Entrevista al DoctorX

por J. A. Mañas y Jordi Ledesma

Estamos en el Café Barbieri, en la calle del Ave María. Aquí nos espera el doctor Fernando Caudevilla (Madrid, 1974), médico de familia, colaborador de Cannabis Magazine desde hace más de diez años y protagonista de la nueva novela del binomio Mañas & Ledesma, DoctorX, el médico de la Darknet, que la editorial La Esfera de los Libros publicará el próximo mes de abril. A partir de este momento, se inicia el recorrido promocional del libro, y atrás queda, ya cerrado, el viaje que ha supuesto su escritura, un proceso largo y complejo del que, como autores, nos enorgullecemos.

DoctorX es un texto que transgrede sin pausa ciertas convenciones políticas y morales; y verdad es que, para según quien, quizá debiera estar prohibido, porque precisamente es al prohibicionismo donde apunta uno de los muchos focos que el libro enciende. No apto para corazones mojigatos, cuestiona una serie de temáticas más que controvertidas como lo puede ser la de las políticas de prevención en el consumo de drogas, así como los disimulos y rodeos con los que las administraciones se enfrentan a ellas.

Durante la conversación, que mantenemos en una de las mesas del café, repasamos varios de los hitos de la novela, porque esta no es una biografía al uso, ni DoctorX un biografiado cualquiera. Para quienes firmamos este artículo, Fernando Caudevilla es casi un superhéroe, por más que ahora mismo adopte su versión más terrenal al rememorar con nosotros cómo arrancó el proyecto.

“Todo empezó con la visita de una joven canadiense a mi despacho en enero de 2018. Para entonces, mi personaje como «médico que informa sobre drogas en la Red Profunda» había ido adquiriendo tanta notoriedad que, en principio, no tenía nada de extraño. Pero, por el tono de la conversación, pronto me di cuenta de que la mujer no venía a entrevistarme para ningún medio internacional, como afirmaba.

Todo empezó con la visita de una joven canadiense a mi despacho en enero de 2018

Tras unos cuantos rodeos, me soltó así en frío y sin anestesia que había estado siguiendo con interés las aventuras del DoctorX por internet. Pensaba que mi historia, en formato de libro, podría interesar al mundo editorial. También había analizado mi estilo de escritura y consideraba que yo mismo podría escribirlo. Mi primera reacción fue pensar si la pelirroja canadiense, más que esa agente literaria que decía ser, no sería una fan con un trastorno delirante o una espía del FBI. Considerando las cosas que me estaban pasando durante los últimos años, cualquiera de las hipótesis era plausible.

Discusión acalorada
Discusión acalorada

Al final, tras intercambiar varios mails, acepté con tan poco convencimiento que durante los cuatro años siguientes solo llegué a escribir borradores de un par de capítulos. Pero Trisha parecía inmune a mis continuos retrasos, excusas e indirectas. Dejar de responder a sus correos fue tan maleducado por mi parte como poco eficaz, ya que la incansable agente aparecía entonces por Twitter o Instagram. Escribí un contundente mail a finales de 2022 en el que expliqué que no podría abordar el proyecto por falta de tiempo y dificultades para enfrentar ciertos temas incómodos.  Su solución fue proponerme que otro escritor que conocía contara la historia, y así fue cómo aparecisteis. Primero José Ángel, que fue quien se presentó a nuestra cita en diciembre de 2022, y luego, como si ya de por sí no fuera complicada la cosa, decidió que para el tipo de novela que tenía en mente le vendría bien la colaboración de un tal Jordi Ledesma… de modo que aquí estáis los dos conmigo.”

En mi humilde opinión, los superhéroes deben tener superpoderes

Ella, Trisha Telep, fue quien movió los hilos para que se juntara este trío artístico a quien ya une una peculiar amistad después de tantas horas de entrevistas analizando la vida y las muchas hazañas del «médico de la Darknet». En cuanto a DoctorX, al tenerlo delante, por su aspecto informal cuando va sin bata fuera de la consulta, nadie daría cuenta de su profesión. Si bien eso a él le preocupa poco. Le preocuparía bastante más, como suele repetir, tener pinta de teniente coronel o de concejal de urbanismo. «Si uno es médico, no parecerlo a simple vista no es un problema».

En todo caso es un nombre de superhéroe, y en tu cultura, que es muy pop, haces a menudo mención del universo de los superhéroes. Con lo cual, nos tienes que aclarar definitivamente ese asunto: ¿es el DoctorX un superhéroe?

