Continuamos con los descubrimientos de Hofmann en lo que a drogas se refiere, con otro artículo inédito en español*. En él cuenta la relación de la LSD con sustancias enteógenas como el teonanacatl, el ololiuqui, la mescalina, la psilocibina y la psilocina.

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LSD, la medicina del doctor Albert Hofmann

El descubrimiento de la LSD no supuso sólo la creación de la sustancia enteogénica más potente en relación con la dosis, sino también un estímulo para la investigación de ciertas sustancias utilizadas desde tiempos inmemoriales, como por ejemplo los hongos psilocíbicos, la mescalina y el teonanacatl. En este artículo, de nuevo el buen doctor nos ofrece un trip report de gran valor histórico. Si antes se trataba del primero bajo los efectos de la LSD, ahora es el primero con hongos psilocíbicos del que se conserva registro. Hofmann proporciona también importantes datos históricos sobre las sustancias mágicas de Centroamérica.

La LSD y otros enteógenos

El que hemos narrado fue el primer experimento con LSD realizado de forma planificada y ofreció unos resultados sorprendentes [Ver las dos últimas entregas, en Spannabis Magazine números 57 y 58, donde Hofmann contaba el descubrimiento de la LSD]. Experimentos subsiguientes con colegas voluntarios de los laboratorios Sandoz confirmaron la extraordinaria actividad de la LSD sobre la psique humana. Mostraron que la dosis oral efectiva en seres humanos es de 0,03 a 0,05 miligramos. A pesar de mis precauciones, yo había elegido para mi primer experimento una cantidad [250 microgramos] cinco veces mayor que la dosis activa media. La LSD es, con mucho, la sustancia alucinógena con mayor potencia y eficacia. Es de 5.000 a 10.000 veces más activa que la mescalina, la cual genera cualitativamente unos síntomas parecidos. Esta potencia extremadamente elevada no es sólo una curiosidad; es, en muchos aspectos, de gran interés científico. Por ejemplo, respaldó la hipótesis de que ciertas enfermedades mentales -que se consideraban de naturaleza puramente psíquica- tenían una causa bioquímica, ya que ahora parecía posible que trazas indetectables de alguna sustancia psicoactiva generada por el organismo produjeran alteraciones mentales.

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La LSD era única en lo relativo a su potencia extremadamente alta. Pero no constituía una novedad respecto a sus propiedades enteogénicas. Como ya hemos mencionado, genera cualitativamente los mismos efectos psíquicos que la mescalina, una sustancia muy anterior a la LSD, y que constituye el principio activo de una de las antiguas plantas mágicas de México. Las drogas alucinógenas fueron de gran importancia en las culturas indias de Centroamérica. Los cronistas y naturalistas españoles que llegaron a ese país poco después de la conquista de Hernán Cortés mencionaron en sus escritos un gran número de plantas con efectos psíquicos. Estas plantas eran desconocidas para el Viejo Mundo, y los indios las utilizaban tanto en sus prácticas médicas como en sus ceremonias religiosas. El culto y la adoración a muchas de esas drogas se toparon con la desaprobación de los misioneros cristianos, quienes intentaron por todos los medios «liberar» a los indios de esa «posesión demoníaca». Sin embargo, sólo tuvieron un éxito parcial en este asunto. La población nativa continuó utilizando en secreto las drogas, las cuales consideraron sagradas incluso tras haberse convertido al cristianismo.

Los aztecas y las tribus vecinas utilizaban principalmente tres plantas mágicas en sus ceremonias religiosas y prácticas médicas, muy influidas por conceptos mágicos. Estas drogas aún las utilizan en la actualidad, para los mismos propósitos, los brujos de las regiones más recónditas de México. Son: el peyote (un cacto); el teonanacatl (una seta con hojas); y el ololiuqui (las semillas de ciertas especies de la familia de las convolvuláceas).

 

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 La primera planta mágica que se estudió científicamente fue el peyote; se investigó ya a comienzos del siglo XX. La historia del peyote, el culto que le rinden desde tiempos inmemoriales los indios de Centroamérica y su uso actual, así como sus efectos en seres humanos, fueron descritos por primera vez por Louis Lewin -brillante farmacólogo y toxicólogo- en su monografía, ya clásica, titulada Phantastika1. Lewin puso las bases de la investigación con psicotomiméticos con esta publicación en la que los alucinógenos, llamados por él Phantastika, fueron caracterizados y clasificados por primera vez como un grupo independiente dentro de las drogas psicofarmacéuticas. El peyote fue llamado Anhalonium lewinii en honor de Lewin. Él y Arthur Heffter, los dos estudiosos que aislaron la mescalina en 1896 a partir del peyote, merecen un lugar de honor en la historia de la investigación farmacológica con psicotomiméticos2. En 1919, Ernst Späth, de Viena, logró elucidar la estructura química de la mescalina y sintetizar este alcaloide3. La mescalina hizo posible investigar por primera vez el fenómeno de los efectos alucinógenos desde un enfoque científico, farmacológico y clínico, utilizando un compuesto químico puro. Los resultados de este primer período de investigaciones psicofarmacológicas de la segunda década del siglo veinte fueron publicados en la monografía clásica Der Meskalinrausch, de K. Beringer4. Sin embargo, en los años siguientes decayó el interés por la investigación sobre los enteógenos. No fue hasta los años cuarenta, con el descubrimiento de la LSD, cuando este campo recibió un nuevo impulso y llevó a un resurgimiento que dura hasta hoy.

