TAMPODKA

Si alguien creía que con el Jenkem habíamos llegado a la cúspide de la estulticia en lo que se refiere a mitos y leyendas urbanas sobre drogas es que sobrevalora las dotes de entendimiento de los licenciados en Ciencias de la Información y de los expertos en drogabusología. Siempre, siempre, la pueden liar más parda, meter la pata más al fondo y cagarla aún más con todo el equipo. Esta es la última… –acongoja pensar en cual podría ser la siguiente. Por si acaso, desde ya, ruego a Kali que no me encarguen ponerla a prueba-.

Por Eduardo Hidalgo

Riiing

Riiing

Si, ¿Dígame?

¿Qué passa, gay?

Hooooombre, el marichalado Señor del Pino!!! ¿Que te cuen… tas, querido?

Nah, que tengo algo que te va a gustar…

¿Qué es? ¿Qué es? ¿Opio? ¿Heroína tailandesa? ¿Metanfetamina? ¿Un video post-mortem del Batu? ¿Una foto del pandero de Kim Kardashian? ¿El último chisme de los líos de faldas del Bouso? Dímelo ya, capo, ¿Qué es, qué es?

Es… un nuevo caso.

Un… un… ¿un nuevo caso? Ah, pues, pueeees qué… guay.

Espera, que te alegrarás más cuando sepas de qué va… que este te va a molar, maricón.

Ay, Dios mío, ¡qué miedo me das! Dime, capullo, ¿de qué va?

Tampodka, ¿lo conoces, verdad?

¡¡¡Hijo de Diosssssssssss!!! No, tío, Raúl, por favor te lo pido, el tampodka no, ¡¡¡por favor!!!

Si.

No, Raúl, te lo ruego, lo que quieras menos el tampodka, te lo juro, haré cualquier otra cosa, lo que quieras.

Tampodka.

Raúl…

Tampodka.

¡¡¡Tío, Raúl!!!

Lo quiero para el 15.

Ra… Ra… co… co… colega, Raúl.

Ya tardas en ponerte…  Para el 15…

¡Pero si es domingo, cabrón!

Pues para el 16… JUAS, JUAS, JUAS, JUAAASSSSSSSSS!!!!

¡Joder! ¡Joooder!! ¡¡¡Jooooooooooder!!! ¡¡¡Me cago en el puto tampodka!!! ¿Quién cojones me mandaría a mí especializarme en desactivar estúpidas frikadas de mierda? ¿Y ahora qué cojones hago? Porque tengo muy claro que no voy a darle el gusto al Raúlito de meterme un tampón al vodka por donde él quiere que me lo meta y contárselo a todo el mundo con pelos y señales en su revista. Aunque bueno, la verdad es que hasta tiene su gracia el muy mamón –el Raúl, digo-. ¡¡¡Qué hijo de la Gran… Canaria!!! Ja, ja, ja. Hay que ver cómo le mola ponerme a prueba y joderme la marrana. Pero, lo dicho, por mis sacrosantísimas narices -alicatadas hasta el techo con el yeso del pésimo speed madrileño- que no pienso darle el gusto… Así que, nada, piensa un poco, Edu, a ver qué se te ocurre… bueno, no… no, no, no, no, mejor no pienses, que la lías… improvisa, eso es, tú improvisa. Haz lo de siempre: empieza a escribir y ya se te aparecerá la virgen. Venga pues…

El tampodka: Damas y caballeros, el tampodka viene a ser, básicamente, el último delirio mediático y drogabusológico con el que las autoridades pertinentes han tenido a bien amenizarnos el período estival. Y es que, muy atentas ellas en lo que atañe a nuestro entretenimiento, es ya costumbre y tradición local que cada veranito se esmeren y se ocupen de alborotar el gallinero con el preceptivo desbarre drogológico –las pastillas de la muerte, las violaciones por GHB, el balconing, la burun-dan-ga, la-bu-run-dan-ga, la bu-run-dan jajajajaj-. Si, amigos, esto es como la canción del verano y la última, como les digo, ha sido esta: el tampodka, que en términos prácticos viene a designar la práctica de introducirse un tampón impregnado en vodka (en whisky, Martini o Brandy no vale, que entonces se nos jode el nombrecito de marras, con lo chulo que nos ha quedado) por la vagina o por el recto. Algo tan sugerente que, lógicamente, se habría convertido en la última moda entre adolescentes aficionados al drinky-drinky, más aún cuando, supuestamente, haría indetectable la borrachera a través del aliento (pues vaya borracheras de mierda se pilla esta gente si hay que detectarlas por el aliento, digo yo, las mías se calan a un kilómetro, ja, ja, ja).