En mi humilde opinión, los superhéroes deben tener superpoderes. Porque, en caso contrario, te pasa como a Tony Stark, aka Iron Man, que se lo tiene muy creído e intenta compensarlo con unos aires de superioridad que no proceden; o Batman, que está como una regadera precisamente por ser un superhéroe metido en una cueva y sin superpoderes. Es cierto que en mi trabajo he destacado por defender planteamientos acerca de las drogas que no son los políticamente correctos o aceptados por la mayoría, pero las estrategias de reducción de riesgos y daños tampoco las inventé yo, y defender y desarrollar estas ideas es algo que sale de forma natural, no como un acto superheroico ni intencionadamente provocador. Entiendo que Edward Snowden o Julian Assange consideran que hicieron en su momento lo que debían, aunque a mí su actitud me parece mucho más heroica que nada que haya podido hacer el DoctorX. Por otra parte, me parecería ridículo considerarse un superhéroe siendo médico, actor de teatro o periodista. A menos que seas Clark Kent, claro. Y, volviendo a lo que os decía sobre los superpoderes y los delirios de grandeza, Mercedes Milá o Pablo Motos van de divas de la pantalla. Clark Kent es mucho más discreto y tímido cuando tendría más motivos para hacerse el guay, que para eso es Superman.

Algunos de los varios sucesos que el libro desgrana en profundidad, como no podía ser de otra manera dada tu trayectoria, son los relacionados con Silk Road, el primer criptomercado de drogas de la Red Profunda, y lo hace desde la perspectiva personal y privilegiada de DoctorX, quien fue miembro activo de la comunidad, cuyo creador, Ross Ulbritch, cumple injustamente doble cadena perpetua, desde 2015, en un penal en Tucson, Arizona. ¿Qué supuso para ti, en lo personal, esta condena?

Efectivamente, yo viví el auge y caída de Silk Road entre 2013 y 2015 desde dentro. Como había hecho antes en muchos otros foros de Internet (Energy Control, Cannabis Café, Yerba, Cannabis.es o el consultorio de esta misma revista, Cannabis Magazine), DoctorX abrió un espacio virtual en la Silk Road para asesorar sobre drogas y salud. Pero en esta ocasión mi trabajo no pasó desapercibido. Por un lado, el administrador de Silk Road promocionó y financió mi consultorio. Por otro, destacados medios internacionales empezaron a publicar reportajes sobre «el médico español que ofrece consejos sobre drogas».

La defensa de Ross Ulbricht me pidió testificar por escrito en mayo de 2015, antes de que se publicara la sentencia, y yo no dudé en aceptar, ya que no había estado involucrado en ninguna actividad criminal o ilícita. Creo que esto no le hizo mucha gracia a la justicia federal de Estados Unidos, y yo lo entendería si hubieran criticado mi testimonio con argumentos racionales. Pero, en lugar de eso, lo manipularon. Sí, soy consciente de la gravedad de lo que estoy diciendo. La jueza Katherine B. Forrest, del distrito sur de Nueva York, manipuló mi testimonio escrito para reforzar una puesta en escena decidida de antemano. O eso, o su capacidad de comprensión lectora es la de un niño de cuatro años. Cualquiera de las dos hipótesis me parece muy grave, y en el libro dejo constancia de mis argumentos para mantener esta afirmación.

Dos novelistas y un médico jugando con la Ouija
Dos novelistas y un médico jugando con la Ouija

 ¿Y por qué crees que el juicio pasó tan desapercibido en España, cuando fue un bombazo en el mundo entero?

El juicio a Ross Ulbricht se convirtió en un culebrón mediático en Estados Unidos. No alcanzó el nivel del de O. J. Simpson, pero tuvo elementos suficientes para acaparar la atención del telespectador durante meses. Y mi testimonio se decidió a última hora y obtuvo la atención del New York Times o el Washington Post, entre otros grandes medios, durante un par de días y el día de la sentencia. «Mi hermano vive en Estados Unidos y pregunta si tú eres ese del que hablan en el programa de Oprah Winfrey», me dijo una amiga a finales de mayo de 2015. En lo que a mí respecta, tal como fueron las cosas y conociendo el nivel de sensacionalismo del «periodismo serio» en España, me alegro de que la noticia se limitara a las páginas interiores. Supongo que la eclipsaría algún rifirrafe de política nacional nivel Sálvame Deluxe, las vicisitudes de Hacienda con algún futbolista o los amoríos de alguna cantante de Operación Triunfo 7.

En general, ha sido muy divertido, aunque también ha sido duro revisitar paisajes y escenarios particularmente dolorosos

 Ahora que ha pasado el tiempo y que ya se puede tener una cierta perspectiva histórica, ¿qué crees que supuso para el mundo ese juicio?

