Terminábamos el artículo anterior introduciendo el concepto de Drogofilia Sostenible, y en este les explicaremos en qué consiste dicho concepto.

por Eduardo Hidalgo

Si, según el Informe Brundtland de 1987, “la sostenibilidad consiste en satisfacer las necesidades de la actual generación sin sacrificar la capacidad de futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades”, se trataría de adoptar un enfoque que:

A nivel macro: tratase de que las actuales necesidades drogófilas de los Homos sapiens sapiens pudiesen ser satisfechas de la forma menos problemática posible y sin comprometer ni sacrificar la supervivencia y el bienestar de nuestra especie ni las posibilidades que las futuras generaciones hayan de tener para satisfacer las suyas propias. Es decir, que, en lugar de batallar por conseguir un quimérico e imposible mundo sin drogas, se trataría de establecer e implantar las disposiciones necesarias para lograr un mundo y un futuro con el menor número y la menor gravedad posible de problemas relacionados con el uso de drogas. Un mundo en el que, en lugar de privar a buena parte de nuestros congéneres –actuales y futuros– de la satisfacción de sus innatas pulsiones drogófilas, tratásemos de asegurar su satisfacción –hoy y por siempre jamás– de la forma más provechosa y beneficiosa para toda la especie en su conjunto. Se trataría, además, de implantar las medidas necesarias para que la producción de sustancias psicoactivas y el tratamiento de los residuos industriales derivados de las mismas se realizasen con las mayores garantías posibles de cara a la conservación del medio ambiente y de las especies animales y vegetales que lo pueblan.

LSD
LSD

A nivel micro: se trataría de adoptar un enfoque que, de cara a los consumos personales, de los individuos concretos, consistiese en informar y en asesorar al interesado sobre el modo más adecuado, provechoso y menos problemático de satisfacer sus actuales necesidades drogófilas sin sacrificar su propia existencia, su propio bienestar, ni sus posibilidades de seguir satisfaciendo esas mismas necesidades en el futuro, a lo largo de toda su vida –si eso es lo que quiere– o, al menos, durante la etapa de su vida en que tenga interés en consumirlas. Es decir, que, en lugar de contemplar y fomentar la abstinencia como única opción ante las drogas, se trataría de adoptar un enfoque en el que cada ciudadano pudiese decidir libremente si consumir o no, y qué consumir y qué no, disponiendo y teniendo acceso, siempre, a la información y a los medios necesarios para que, en caso de que decida hacer uso de cualquier droga, esté en condiciones de hacerlo de la forma más segura y sostenible posible, de tal manera que, sus consumos actuales no comprometan –por exceso o mala praxis– las posibilidades de que pueda seguir satisfaciendo sus necesidades drogófilas en el futuro, si es que quisiera seguir satisfaciéndolas.

Muy bonito, peeeeero… ¿y eso cómo se hace?

Pues, sencillamente, tal que así:

Regulando el mercado

Dando carpetazo a la prohibición. Derogando para siempre el actual sistema de fiscalización de las drogas que, a pesar de haber sido implantado con la sana intención de tomar el control absoluto sobre su producción, distribución y venta, en la práctica lo que ha conseguido es perder completa y absolutamente el control sobre su producción, distribución y venta para ponerlas en manos de la mafia. Implantando, en lugar del actual sistema prohibicionista, un régimen regulador como el que rige el comercio de otros bienes de consumo, como podrían ser el tabaco, los medicamentos o determinados productos químicos. Recuperando, con ello, el control sobre el proceso productivo de las sustancias psicoactivas. Asegurando que se lleva a cabo con todas las garantías sanitarias y de calidad. Estableciendo las vías y procedimientos necesarios para que cumpla con las preceptivas normativas medioambientales y evitando, de esta forma, que la fabricación de drogas lleve aparejado el actual vertido indiscriminado de productos tóxicos derivados de la síntesis y extracción de las sustancias. Regulando y tomando el control sobre el acceso a las drogas, estableciendo dónde pueden ser vendidas y a quién, en lugar de dejar que sean los narcos, los camellos y los buscavidas quienes tomen estas decisiones. Asestando, así, un durísimo golpe al crimen organizado, sustrayéndole una de sus principales fuentes de ingresos. Haciendo, de este modo, que el mundo sea un lugar más seguro y menos violento. Liberando a las sustancias y a sus consumidores del actual vínculo con el submundo de la delincuencia, del hampa y de la marginalidad. Saneando y descongestionando el sistema judicial y el penitenciario, amén de redirigiendo las labores policiales hacia aquellos menesteres propios de los policías y no de los médicos, psicólogos, educadores, enfermeros y trabajadores sociales. Obteniendo ingresos de los impuestos por la producción y compra-venta de las drogas y ahorrando cifras ultra-millonarias que, actualmente, son dilapidadas en la infructuosa persecución y castigo del narcotráfico y del consumo (cifras que podrán ser invertidas, mucho más provechosamente, en servicios de información y asesoramiento a la población, en tratamientos y en investigación). Solventando los actuales problemas geopolíticos asociados a la producción de drogas y a las relaciones entre países productores y países consumidores. En cinco palabras: Le-ga-li-zan-do.