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Nuestros estudios con la LSD fueron la razón por la que la segunda droga mágica mexicana, el teonanacatl -que significa «hongo sagrado»- fue enviada a nuestro laboratorio para ser analizada químicamente. El empleo y adoración del teonanacatl por los indios de Centroamérica arranca de tiempos inmemoriales. En Guatemala se ha descubierto que las llamadas «piedras hongos»** representan los especímenes más antiguos que se utilizaban hace tres mil años. Aunque el culto a los hongos es muy antiguo, nuestro conocimiento sobre el tema es muy reciente. Durante varios siglos, los informes de los cronistas le prestaron escasa atención, probablemente porque se consideraba una extravagancia procedente de una época supersticiosa. No fue hasta 1936-1938 cuando algunos investigadores americanos, como Weitlander, Reko, Johnson y Schultes, confirmaron que los nativos de ciertas zonas recónditas del sur de México aún ingerían setas con propósitos mágicos. Los investigadores aficionados R. Gordon Wasson y su mujer realizaron estudios sistemáticos sobre el culto a los hongos en su forma actual. En el verano de 1955, Wasson pudo, por primera vez, tomar parte activa en una ceremonia secreta nocturna en Huautla de Jiménez, provincia de Oaxaca, y fue probablemente el primer hombre blanco que ingirió las setas sagradas. En una expedición posterior de 1956, Wasson fue acompañado por el micólogo Roger Heim, director del Laboratorio de Criptogamia del Museo de Historia Natural de París. Heim consiguió identificar los hongos sagrados y clasificarlos botánicamente. Pertenecen a la familia de las estrophariáceas, principalmente al género Psilocybes, aunque una especie pertenece al género Stropharia y otra al género Conocybe. El cultivo artificial en laboratorio aportó una buena cosecha de uno de ellos; en concreto, de Psilocybe mexicana Heim.

Tras infructuosos intentos realizados en París por aislar los principios activos, el profesor Heim envió los hongos a los Laboratorios de Investigación Sandoz, de Basilea, pensando que nuestra experiencia con la LSD nos permitiría resolver el problema. En cierto modo, por tanto, la LSD fue quien hizo llegar los hongos sagrados a nuestro laboratorio. En la primera fase de nuestros estudios de síntesis intentamos evaluar los extractos probándolos en animales, observando la reacción de las pupilas y la piloerección en ratones, y el comportamiento general en perros. Pero los resultados no fueron concluyentes y originaron discrepancias al evaluar los extractos. Después de haber utilizado la mayor parte del material en pruebas con animales sin resultados definitivos, surgieron dudas sobre si los hongos cultivados y secados en París poseían aún propiedades activas. Para aclarar este punto fundamental, decidí probarlos en mí mismo. Ingerí treinta y dos especímenes secos de Psilocybe mexicana, con un peso total de 2,4 gramos, lo cual corresponde a una dosis media, según las costumbres de los indios. Describiré mi experiencia a partir de la traducción inglesa del informe original:

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«Treinta minutos después de ingerir los hongos, el mundo exterior comenzó a sufrir una extraña transformación. Todo asumió un aspecto mexicano. Como yo estaba totalmente seguro de que mi conocimiento del origen de los hongos me llevaría a imaginar un escenario mexicano, intenté mirar a mi entorno de la forma en que lo hacía normalmente. Pero todos los esfuerzos voluntarios por ver los objetos con las formas y colores habituales demostraron ser ineficaces. Estuvieran mis ojos cerrados o abiertos, veía sólo motivos y colores mexicanos. Cuando el médico que supervisaba el experimento me tumbó para comprobar mi presión sanguínea, se transformó en un sacerdote azteca, y no me habría sorprendido si hubiese sacado un cuchillo de piedra pedernal. A pesar de la seriedad de la situación, me divertía ver cómo los rasgos germánicos de la cara de mi colega habían adquirido una expresión puramente india. En el punto cumbre de la intoxicación, una hora y media tras la ingestión de las setas, la incesante sucesión de imágenes, principalmente motivos abstractos que cambiaban rápidamente de forma y color, alcanzó un nivel tan alarmante que temí volverme yo mismo de esa forma y color, y disolverme. Tras unas seis horas, el sueño comenzó a declinar. Subjetivamente, no tenía idea de cuánto había durado la experiencia. Sentí mi vuelta a la realidad cotidiana como si fuera un regreso feliz desde un mundo extraño y fantástico -pero real- a un mundo viejo y familiar».

 

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(Continuará)

 * Hofmann, Albert, «The discovery of LSD and subsequent investigations on naturally occurring hallucinogens», en Discoveries in Biological Psychiatry, ed. By F. J. Ayd & B. Blackwell, G. B. Lippincott Company, Philadelphia/Toronto, 1970; pp. 91-106.

** Las piedras-hongos son monumentos que las culturas centroamericanas erigían en honor a las setas enteógenas.

 

Referencias del artículo original:

  1. Lewin, L.: Phantastika, Berlin, Georg Stilke, 1924. Segunda edición, ampliada, publicada en 1927. La primera edición inglesa es de 1931. En 1964 hubo una nueva edición: Phantastica, Narcotic and Stimulating Drugs, Their Use and Abuse, London, Routledge and Kegan Paul, 1964.
  2. Heffter, A.: Ber 29:216, 1896.
  3. Späth, E.: Monatsh 40:129, 1919.
  4. Beringer, K.: Der Meskalinrausch, Berlin, Springer, 1927.

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