Desde los atentados de las torres gemelas se nos ha hecho creer, de forma malintencionada, que debemos sacrificar parte de nuestras libertades en aras de la seguridad. Hemos asumido con naturalidad que viajar al extranjero implica desnudarse en el control del aeropuerto, soportar estúpidas preguntas personales y aguantar que un desconocido hurgue entre nuestras pertenencias. El derecho a la privacidad en las comunicaciones y a la intimidad es considerado fundamental en muchas legislaciones y declaraciones de derechos a nivel mundial. Pero está claro que la privacidad en las comunicaciones es hoy en día un derecho en peligro, sobre todo en los espacios virtuales.

Por otra parte, la condena a Ross pretendió ser un escarmiento para disuadir a quienes quisieran seguir su ejemplo. Esto no lo digo yo, figura así en la sentencia en la que se le condena a dos cadenas perpetuas, y esta intención vuelve a poner de manifiesto la locura que caracteriza la guerra contra las drogas. Comprar drogas a través de internet hoy y recibirlas en el buzón de casa es más sencillo, barato, seguro y accesible que hace diez años. Eso es lo que explica la condena a Ross Ulbricht: crear un Amazon de drogas sentado detrás de la pantalla de su ordenador dinamitaba en la práctica las políticas de drogas vigentes en los últimos cien años. Porque la historia de la tecnología nos muestra que no hay vuelta atrás, una vez conseguido un hito.

La novela, siendo tú el protagonista incuestionable, te retrata en pasajes muy diversos: buceando en los pecios más libertarios del internet profundo, auscultando el barrio en una consulta médica o dando discursos ante organismos políticos de peso y talla internacional como la comisión de estupefacientes de Naciones Unidas, en Viena. Pero, más allá de eso, hay además escenas en las que te desnudas física y mentalmente. ¿Cómo has vivido, tú que eres un hombre tan pudoroso, lo de ponerte bajo los focos? ¿Cómo se siente uno al pasar al otro lado del espejo y ver evolucionar en la ficción el avatar de tu persona? 

Recordad que la idea inicial fue un ensayo que yo iba a escribir y que nunca llegué a terminar. Eso habría sido más fácil de digerir. Pero ser el personaje de una novela es, sin duda, la experiencia más absurda de toda mi carrera profesional. Hablar durante horas delante de una grabadora me hizo sentir en algunos momentos como una folclórica de la tercera edad preparando su biografía autorizada. En general, ha sido muy divertido, aunque también ha sido duro revisitar paisajes y escenarios particularmente dolorosos. A todo el mundo le pasan cosas, pero, echando la vista atrás, me doy cuenta de que en los últimos diez años he vivido varias experiencias especialmente intensas e inesperadas. En el fondo, me ha servido como terapia para colocar ciertas piezas del puzle que no encajaban.

En la novela no hay rocanrol, el DoctorX es más de música electrónica y tecno pop

Cuenta el texto con mucho sexo, drogas y rocanrol… y tecno, y canciones de Fangoria…

Y secretos inconfesables… [se burla DoctorX con su acidez indulgente y su mirada profunda de Magneto de la Deepweb].

«Mentiras triunfales, pecados mortales, desnudos integrales…».

Veo que os habéis documentado bien, ja, ja. Lo del sexo y las drogas me producía cierta reticencia al principio. A ver: a los cuarenta y nueve años no tengo fantasmas en el armario en ese sentido, pero me daba miedo que el inevitable morbo de la mezcla médico/sexo/drogas se convirtiera en una caricatura. En ese sentido, estoy muy cómodo con el equilibrio que habéis buscado y encontrado. Pero rocanrol no hay porque el DoctorX es más de música electrónica y tecno pop. En concreto de Fangoria, ya que los citáis.

Otro aspecto que el libro deja claro es que Fernando Caudevilla ha llevado una carrera profesional de más de veinte años en la sanidad pública, y con algunas tensiones con el sistema.

Aquí creo que se mezclan dos cosas. Mi carrera profesional es un tanto peculiar. Tras acabar la especialidad no me presenté a una oposición para tener una plaza fija como médico de familia en un centro de salud. En su lugar, trabajé en centros de menores en cumplimiento de medidas judiciales (vamos, reformatorios) y en varios proyectos de investigación sobre drogas, además de escribir libros sobre drogas, dar cursos sobre el asunto a profesionales de diversos ámbitos, desarrollar proyectos con Energy Control, crear estructuras para abordar el cannabis terapéutico desde las asociaciones cannábicas… y mi actividad en los criptomercados. También he trabajado como médico de familia en el centro de salud Puerta Bonita I durante casi veinte años, pero sin plaza fija. La «tensión con el sistema» está directamente relacionada con la pésima gestión sanitaria de la Comunidad de Madrid durante la pandemia en la que se estableció una perversa relación entre el sadismo de la gerencia y el masoquismo gozoso de los profesionales sanitarios, cegados por los aplausos y su papel de héroes. La huelga del año pasado puso las cosas en su sitio.

