, uno publicado en 1965 y otro en 1967 en los que ya se había evaluado el potencial de la LSD para facilitar la sugestión. En el artículo de 1959 se compararon en pruebas de sugestionabilidad la LSD, la mescalina, la psilocibina y las tres drogas administradas conjuntamente a voluntarios sanos, encontrándose que la sugestionabilidad era altamente incrementada tras la administración de mescalina, LSD y las tres drogas juntas, pero no tras la administración de psilocibina[2]. El otro estudio de este tipo, en el que se inducían sugestiones para que los participantes movieran su cuerpo, se realizó con tres grupos de sujetos: 11 pacientes “neuróticos”, 15 pacientes con depresión y 10 con esquizofrenia, a los que se les administró 75 microgramos de LSD por vía intravenosa comparándose con placebo. La LSD aumentó, en comparación con el placebo, los efectos de sugestión. Los pacientes neuróticos fueron los que mayor efecto de sugestión alcanzaron y los pacientes deprimidos los que menos[3].

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En el estudio realizado por los científicos del Imperial Collegue y recién publicado, aunque aún solo en su versión electrónica, no en papel, administraron a 10 voluntarios sanos dosis de entre 40 y 80 microgramos de LSD por vía intravenosa (en inyecciones de 3 minutos) y compararon los efectos con la inyección de un placebo. Las dosis fueron variables porque este estudio estaba diseñado en parte para evaluar la seguridad de la administración de LSD en un contexto de laboratorio de cara a la posterior realización de un estudio de neuroimagen, que comentaremos aquí cuando se hagan públicos los resultados. Las pruebas de inducción de sugestión se realizaron entre los 110 y los 140 minutos tras la administración del fármaco. Según explican los autores, los efectos entre la LSD intravenosa y la LSD administrada por vía oral son bastante parecidos, más, por ejemplo, que para el caso de la psilocibina donde la dosis oral estándar es 10 veces menor que la dosis estándar intravenosa. A los sujetos también se les pasó una batería de tests psicológicos que medían personalidad, depresión, “absorción” (o capacidad para quedarse abstraído en los propios pensamientos) y cuestionarios de capacidad imaginativa y verbal. Las escalas para evaluar sugestionabilidad se llaman The Creative Imagination Scale (CIS – Escala de Imaginación Creativa) y un  Test de Imaginería Mental llamado QMI (Questionnire upon Mental Imaginery).

La escala CIS evalúa la sugestionabilidad por medio de 10 sugestiones verbales que el investigador narra a los sujetos tras pedirle que cierre los ojos y trate de relajarse: 1) que la mano del participante está siendo regada por un chorro de agua, 2) que está bebiendo agua refrescante, 3) que puede escuchar música bellísima, 4) que el tiempo se está endenteciendo, 5) que se está re-experimentando como si volviera a la infancia, 6) que su brazo es pesado, 7) que sus dedos se están entumeciendo, 8) que está comiendo una deliciosa naranja, 9) que los rayos del sol están calentando su mano, y 10) que están relajándose en la orilla de una playa o un lago. Todas las descripciones tienen típicamente entre 200 y 250 palabras.

El QMI es un cuestionario que consta de 35 ítems que se utilizan a modo de inductores para sonsacar experiencias en siete modalidades sensoriales diferentes: 1) visual, 2) auditiva, 3) olfativa, 4) táctil/tocar, 5) motora/acción, 6) gustativa/sabor y 7) emociones positivas/afecto. Al participante se le pide que cierre los ojos y escuche la descripción del experimentador de cada elemento, y se le da la instrucción de imaginar el ítem descrito tan vívidamente como sea posible.

Bajo los efectos de la LSD, los voluntarios de este estudio obtuvieron puntuaciones estadísticamente más elevadas en la realización de el cuestionario CIS, esto es, el que evalúa sugestionabilidad, en comparación con el placebo. Sin embargo, esto no ocurrió para el cuestionario QMI de imaginería mental: aunque las puntuaciones fueron también más altas para los sujetos bajo los efectos de la LSD, estas puntuaciones no alcanzaron la significación estadística. Un resultado muy interesante de este estudio fue que se encontró una relación estadística (correlación) entre algunos de los tests de personalidad y los efectos de la LSD: las personas que puntúan más alto en “responsabilidad” (“conscientiousness”) tuvieron mayores puntuaciones en la prueba de sugestionabilidad, y aquellas personas con puntuaciones más altas en imaginería mental como rasgo de personalidad también obtuvieron mayores puntuaciones en la prueba de imaginería mental. También personas que puntúan alto en “absorción” (“absortion”), un rasgo de personalidad relacionado con la capacidad de ensimismamiento, hacen mejor las pruebas tanto de sugestionabilidad como de imaginería mental. Luego no solo la sustancia es capaz de inducir sugestionabilidad en las personas y/o facilidad para dejar guiar su imaginería mental mediante sugestión externa, sino que la personalidad de base de las personas es un elemento importante a la hora de que con LSD se pueda inducir este tipo concreto de efectos.