En fin, que con esta mamarrachada nos estuvieron entreteniendo medio verano: que si una chica aquí, que si dos chicas allá, que si fulanito lo corrobora, que si La Razón lo certifica, que si la sociedad de nosequétontolabas lo ratifica, que si el Alejo Alberdi lo cuestiona y contradice… y así un día; y otro; y una semana; y otra; y un mes; y un mes y medio… ¡¡¡Por Dios!!! Pero si era de esas cosas que al primer bote se ve que no tienen ni pies ni cabeza. Vamos, a mi es que, personalmente, me bastó recordar que cuando tenía, pongamos, 12 años, me dio por echarme colonia en las pelotas (aseado que es uno) para inferir que introducirse un alcohol de alta graduación en una mucosa corporal debe de sentar como una patada en el culo –nunca mejor dicho-. No sé, es como las típicas elucubraciones y diatribas sobre la existencia o inexistencia de la psicosis cannabica: la sufrí con 18 años, así que me ahorro un huevo y medio comiéndome el tarro al respecto y me importa tres cojones lo que tengan que decir sobre el tema las autoridades y contra-autoridades al uso. Pero claro, he de entender que no todo el mundo haya sido tan aseado como yo desde su más tierna adolescencia y que, en consecuencia, pueda albergar dudas sobre la viabilidad y efectividad del tampodka, motivo por el cual, para rebatir o confirmar el fenómeno, exija pruebas y se lance a tumba abierta a todo tipo de argumentaciones y contra-argumentaciones.

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Así que, en esas estamos. En ofrecerles pruebas, testimonios directos. Eso es lo que nos piden desde la dirección de esta revista y eso es lo que les vamos a ofrecer si o si… [Y en este preciso momento es cuando se me debería aparecer la Virgen].

… [No me jodas, que no aparece… venga, tía, no-me-jo-das].

… [No me dejes colgado ahora… no me hagas esto, por favor].

… [Ay, espera, espera, que ahí viene, si, ¡aquí está! Se me ha vuelto a aparecer la puta     Virgen, ¡yujuuu!].

Acabo de recordar que en medio de todo éste espectáculo aparecieron una periodista yanqui (creo) y un psicólogo patrio que se ocuparon de probar en sus propias carnes el invento, una por vía vaginal y otro por vía rectal. El resultado: el mismo, luego se lo resumo a ustedes, ahora déjenme que les comente algo que, desde entonces, me tiene desconcertadísimo… ¿Por qué? ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué con el tampodka? Porque, vamos a ver, uno lleva ya un tiempo dedicado al tormentoso asunto de desactivar mitos drogueriles probándolos en sus propias carnes; y resulta que en todo este tiempo jamás, y cuando digo jamás es jamás, me había topado con nadie que, desde el ámbito profesional que fuera (periodismo, psicología, psiquiatría, medicina, pediatría, gilipollometría…), se hubiese animado a poner a prueba este o aquel bulo llevándolo a la práctica por sí mismo. Consumidores –anónimos o no- a miles, pero profesionales de cualquiera de estos ramos: ninguno. Y con esto no quiero decir que no existan, lo que digo es que, al menos yo, nunca jamás había tenido noticia de ellos. Sin embargo, mira tú por donde que, cuando se trata de meterse este invento por esos orificios no salen uno ni dos sino tres (porque acabo de recordar que en Vice salió el artículo de otro tío… ¡periodista, pues!) que se lanzan en plancha a hacer el experimento. Sinceramente, me encantaría saber qué opinarían al respecto Freud o Melanie Klein. Pero bueno, en última instancia los motivos de su determinación, arrojo y entusiasmo para catar el tampodka nos la traen al pairo. Lo que nos importa es que lo hicieron y que –gracias a ello- nosotros ya no lo tendremos que hacer. Además, nos han dado una idea estupenda: la contratación de becarios en prácticas para cuando el Señor del Pino –Don Raúl, mi jefe- se quiera pasar de la ralla a la hora de encargarme sus simpáticos trabajitos. Y ahora si, les resumiremos los resultados obtenidos por Danielle Crittenden, Cancerverus y Vice Staff, vayan para ellos los honores así como nuestro más sincero agradecimiento:

Primeramente, lo que sale a relucir de las tres experiencias es lo aparatoso y dificultoso que resulta el procedimiento de inserción del tampodka (también resaltado en el blog Escéptica, donde Silvia Alba se encarga de abordar el asunto desde el plano teórico, aunque sin llevarlo personalmente a la práctica). La cuestión es que cuesta bastante introducir el algodón ya empapado, que el proceso conlleva que se derrame buena parte del líquido absorbido –manchando, con ello, el suelo, las piernas, la ropa-. En segundo lugar, resulta molesto, no ya por el sólo hecho de introducirlo sino porque, lógicamente, la presencia de alcohol resulta irritante y genera un escozor poco agradable, cuando no, directamente, difícil de soportar. Por último, la efectividad del invento resulta poco menos que nula en dos de los casos (Danielle y Cancerverus) mientras que en uno –Vice Staff- aunque parece funcionar y producir una intoxicación alcohólica, ésta viene acompañada de, por decirlo finamente, una explosiva diarrea, algo, la verdad, no muy cool para andar de bares, discotecas o botellones con los colegas, bastante menos cool que vomitar –que tampoco es que lo sea mucho, dicho sea de paso-.

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Por lo tanto, con estas credenciales no hace falta ser un lince para deducir que difícilmente el uso del tampodka se haya convertido jamás en una moda juvenil, ni ayer, ni hoy, ni mañana; ni aquí, ni allí, ni más allá de acullá.

Ahora bien, ¿significa esto que nadie jamás lo haya probado? Pues no, algún grillao habrá, más aún con el bombo que se le ha dado al asunto, no ya este verano en los medios españoles sino desde hace más de diez años en la World Wide Web, donde, buceando en sus foros se puede encontrar a gente que pregunta sobre cómo hacerlo y hasta algún testimonio anecdótico de personas que lo han hecho. Sin embargo, una cosa es que, a lo largo de casi tres lustros, cuatro personas pregunten cómo se hace y que dos cuenten como lo han hecho, y otra muy distinta que eso sea una moda juvenil.

Por lo demás, ¿significa esto que no sea posible realizar enemas con alcohol con la finalidad de embriagarse y que no haya quien lo haga gustosa y competentemente? En absoluto, queridos lectores, en tanto en cuanto, los enemas psicoactivos –incluidos los alcohólicos- probablemente sean tan antiguos como la propia humanidad (una civilización especialmente versada en tales prácticas era la Maya, al respecto de lo cual existe abundante documentación). E incluso hoy en día siguen resultando del gusto e interés de un buen número de personas –minoritarias en términos globales, no cabe duda, y adscritas generalmente a la comunidad fetichista-, aficionadas al uso de enemas en todas sus posibles manifestaciones, especialmente las klismafílicas (parafilia en la que se obtiene gratificación sexual mediante el uso de enemas). Aparte de que también existen personas que, sin ser adeptas asiduas a estas prácticas y sin pertenecer a ninguna “comunidad específica” en lo que se refiere a sus prácticas ano-genitales, también han experimentado con ellas alguna vez (como algunos locos estudiantes yanquis en sus locas fiestas universitarias y movidas así; al efecto, cabe decir que existe una canción –del año 2006- del grupo punk NOFX, que se titula Party Enema y que habla de estas cosas… por algo será).

El autor en pleno experimento

En cualquier caso, a tenor de lo que cuentan los fetichistas entendidos en la materia, la embriaguez alcohólica obtenida por vía rectal o vaginal se lograría empleando sistemas bastante más sofisticados que la inserción de un tampón y utilizando bebidas muy distintas al vodka. A modo de muestra ilustrativa, a continuación les resumo tres puntos especialmente importantes o interesantes entre los muchos señalados en el artículo Experimenting With Alcohol Enemas.

1 – Nunca usar un enema compuesto enteramente de alcohol fuerte o de alta graduación. Una buena norma es la de diluir el alcohol con agua tibia, de modo que el contenido alcohólico del enema sea del 6% o inferior.

2 – Se desaconseja el uso de cerveza para los enemas alcohólicos debido a que el gas de la cerveza –o de cualquier otra bebida carbonatada, como el champagne- resulta muy desagradable para los intestinos.

3 – Si te va la marcha puedes apuntarte al speedball anal o vaginal, marcándote un enema de café, manteniéndolo veinte minutos y, después de expulsarlo, introducirte uno de vino. El resultado -según cuentan en la Web- es fantástico: erótico, estimulante y embriagante, una delicia, vamos…

Si no te resistes a probarlo, aquí tienes el link al documento completo para que puedas hacerlo de la manera más segura y placentera posible:

http://bearslairforum.com/enema/WineEnemas.html

Buen provecho!!!

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.