Disco Ball
Disco Ball

¿Y con qué puede decirse que choca DoctorX con el mundo convencional?

Pues quizá convendría mejor preguntárselo al «mundo convencional», si es que existe y tiene portavoces. Yo, desde luego, no tengo ningún interés en chocar con nadie. Intuyo que el mayor punto de fricción tiene que ver con los tabúes morales. La sexualidad como tabú se ha ido superando (al menos en los núcleos urbanos de los países desarrollados) durante el último siglo. Las drogas son el tabú que ha sustituido al sexo y supongo que mi discurso (que comparto con muchos otros profesionales de distintos ámbitos) puede resultar chocante. Por lo demás, intento vivir mi vida de la forma más libre y respetuosa con los demás que puedo. Provocar por provocar, oponerse por sistema o chocar por chocar me parece un gasto de energía innecesario.

Junto a DoctorX, en el texto, aparecen diversas personas de su entorno más cercano que nos ayudan a comprender mejor su universo y, también, el impacto emocional que tuvieron los hechos en los que se ve involucrado. Además, y como valor añadido, hacen pequeños cameos en la novela diferentes personajes de renombre planetario como el propio Ulbricht, el químico Alexander Shulgin, Michel Foucault, los ya citados Snowden y Assange, Carmen de Mairena o el escritor Enrique Vila-Matas, y alguno más, de los cuales se recogen anécdotas o reflexiones que nos ayudan a comprender de donde viene y quién es, intelectualmente hablando, el DoctorX. ¿Qué te ha parecido esta puesta en contexto de tu labor y tu peripecia vital?

Yo creo que viene a confirmar que las personas y los personajes estamos interconectados de forma más o menos directa. Que las aventuras del DoctorX solo se han podido producir como consecuencia de los actos de Ross Ulbricht o Shulgin. También de Carmen de Mairena. Lo de Foucault lo tengo menos claro, porque la filosofía nunca se me ha dado bien, y mira que Escohotado me intentó explicar más de una vez en qué consiste la dialéctica de Hegel…

Precisamente, cabe destacar ese capítulo hacia el final de la novela en el que aparece la figura del filósofo Antonio Escohotado, del que fuiste médico personal durante sus últimos años de vida.

Nunca hablo sobre mis pacientes, aunque Antonio lo proclamó a los cuatro vientos desde 2017. De hecho, Antonio afirma en Los penúltimos días de Escohotado (Ricardo Colmenero, 2021) que yo le dije: «Antonio, quiero ser tu médico». Su hijo Jorge es testigo de que la situación no fue esa. En realidad, fue Antonio quien me atrapó en sus redes. «Ten cuidado, te seducirá», me había advertido Alaska. Y yo me dejé atrapar porque detrás del personaje (un señor malhumorado, engreído, altanero y maleducado) descubrí una persona maravillosa que se saltó en poco tiempo las barreras que separan al médico del paciente hasta convertirse en un buen amigo. En mi caso particular, nunca he podido utilizar la frase: «No conozcas a tus ídolos porque te decepcionarán». He tenido la inmensa fortuna de que mis principales referentes intelectuales y culturales se hayan convertido en mis amigos. A lo mejor eso sí es un superpoder…

Tres canallas en una escalera
Tres canallas en una escalera

Desde luego, nosotros así lo entendemos, y a medida que Fernando habla, ya sin grabadora, nos dejamos embrujar, una vez más, por su palabra, una palabra que refleja de manera milimétrica su pensamiento siempre impío, pero igual de oportuno y pertinente a la hora de afrontar esos temas que conoce bien, aquellas ideas en las que ha invertido gran parte de su vida, cuyo viaje y texturas, nosotros, como novelistas, hemos tenido el gusto enorme de recoger y compilar.

DoctorX, el médico de la Darknet es una novela desacomplejada que pretende señalar, en este tiempo tan falto de objetividad, que hay otros puntos de vista que merecen la pena ser explorados. Una novela lúcida con la que entender y valorar el desempeño de este doctor y su cruzada antiprohibicionista.

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Acerca del autor

Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.