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Así volvemos a redescubrir los tres factores claves en la experiencia con LSD que ya describieron Leary y otros en el pasado: la importancia en los efectos de las sustancias (más en concreto de los alucinógenos tipo LSD), la predisposición previa de la persona que toma la sustancia y el contexto en el que se produce la toma, los famosos “drug, set and setting”.

Este estudio explora por primera vez la validez de la utilización de la LSD como posible herramienta de control mental. Aunque los resultados no son concluyentes (se estudiaron solo a 10 sujetos luego estos resultados deben replicarse con muestras más amplias), nos da algunas claves interesantes acerca de la utilización positiva de la LSD en psicoterapia, así como de sus riesgos potenciales. Como se ha explicado antes, la sugestión es algo bastante utilizado en psicoterapia como método para inducir cambios positivos en las personas. Pero la utilización de la sugestión tiene una doble cara: puede inducir en las personas recuerdos o experiencias que no son suyas y que han sido “implantadas” durante el proceso de sugestión. Un ejemplo dramático lo encontramos en un tipo de psicoterapia que se hizo muy popular durante los años 80 y que sigue cobrándose a día de hoy innumerables víctimas: la terapia de recuperación de recuerdos, donde los terapeutas, en sesiones de terapia vivencial y ante síntomas inespecíficos referidos por los/las pacientes, inducían experiencias de abuso sexual infantil que hasta el momento de la terapia no se habían recordado por estar supuestamente “reprimidos” y que ponían entonces en relación dichos síntomas o malestares psicológicos con las nuevas experiencias vivenciadas pero no recordadas antes. En los Estados Unidos hubo un fenómeno masivo de personas que, tras someterse a psicoterapias de corte vivencial, y guiados por una forma perversa (por muy bien intencionada que fuera) de entender el malestar como una relación necesaria con un abuso sexual sufrido en la infancia reprimido psicológicamente produjo un drama nacional en el que muchas personas acusaban a sus padres de haberles inflingido abusos sexuales en su infancia. Hubo miles de personas inocentes que fueron juzgadas y encarceladas cuando ya eran ancianos denunciados por hijos e hijas que en sesiones de terapia revivían abusos sexuales. Hay un libro estremecedor que analiza en detalle y profundidad este fenómeno titulado Making Monsters: False Memories, Psychotherapy, and Sexual Hysteria (Fabricando monstruos: Memorias falsas, psicoterapia, y la histeria sexual); y que puede encontrarse en inglés aquí: http://goo.gl/GftoSQ. De hecho, tras estos sucesos las guías de diagnóstico de estrés postraumático obligan a que solo se pueda diagnosticar el trastorno si se recuerda el fenómeno que lo ha producido.

Así que, los aprendices de chamán deberían tener todo esto muy en cuenta: efectivamente la LSD puede ser una herramienta interesante como coadyuvante de la psicoterapia, pero cuidado con inducir en las personas experiencias que no son suyas porque entonces lo que se pretenda curar puede empeorarse más y además afectar a terceros.

[1] Carhart-Harris RL, Kaelen M, Whalley MG, Bolstridge M, Feilding A, Nutt DJ. LSD enhances suggestibility in healthy volunteers. Psychopharmacology (Berl). 2014 (en imprenta).

[2] Sjoberg BMJr, Hollister LE (1965) The effects of psychotomimetic drugs on primary suggestibility. Psychopharmacologia 8(4):251–262.

[3] Middlefell R (1967) The effects of LSD on body sway suggestibility in a group of hospital patients. J Mental Sci 113(496): 277–280.

Acerca del autor

Jose Carlos Bouso
José Carlos Bouso es psicólogo clínico y doctor en Farmacología. Es director científico de ICEERS, donde coordina estudios sobre los beneficios potenciales de las plantas psicoactivas, principalmente el cannabis, la ayahuasca y la ibogaína.