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Metanfetamina
Metanfetamina

Sí, claro, pero ¿cómo hacerlo si existen unos acuerdos internacionales que dictaminan la prohibición universal de la producción, venta y consumo de estos productos?

Pues muy sencillo: descolgándose de dichos acuerdos internacionales o cambiándolos.

Sí, claro, pero ¿cómo hacerlo? Que no es tan sencillo como ustedes lo pintan…

Pues sí que lo es. Basta con que queramos hacerlo, con que nuestros representantes políticos lo pongan por escrito y con que el mandamás de turno en estas cuestiones le eche una firmita al documento. Así de sencillo: al día siguiente las drogas ya serían legales, mire usted que facilito.

Ya, pero a día de hoy no todos los países estarían de acuerdo en tomar esas medidas, y resulta evidente que, esto, o lo hacemos todos a la vez o sería inviable, por no decir que sería un auténtico desastre para quien se atreviera a dar el paso.

Pues Holanda hace tiempo que dio el paso de legalizar la venta de cannabis para uso personal y su experiencia ha sido perfectamente viable y en modo alguno desastrosa, ni para los holandeses ni para nadie. A fin de cuentas, tampoco es cierto que la regulación legal de las drogas deba ser llevada a cabo en todo el globo y del mismo modo. ¿Se regula, acaso, la producción, compra-venta y consumo de alcohol de igual manera en todos los países? No, ¿verdad? ¿Y ven ustedes la inviabilidad y el desastre por alguna parte? Tampoco, ¿no es cierto? Pues eso: que cada nación escoja, por sí misma, el camino que desea tomar y que apechugue con las consecuencias, que, a buen seguro, serán muchas las que viendo los buenos resultados que obtienen los países que opten por la regulación se pasarán en masa a seguir su ejemplo (y será entonces cuando se tendrá la oportunidad de fijar y afianzar nuevos acuerdos internacionales más justos, razonables, eficaces y provechosos; acuerdos nuevos que, en cualquier caso, ya deberían ser promovidos y bosquejados desde un principio, es decir, desde que, al menos algunas naciones, comenzasen a dar sus primeros pasos para desmarcarse de las actuales políticas fiscalizadoras). En cuanto a los posibles “riesgos” del narcoturismo, si se considerasen realmente un problema y no una afortunada fuente de ingresos, podrían solventarse de un plumazo permitiendo únicamente la venta a quienes presenten el DNI u otro documento oficial acreditativo de tener la nacionalidad del país en cuestión que haya legalizado las drogas o de otros que hayan adoptado el mismo camino.

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Vale, muy bien, pero, en términos prácticos, ¿esto cómo se haría? ¿Cuál habría de ser el modelo concreto de regulación de las sustancias psicoactivas?

Pues sería el modelo que buenamente se decidiera. Hay muchos donde elegir, pero preferimos no entrar a detallárselos porque aburren hasta al más pintao. Que decidan nuestros encargados de hacer y deshacer las leyes, que ese es su trabajo. Total, cualquiera que escojan será mejor que el actual y, además, siempre podrá ser cambiado por otro mejor si, pasado el tiempo, lo consideramos necesario.

MDMA
MDMA

Bueno, sí, pero, no sé, dígannos, al menos, algunas cuestiones básicas, como por ejemplo, dónde se venderían, a qué precio, quién podría comprarlas… ese tipo de cosas.

O.K. Si así lo quieren, así lo haremos. Veamos:

Venta: libre y en establecimientos especializados y autorizados que bien pudieran llamarse tiendas de Drogosinas y alimentos picantes para el espíritu o, sencillamente, Droguerías, que podrían ser identificadas por un modesto y poco llamativo distintivo con el símbolo del Yin-Yang o con el icono de una cápsula, o de una hoja de marihuana o algo por el estilo, al igual que las actuales farmacias pueden ser identificadas por el distintivo luminoso de la cruz. Por lo demás, del mismo modo que hay farmacias de guardia, abiertas las 24 horas del día, habría droguerías abiertas full-time (las llamadas Open-Drug) e incluso, en zonas calientes y en eventos especiales sería conveniente la instalación de maquinas de vending, es decir, de máquinas expendedoras de sustancias psicoactivas y de parafernalia e instrumental de consumo, al estilo de las actuales máquinas de refrescos, café, snacks e incluso de libros, preservativos, compresas, tampones, pintalabios y demás artículos de uso cotidiano. A su vez, tomando como ejemplo lo que sucede en el ámbito deportivo, el pequeño comercio y las tiendas de barrio que ofrecen ese trato y esa atención, en principio y supuestamente, tan envidiable y personalizada, deberían coexistir con las grandes superficies comerciales dedicadas, de lleno, a la comercialización de la más variada gama de productos psicoactivos y de artículos de todo tipo relacionados con el consumo. Nos referimos a establecimientos al estilo de los hipermercados, en este caso de la droga, que ya sabemos que los hay desde hace décadas, pero que, ahora, funcionarían amparados y encuadrados en el marco de la legalidad. Nos referimos a superficies que, para que puedan hacerse ustedes una idea, podrían llamarse algo así como Super-Drug, Micradroga, Drogathlon o Sin Corte.

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.